Martes. Las doce y media de la mañana. El tintineo de la puerta.Estaba en el almacén dejando unas cajas que habían llegado.
Escuché a Jennifer hablar.
-Buenos días, si necesita cualquier cosa, puede hablarme a mí o a mi compañera.
-Estoy...buscando a su compañera.
Reconocí su voz al instante.
Y sonreíste al instante.
Jennifer se acercó a mi.
-Te busca...una clienta.
-Ya. Creo que tiene una obsesión conmigo-dije yendo hacia la pelinegra.
-He vuelto.
-He sido bendecida con tu presencia
otra vez.Si.Sonrió.
-No me ha gustado el libro.
Esta chica iba a libro por semana o que. Era prácticamente imposible.
-Vaya. Qué pena. Pensaba que tu mal gusto tenía cura pero me equivocaba.
-Me tienes que regalar el libro que yo quiera.
Negué con la cabeza.
-Ese no fue el trato, te tengo que regalar un libro.
Frunció el ceño.
-Pero...
No dejé que acabara la frase. Fui hasta un estante y cogí un libro. Volví hasta ella y se lo dejé en la mano.
Miró el libro, me miró a mi y volvió a mirar el libro.
-Es una...una biblia.
-Tardarás más de una semana en leerla, ten un buen día-dije con una sonrisa y me alejé de ella.
Escuché sus pasos detrás de mi.
-Tú me estás vacilando-aseguró.
Me giré para mirarla.
-No. De verdad espero que tengas un buen día.
Volvió a escaparse una risa de sus labios como la semana anterior.
-Joder, Harper, me estás desesperando. ¡No quiero una biblia!
-Dime tu nombre.
Cambió su expresión radicalmente a una de incredulidad.
-¿Qué?-preguntó.
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La sincronización de nuestros latidos
Teen FictionEntra todos los martes. A veces solo mira y a veces compra un libro. Tiene mal gusto para elegirlos. Sabe sacarme de quicio. Su pelo es negro. Su risa es dulce. Y es absolutamente inalcanzable.