CAPÍTULO 24

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Kim

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Kim. Mis padres. Una cena. ¿¡EN QUÉ MOMENTO PENSÉ QUE ERA UNA BUENA IDEA!? Llevaba noches sin dormir solo de pensar en lo que se venía, ¿de que íbamos a hablar? ¿y si sale mal? ¿y si después de la cena la odiaban?

Y tenía un problema aún peor: El regalo de Kim.

Evidentemente tenía que regalarle algo. Era su primera navidad, necesitaba impresionarla. Cuando entré en la cocina mis padres estaban vaciando bolsas de la compra.

-Vaya, habéis comprado comida para alimentar a una comunión entera -dije mientras empezaba a guardar la comida en su sitio.

-Vienen tus abuelos a cenar y ya sabes, son un poco exquisitos-respondió mi madre, con algo de retintín.

Mis abuelos paternos no se llevan especialmente bien con mi madre. Según ellos no tienen ningún problema con su color de piel pero...Digamos que cada vez que me ven me recuerdan lo blanca y guapa que soy.

-Pensaba que este año no vendrían-me pasé la mano por la nuca-. He invitado a Kim a la cena.

-¿Cómo?-preguntó mi madre-No puedes invitar a alguien sin antes avisarnos, Harper, es una cena navideña con la familia, ¿por qué iba a venir tu amiga?

-Nunca ha celebrado la navidad, quiero que sepa lo que es.

Su expresión se suavizó un poco.

-Vale, que venga, pero quiero que la casa esté decorada entera, que vea lo que es una buena navidad.

No pude evitar ir hacia ella y abrazarla. Creo que se sorprendió un poco, porque tardó unos segundos en reaccionar y corresponder rodeándome con sus brazos.

-Voy a ir a por los regalos-dije separándome.

-Nosotros ya tenemos el tuyo-movió las cejas, divertida.

Entrecerré los ojos señalándole con el dedo.

-No quiero otro cactus, el del año pasado se me acabó muriendo.

-¡Aún no entiendo como lo hiciste! -exclamó, riendo un poco.

-En internet ponía que el cactus había entrado en depresión-dije, haciendo que se riera más- ¡no es gracioso! ¡mi cactus se deprimió!

-Vete antes de que me convenzas para ir ahora mismo a una floristería.

Sonreí, algo aliviada por retomar la confianza con mi madre. Tuve que coger un bus para ir al centro comercial. Sabía lo que quería regalarle. Solo me faltaba encontrarlo. Iba de tienda en tienda, desesperada.

Después de casi dos horas ya tenía casi todo lo que quería. Estaba rebuscando en la sección de lencería, cuando lo que supuse que era una dependienta se acercó a mí.

-Pero bueno, Harper-reconocí esa voz al instante y mi cuerpo se petrificó.

No respondí. No fui capaz. Ella insistió.

La sincronización de nuestros latidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora