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Kim
Un aporreo contra la puerta nos obligó a separarnos, su mirada me dejó claro quien está detrás de la puerta.
-Mi jefa-murmuró acercándose a mis labios.
Sonreí sobre ellos y me aparté de la puerta para permitirla abrirse.
-¡Harper!-chilló Jennifer, molesta.
Por un momento pensé que nos había escuchado, tragué saliva viendo la escena.
-¡Quería la tienda limpia!
Ambas suspiramos aliviadas, la pelirroja asintió mientras salía del almacén con la escoba y el recogedor.
Pasé las manos por mi pelo para peinarlo con rapidez. Jennifer notó mi presencia.
-¡Kim! Siento que me hayas visto así, ser jefa es muy duro, ¿sabes?
-Eh...supongo-respondí.
Me puso una sonrisa antes de volver a salir del almacén a regañar a Harper, cada vez se le estaba yendo más la cabeza, enserio.
Al acercarme a Harper sentí unas ganas inmensas de besarla, mierda, ahora no iba a querer parar.
Cuando me miró pude sentir que a ella le pasaba igual, dio un pequeño paso hacia a mí pero rápidamente retrocedió, nerviosa.
-Me voy ya, ¿vale?-pasé mi mano por la nuca, joder mi corazón iba a mil.
Asintió desviando la mirada, me dieron ganas de sonreír, estaba muy guapa así, normalmente tiene una coraza puesta, una actitud de "chica dura" que nada le afecta, ahora la tenía así, sin ser capaz de mirarme con sus mejillas sonrojadas.
-Podemos vernos luego, si quieres-sugerí, la situación me estaba gustando.
-¡Si! Digo...-carraspeó-claro, como quieras.
Mi sonrisa apareció ampliamente.
-¿Paso a por ti? ¿A las ocho?
Volvió a asentir.
-Vamos a cenar fuera, te aviso ya, ¡ten un buen día!-dije, despidiéndome mientras salía de la librería con una gran sonrisa y la ilusión de una niña pequeña.
De camino a casa miré el móvil, tenía bastantes mensajes de Izan, la mayoría suplicándome que no lo denunciara, que fue una "broma entre colegas" que se le fue de las manos, increíble, ¿verdad?
No iba a denunciar, eso implicaría que mi padre se enterara de lo que ocurrió y me negaba rotundamente. Cuando llegué a casa reconocí la maleta que estaba en la entrada.
Hyun.
Fui con rapidez al cuarto del susodicho, ahí estaba, tumbado mirando al techo con tranquilidad.
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La sincronización de nuestros latidos
Teen FictionEntra todos los martes. A veces solo mira y a veces compra un libro. Tiene mal gusto para elegirlos. Sabe sacarme de quicio. Su pelo es negro. Su risa es dulce. Y es absolutamente inalcanzable.