CAPÍTULO 11

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-Harper, venga, levanta-me pidió mi madre mientras tiraba de mi brazo

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-Harper, venga, levanta-me pidió mi madre mientras tiraba de mi brazo.

Aún adormilada me solté de su agarre y me abracé a la almohada.

-¡Déjame! ¡No quiero ir a trabajar!

Mi madre soltó un suspiro desesperada y fue hacia la ventana donde abrió las cortinas haciendo que entrara luz en la habitación.

Solté un gruñido y escondí mi cabeza bajo las sábanas. No había conseguido dormir en toda la noche, la última vez que vi el reloj eran las cinco de la mañana, creo que en ese momento mi cuerpo no aguantó más.

-Cariño, vamos-volvió a pedir intentando mantener la paciencia.

Acabé cediendo y me senté en la cama pasando mis manos por mi pelo para ordenarlo un poco, aún me costaba mantener mis ojos abiertos y un bostezo escapó de mi boca.

-Voy a hacerte un café-informó mi madre, justo después dejó un beso en mi cabeza y salió de la habitación.

Sentía una especie de vacío en el pecho, tragué saliva como si con ese acto fuese a solucionarse, evidentemente no pasó. Respiré hondo, intentando llenar mis pulmones de aire y me levanté dispuesta a conseguir pasar el día para volver cuanto antes a la cama.

Me puse unos pantalones de chándal y una camiseta ancha, me puse unas deportivas viejas que no solía usar y recogí mi pelo rizado en una coleta para mantenerlo algo ordenado.

Cuando entré en la cocina mi madre ya dejaba el café en la encimera junto con una mandarina.

-Tienes que comer fruta-dijo mi madre al ver que miraba fijamente la mandarina.

-Vale.

Mi respuesta la descolocó un poco, no estaba acostumbrada a que pusiera las cosas fáciles, a veces era desesperante. lo reconozco.

Me tomé el café en menos de un minuto y la mandarina más o menos igual.

-Mastica con cuidado, vas a atragantarte-me regañó mi madre.

-Si, perdona.

Otra vez descolocada, me pareció algo divertido verla así. Dejé el vaso en el fregadero y fui a por mi bolsa de tela para irme a la librería.

Miré el móvil al escucharlo vibrar, un mensaje de Jennifer, me informaba de que había llegado ya y se había encargado de abrir la librería, respondí y salí de casa.

Caminé cansada hasta la librería, allí como ya me había dicho, me esperaba Jennifer haciendo inventario.

-¡Buenos días Harper!-me saludó animada.

-Buenos días, trae dame eso-le quité la libreta que usaba para hacer inventario.

-Puedo hacerlo yo, no te preocupes-me sonrió.

La sincronización de nuestros latidos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora