Pasó tan solo una semana, a ese chico no lo podía sacar de mi mente, pero, ¿Por qué?, Solo chocó su patineta en mi rodilla, ¿Tan interesante era eso?, No lo sabía.
Mi madre no se encontraba en casa, quería salir, pero mi "amada" madre esperaba un paquete y para que no lo dejasen a la vista tenía que esperar para recibirlo, odio. Bajé al comedor a comer unos lonches, no había mucho en el refrigerador, mi mamá no cocinaba y lo poco de comida que había era porque lo traía mi abuela cuándo venia a verme.
El timbre sonó tres veces seguidas, al fin, ya podría salir; al abrir la puerta, me encontré con una agradable y confusa noticia, era el chico hambreado.
—¿Sonya?— preguntó mirando el paquete. No podía quitarle los ojos de encima, estaba tan nervioso—¿Se… encuentra?
Reaccioné —¡SI!, Digo, si…digo no, salió, ella salió y…¿Lo recibo?—"¿Qué te pasa, Michael?"
El chico me miró confuso y con algo de gracia—oye…¿Tú no eres el chico que chocó con mi patineta?—preguntó apuntandome con mueca.—…pensé que al día siguiente regresarías, te iba a pedir una disculpa más cordial — sonrió.
Me puse nervioso, ¿Cómo pudo sacar el tema?—bueno, no te preocupes, con unas cervezas se soluciona — me rasqué la nunca.
Él me miró y me entregó el paquete, después firmé — bien, entonces tenemos una cita el bar del boulevard a las…¿8 de la noche?, ¿Te parece?— decía todo esto apuntando algo en su tableta de firmas. Yo asentí más que emocionado.
—claro, me parece muy bien.— sonreí mirando sus ojos.
— bien, entonces quedamos, rubio.— esto último lo dijo cortando la hoja para dármela, hecho eso partió.
Qué rápido había sido todo esto. Miré la hoja y reí, era su número y un intento de dibujo sobre mi rostro en caricatura, sin duda, guardaría esta hoja por siempre.