Prólogo

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El recuerdo de la infancia que aún prevalece en mi mente son los infinitos libros que mi madre me leía, aquellos cuentos de hadas cuyo principio siempre era el mismo

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El recuerdo de la infancia que aún prevalece en mi mente son los infinitos libros que mi madre me leía, aquellos cuentos de hadas cuyo principio siempre era el mismo.

Había una vez... Érase una vez...

En cada cuento una chica, que solía ser una princesa, era rescatada por un valiente caballero con armadura, y a partir de ese momento la joven quedaba embelesada por tal demostración de heroísmo que se terminaba casando con él.

Un final tan predecible y básico de todas las historias que estereotiparon mi infancia y seguro que las de muchos de ustedes, imponiendo que el status de chico ideal no era más que un adolescente con hermosos pectorales, ojos tan claros como el mar y cabello dorado.

En resumen un Ken.

Y en todos esos relatos la joven lo veía y se enamoraba por completo. Eran tan racistas y clasistas demostrándote que los únicos hombres que existían eran seres ¿resplandecientes?

A medida que fui creciendo y madurando terminé por asquearme de aquellas protagonistas tan planas cuyo único objetivo y meta de vida era que su crush las ¿conquiste? ¿Es que acaso no tenían un propósito de vida, un sueño, una carrera? ¿Cuál era la meta de estos libros? ¿Enseñarnos que la mujer sólo existe para casarse, tener hijos y cocinar? ¿Qué clases de sueño machista es ese?

Hasta ese entonces mis interrogantes seguían sin respuesta. No sabía que pronto la vida me daría una bofetada.

En fin, mientras las demás adolescentes iban en busca de su clichado sueño, yo... yo quería largarme lo más pronto posible de esta preparatoria insípida para convertirme en la mejor versión de mi misma.

Ir a la universidad, graduarme como médica y convertirme en cirujana.

No permitiría que nada ni nadie se interpusiera en esa meta. Y menos que menos un chico insignificante.

Mi concepto del romance era tan simple como la teoría de la relatividad para Einstein: enamorarse es una pérdida de tiempo; es darle la oportunidad a una persona de que en un arranque de furia e ira te destroce con solo un chistar de dedos. Es brindarle a tu contrincante todas tus estrategias en el ajedrez para que puedan hacerte un jaque mate con demasiada facilidad.

Al parecer el destino y el karma no estaban muy de acuerdo con mis ideas y me pusieron en el camino todo lo que por años aborrecí.

Lo que nunca pasó por mi cabeza fue que su belleza exterior era un reflejo de su personalidad.

Quizás era el chico del que la protagonista saldría enamorada al instante porque poseía esos rasgos que en un cuento se describen como perfectos y bendecidos por los dioses, pero conmigo no bastaba con solo mostrarme sus atributos.

Con el tiempo y la debida insistencia, me enamoraría de algo mucho más intenso e interno... su personalidad.

A diferencia de esos libros él era un chico muy bueno y empalagosamente cursi. Y claro que yo detestaba esas demostraciones tan intensas de amor y no quería comprometerme con alguien en una relación.

Sumado a todo eso tenía que cumplir con la estricta regla de mi madre: ''no médicos, no residentes, no internos y no estudiantes de medicina''.

Creo que sería redundante decirles que aquel chico resultaba ser mi preceptor de anatomía lo que complicó aún más las cosas.

Resistirse a sus encantos era como que un drogadicto en estado de rehabilitación tratara de no recaer en las drogas.

Ganas no me faltaban para terminar con esa estúpida regla de una buena vez pues la atracción que sentí al verlo fue inmediata. Quería acostarme con él en definitiva, pero nada muy serio.

¿El motivo? La necesidad de experimentar, de no atarme a nada ni a nadie y de divertirme en una etapa que prometía ser una de las más desafiantes.

Parece que es apropósito que cuando te dicen que no hagas algo es exactamente cuando más ganas te dan de hacerlo. Ser rebelde, ir contra la corriente y dejar mi propia huella son las premisas con las que defino mi personalidad a diario. En esta ocasión no fue la excepción.

Por mucho que lo intente la vida me demostró que mis ideales estaban errados y entonces ocurrió lo que menos esperaba...

Por mucho que lo intente la vida me demostró que mis ideales estaban errados y entonces ocurrió lo que menos esperaba

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Versión actualizada del prólogo.
A partir de este momento la historia entra en proceso de REEDICIÓN para mejorar y brindarles una versión mejorada de la misma.
No se olviden de comentar y votar en los capítulos. Me ayudarían mucho.

Érase una vez... Romeo Y Julieta© (+18)-✔️COMPLETA✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora