🍁• ҍӀɑϲƘ ՏԹօԵ

871 71 89
                                    

Lloyd se encontraba en el cuarto de baño. Estaba dándose una ducha caliente, pues eso lo ayudaba a calmar su mente.

Los últimos días habían sido muy difíciles. Harumi había muerto, sin que él pudiera cambiar su parecer o siquiera intentarlo. No podía evitar pensar en que, si él no hubiera encontrado a los ninjas hace unos años -o ellos a él-, tal vez hubiera terminado como ella. Eso lo llenaba de miedo. ¿Habría usado a su padre en contra de los demás? Oh, no podría ser... Su padre había muerto al sacrificarse por Ninjago. ¿Qué habría pasado si nunca hubiese existido...?

Vale, estaba divagando.

Solía hacerlo.

Lloyd cerró la llave y dejó que las últimas gotas de agua caliente le cayeran en la cara. Tomó su toalla y se envolvió en ella, pero algo le detuvo: había una mancha negra en su piel, en el antebrazo. Lloyd frunció el ceño y pasó su mano por la parte negra. Cuando la retiró, la mancha había desaparecido.

Lloyd no le dio importancia.

Como decía, sus amigos se veían totalmente aliviados y alegres de poder descansar, pero, para Lloyd, las misiones eran su vida, algo con qué entretenerse, y algo en lo que sentía que era más o menos bueno. Decepciones como ésta sólo las podía curar el tiempo, y las sonrisas de sus amigos.

Mientras el agua tibia caía por sus cabellos rubios, estaba pensando en su padre. Desde que tocó una de las máscaras, la Máscara de la Venganza, no había parado de soñar con visiones de Oni, de la destrucción que causaban. Había una voz que lo llamaba... que lo llamaba a hacer lo mismo. Obvio, nunca sería capaz de hacerlo, pero le aterraba algo, algo que no identificaba... aún. Tal vez sólo eran pesadillas sin importancia, fruto de lo que le preocupaba. Pero ¿por qué le asustaban los Oni si ya fueron derrotados?

Cuando vio en su mente los ojos rojos y malvados de su padre entre todo el caos y la tragedia que no se atrevía a describir, Lloyd abrió los suyos. No se parecían en nada a los de su padre, pues los de Lloyd eran de un verde brillante y único, pero, cuando estaba triste, perdían algo de su resplandor habitual. Justo como ahora.

Lloyd cerró la llave del agua y tomó su toalla. Mientras pasaba con una mano la toalla por su brazo, notó en él algo extraño. Se dibujaban... ¿escamas de color negro? Se fundían en su piel albina, pero eran casi invisibles. Lloyd pasó la toalla de nuevo, y al quitarla, desaparecieron, para gran alivio suyo.

Lloyd suspiró y se envolvió el cuerpo con la toalla para salir del baño.


El deber de Zane era, puesto por sí mismo, ver que todos estuviesen bien. Después de su última aventura, el ninja del hielo sentía que nada podía salir peor. Pero había algo que le preocupaba, algo que veía venir, pero que no estaba dispuesto a admitir aún, no antes de reunir las pruebas necesarias.

Por experiencia, Zane sabía que cada quien de sus amigos tenía una manera de llevar su tristeza hasta curarla con el tiempo. Kai salía del monasterio, Jay veía televisión, jugaba videojuegos o leía cómics, y a Cole le confortaba compartir momentos con sus amigos. Hasta Zane pasaba más tiempo con sus hermanos cuando se encontraba de otro humor que no fuese la felicidad. Lloyd era diferente. A veces se distanciaba, a veces pasaba mucho tiempo con ellos, dependiendo de la situación. Esta vez parecía haber elegido ser distante, y, según Zane, también había encontrado algo reconfortante en los baños de agua caliente por la noche. Eso le preocupaba. Normalmente cada uno tenía su propio horario de baño, y el de Lloyd se había vuelto irregular, como el de Jay. Por Jay estaba bien bañarse a cualquier hora... Para Lloyd, significaba que algo no estaba bien.

¿Sería que exageraba?

O eso esperaba Zane. Si no, algo malo estaba a punto de ocurrir, algo que podía cambiar el rumbo de sus vidas como lo conocían. Se preguntaba por qué el presentimiento. Generalmente, cuando sentía que algo no andaba bien, es que algo iba a suceder, algo malo...

Cuando Zane sirvió la cena, sus hermanos se sentaron a la mesa. Vio llegar a Lloyd unos minutos después, pues acababa de salir de la ducha. Llegó con ropa cómoda -una playera gris medio holgada y unos pantalones que parecían más un pants- y el cabello rubio mojado aún. Zane lo notaba nervioso.

Lloyd se sentó en su respectivo asiento y comenzó a comer. Los demás siguieron hablando, pero Lloyd no se metió en la conversación, como solía hacerlo. Como de costumbre, nadie notó su comportamiento extraño -la falta de atención era a veces un gran problema, sobre todo en misiones, pero era normal en ellos-.

Mientras pensaba y distraía sus pensamientos, Lloyd comía cucharada tras cucharada. En realidad prefería no hablar por miedo a decir algo que no quería, así que se mantuvo callado el mayor tiempo que pudo, hasta que oyó su nombre.

Lloyd levantó la cabeza, desconcertado. No había estado escuchando a sus amigos, de eso ahora era consciente.

-¿Eh?

-Que si tú y Cole van al mismo nivel en Primer Imperio -le dijo Jay.

-Ah... no lo he jugado.

-¿Lo ven? ¡Fui yo el que logró el récord! -alardeó Jay.

-¡Por supuesto que no! -contradijo Cole-. No hay otro nivel después del cinco.

-Por supuesto que sí, sólo que no has podido cruzar.

-¿A ver, cuál?

-El seis.

-Ese no existe.

-Yo mismo lo he cruzado, amigo.

-Ah, pero ese no vale, ese...

Lloyd no escuchó más, pues se distrajo: la macha negra había aparecido de nuevo en su mano izquierda. Soltó la cuchara por impulso, la cual salpicó a Kai, quien estaba a un lado.

A Lloyd le causó un poco de risa la cara de asco de su amigo hacia su cabello, que hace apenas unos segundos se encontraba en «perfectas condiciones».

-Lo siento -Lloyd sonrió.

-¡Mi cabello! -se quejó él.

-Uuuh, se avecina una pelea de comida -dijo Jay-. ¡Yo entro!

-No, no, no -Zane detuvo la mano de Jay a punto de agarrar una cucharada de su comida para lanzarsela a alguien más.

-Ah, Zane, le quitas lo divertido a todo -dijo Jay.

-Para la próxima entonces tú cocinas, Jay -dijo Zane.

-Buena respuesta. Parece que el alumno se convirtió en el...

Lloyd se levantó de su asiento con gran estrépito, moviendo la silla a un lado, y se quedó parado frente a ellos con cara de pánico. Por alguna razón que desconocían, no paraba de mirar su antebrazo.

-¿Qué sucede? -dijo Zane.

-N-nada -respondió, haciendo un notable esfuerzo por no dejarse llevar por el pánico-. Tengo que... dormir, ¿de acuerdo? Los veo mañana.

Y, sin decir nada más, se fue del comedor, tapando su antebrazo.





Esa mancha le recordaba la oscuridad en la que había entrado con su padre hace poco.

🖤 ° Nɪɴᴊᴀɢᴏ | Oɴɪ ʏ Dʀᴀɢᴏ́ɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora