Izzy entró a aquella habitación completamente desconocida para el. Tenía un aspecto a ser una habitación habitada por un adolescente no tan distinto a el, y vaya que sería su hermanastro.
Su padre anteriormente se había casado con una mujer castaña de una estatura promedio, se llamaba Melissa y tenía un hijo, de cual su nombre no sabía; la casa era algo pequeña pero acogedora, solo era de dos habitaciones y un baño, una cocina de gran tamaño y un salón acogedor como todo lo demás.
Dejó su valija en la cama que dedujo que sería de el, la otra cama estaba destendida, dió un suspiró pesado y hecho su cabeza hacia atrás.
—¿Cómo estas?, ¿Todo bien?— escuchó tras de sí.
Izzy dió un salto de sorpresa y se dió la vuelta.
—eso creo— le contestó a la mujer.
—perdona a mi hijo, es un poco desordenado— le sonrió, Izzy se relajó.
Después de todo, Melissa hacia todo lo posible para Izzy se sintiera en confianza con ella, era una mujer dulce y amable sin duda.
—tranquila, entiendo— rió.
Melissa se despidió con una sonrisa. Stradlin tomó asiento en la cama, el tema de la mudanza lo dejo agobiado.
La noche cayó, ahora se podía ver la luna y las estrellas en el cielo, el pelinegro agradeció a que no hubieran faroles públicos cerca, así podía apreciar mejor la noche estrellada. Se recargó en la marquilla de la ventana y miró las blancas estrellas, unas parpadeaban, otras viajaban y otras solo se quedaban allí.
—está muy oscuro aquí, ¿No crees?— una voz masculina lo saco de su trance.
—me gusta la oscuridad— dijo sin verlo.
—¿Cómo te llamas?— preguntó.
Izzy dió media vuelta y se encontró con un teñido alto.
—Jeffrey— se encogió de hombros— pero dime Izzy.
—¿Izzy?, Es extraño— lo miró curioso.
El alto vió que Izzy era muy oscuro al cuanto a su vestimenta, pudo ver que tenía una camisa holgada negra, pantalones oscuros, botas y su cabello, no estaba seguro si era castaño o negro.
—¿Cómo te llamas tú?— preguntó volviéndo a ver el cielo.
—Michael, pero dime Duff— se acercó a él.
—¿Duff?, ¿Cómo la cerveza de la serie animada?— rió sarcásticamente.
—no me juzgues—negó con una pequeña sonrisa.
Duff se separó y encendió la luz de la habitación, Izzy entrecerró los ojos por el cambio de iluminación. Duff miró a Izzy y le sonrió coquetamente, stradlin solo sonrió de lado.
—¿Enserio compartiremos habitación?— preguntó el rubio.
— eso dijo tu madre— lo miró.
Duff sonrió, quitó el cinturón de su pantalón de mezclilla y se bajó los pantalones quedando solo en boxer, todo esto sin dejar ver al pelinegro quien no dejaba de observarlo.
—yo...iré...ya regreso— dijo rápidamente Izzy saliendo de la habitación con pijama en manos.
Se dirigió al baño a paso rápido, al entrar cerró tras de sí, suspiró y minutos después vió que tenía un "pequeño problema" bajo su cintura.
—no me puede estar pasando esto— musitó reclamandose a si mismo.
Entró a la regadera para tomar un baño de agua fría, no quería tocarse allí y menos pensando en el que sería su hermanastro.
Al salir, se dirigió a su habitación silenciosamente, al entrar se encontró a Duff recostado leyendo un libro.
—hola— saludó sin dejar de ver su libro.
Izzy no respondió, se metió a su cama y apagó su lámpara. Más tarde, Duff también apagó su lámpara para luego dejar que el silencio reinará.
—Izzy— llamó el más alto en susurros— oye, Izzy, pst—
El pelinegro hizo un ruido de queja.
—¿Estás despierto?— susurró de nuevo.
—dejame dormir— se quejó.
Duff suspiró y miró por la ventana, estaba aburrido, no quería dormir, no ahora; pasó una hora cuando Duff se levantó de su cama y se metió a las sábanas de Izzy.
Ahí fue cuando lo analizó; el pelinegro dormía plácidamente, su ceño estaba fruncido suavemente, sus largos cabellos caían sobre su mejilla, esos labios rosados y carnosos dejaban que los desearas con delirio.
Duff lo tomó de la mejilla con ternura y cuidado, apartó un cabello posándolo tras su oreja, lo acariciaba con tal cuidado, como si temiera a que se fuera a desmoronar allí mismo, sus dedos pasaron a sus labios, los acarició con el dedo pulgar, Izzy arqueó sus labios y frunció su ceño, amenazaba con despertar.
Duff dejo las caricias para no molestarlo en su sueño. Se recostó en la almohada junto al pelinegro, seguía mirándolo con detenimiento cuando no pudo más y lo beso delicadamente.
Izzy abrió los ojos lentamente, parpadeó un par de veces más no correspondía a aquel beso; tras la luz de la oscuridad, divisó que se trataba del rubio, cedió al beso. Ambos acariciaban sus labios con ternura, Mckagan agregó su lengua e Izzy soltó un pequeño gemido.
—lo siento— se disculpó Duff— no pude evitarlo— se mordió el labio inferior.
Izzy relamió sus labios.
—hazlo de nuevo— sonrió.