Tragué saliva al escuchar la pregunta. Mi primer instinto fue decir "nadie" o tomarla por loca. Pero no hice ninguna de las dos cosas. Por algún motivo me parecía injusto mentirle, pero tampoco estaba lista para contarle la verdad.
-Creo que es algo que te contaré después de un par de citas-murmuré arrepintiéndome al instante.
-Así que, un par de citas...-repitió ella con una sonrisa divertida.
-Osea...-intenté encontrar una excusa, pero fue en vano-si, eso he dicho.
Su sonrisa se amplió más. Dio un paso acercándose a mí.
-¿Llevarás ese vestido?-preguntó.
-No.
Otro paso.
-Qué pena, me gusta mucho.
Sentí calor subiendo por mis mejillas. Mierda, ¿me estaba sonrojando? ¿enserio?
-Bueno. A mi no.
Arrugó un poco su ceño sin entender mi respuesta.
-Pues que mal gusto tienes-sus ojos bajaron directamente a mi escote, cuando se dio cuenta sacudió un poco la cabeza y volvió a mirarme a los ojos.
-Eres la reina del disimulo.
-No necesito serlo-dio otro paso.
Mi respiración se cortó al notarla tan cerca. Su mano se puso en mi cintura y mi corazón estuvo a punto de salirse de mi pecho.
-Ya veo-desvié la mirada, sus ojos seguían clavados en los míos.
Tragué saliva.
-¿Estás nerviosa, Harper?-preguntó en un tono de voz más bajo, eso solo conseguía alterarme más.
-Nunca me pongo nerviosa-las palabras se atropellaron en mi boca.
Eso es, que no se note que te tiembla el alma.
-¿Nunca?-su mano recorrió un camino desde mi cintura hasta la parte baja de mi espalda, rodeándome el cuerpo-¿ni un poco?
Por dios, ¿como había pasado de estar enfadada conmigo a esto?
Negué despacio con la cabeza intentando mantener la compostura, sabía lo mucho que ella lo estaba disfrutando.
Apoyó su otra mano en mi pecho, al instante se cortó mi respiración, en sus labios se formó una sonrisa.
-Tu corazón va muy deprisa, ¿seguro que no estás nerviosa?-volvió a preguntar.
-Eso es lo que tu quieres-murmuré.
-¿Yo? Quiero que las piernas te tiemblen, pero no exactamente de nervios.
La puerta de la terraza se abrió, Kim soltó el agarre de mi cintura y s apoyó en la barandilla del balcón. Me abaniqué con la mano intentando bajar la temperatura que había subido por mi cuerpo.
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La sincronización de nuestros latidos
Teen FictionEntra todos los martes. A veces solo mira y a veces compra un libro. Tiene mal gusto para elegirlos. Sabe sacarme de quicio. Su pelo es negro. Su risa es dulce. Y es absolutamente inalcanzable.