CAPÍTULO 1

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-No

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-No. Ni de coña. Me niego-dije cruzándome de brazos.

-¡Por dios Harper! Deja de ser tan cabezota-me regañó mi madre.

Llevábamos veinte minutos en un tira y afloja en el que ella insistía y yo me negaba rotundamente.

-Mira cielo, sabes que soy de esas madres que les gusta llegar a un acuerdo con sus hijas y no forzarlas a hacer cosas que no quieren pero no tengo más opción. Vas a trabajar en la librería y punto.

Mi madre era dueña de una pequeña librería del centro. Se había empeñado en que trabajara allí unos meses para así evitarse el contratar a otra empleada. Tenía dos dependientas y una de ellas estaba de baja por un accidente de tráfico.

Ahora mi madre iba todos los días de visita a su casa y le llevaba bizcochos y galletas.

Necesitaba una sustituta y pensó que su hija de diecinueve años era la mejor opción.

-Mamá enserio, ¿no hay absolutamente nadie más para hacerlo?

-¿Crees que si lo hubiera te lo estaría pidiendo a ti?

Arqueé la ceja.

-Touché. Pero para ser exactas, no me lo estás pidiendo, me estás obligando.

-Pequeños detalles sin importancia-dijo con una sonrisa divertida mientras se dirigía a la cocina.

Fui detrás de ella.

-Esto te encanta, ¿verdad? Disfrutas con mi sufrimiento-dije con dramatismo.

Solo conseguí que se riera aún más.

-Harper, mañana abres tu la librería-fue la forma que tuvo mi madre de zanjar la conversación.

Mi padre entró en la cocina.

-¿Se puede saber por qué discutís ahora?-preguntó con curiosidad.

-Ya le he dicho lo de la librería-aclaró mi madre.

-Entonces mejor...vuelvo luego-hizo el amago de irse pero le agarré del brazo para impedirlo.

-¿Tú estás de acuerdo con esto?-pregunté señalándolo con el dedo.

Mi padre levantó las manos en señal de rendición.

-¡No!-respondió al momento haciendo que mi madre lo mirara con el ceño fruncido.-¡Osea si!

Esta vez fui yo la que lo miró con el ceño fruncido.

-¡No me hagáis elegir bando!-se quejó.

-Esto es indignante, sois dos contra uno.

Mi padre me pasó el brazo por los hombros estrechándome contra él.

-Cariño, ya verás como no es tan horrible-intentó convencerme.

La sincronización de nuestros latidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora