Capítulo VI

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Anthony no sabía que hacer.

Todavía tenía la mente nublada por el calor del celo, sin embargo no podía seguir sin hacer nada mientras Steve estaba teniendo un ataque de pánico.

—Capitán... —susurró Tony tratando de levantarse.

El mencionado negó con la cabeza, escondiendo el rostro entre sus rodillas.

—No quiero, en verdad. No quiero. —repitió en la esquina de la habitación.

Tony frunció el seño al oír la voz tan quebrada del soldado.

«Tengo que ayudarlo» se dijo, saliendo de la cama aún con las piernas temblorosas.

—Steve, mírame. —dijo Tony acercándose y quedando a su altura—. Hey, todo estará bien, ¿okey? No es culpa tuya.

—Pero-...

—Está bien, si no quieres marcarme. —continuó el Omega alzando el rostro del contrario—. No hay ningún problema, ¿vale?

—¿Seguro? —preguntó Steve con los ojos rojizos.

Anthony apretó los labios.

«Quiero saber absolutamente todo de ti» pensó Tony reprimiendo sus preguntas.

¿Qué es lo que había tenido que vivir Steve? ¿Cuál era el motivo de su tristeza? ¿El ser un Delta que tanto había afectado a su vida?

Tony se sentía un completo idiota.

—Lo lamento. —dijo después de unos minutos—. Te he estado forzando, Steve. Mi ambición por la investigación y al ver que si podías reaccionar a mí... Te ha lastimado.

Steve negó con la cabeza, tratando de calmarse.

—Lo sé. En verdad, sé que lo haces para ayudarme. —respondió el soldado sin mirarlo—. Simplemente todavía no estoy listo. Perdóname, quiero irme-...

—¡No! No te vayas. —cortó el Omega, entrelazando sus manos—. Sé que estoy siendo egoísta, pero quédate un momento más.

Steve observó fijamente el agarre de sus manos.

El miedo era notable y los recuerdos en su mente todavía no desaparecían. Sin embargo, aquel pequeño toque de sus pieles era tranquilizador.

—Estás en tu celo, deberías de conseguir a otra persona que te ayude. —dijo Steve todavía renuente—. No sé si yo estaré a la altura de-

—Lo has estado haciendo de maravilla. —interrumpió Tony con una sonrisa. Llevando la mano del contrario a su mejilla—. Hasta el momento, ha sido el mejor sexo de mi vida.

Steve volteó a mirarlo y sus pupilas se dilataron ante la imagen de Tony al frente suyo.

Era tan hermoso.

La figura completa del Omega desnudo parecía una obra detalladamente perfecta ante sus ojos. Steve tragó en seco y se acercó nervioso.

—Volvamos a la cama. —pidió Tony sin dejar de mirarlo—. Iremos con calma, ¿si? Prometo, no volver a obligarte.

El soldado asintió, volviendo a sentir las fuertes feromonas del Omega.









Anthony miraba de reojo la entrada de la sala juntas, una y otra vez. ¿Por qué todavía no llegaba?

—Es raro. El Cap nunca llega tarde. —dijo Bruce viendo su reloj de mano.

«Es verdad» pensó ansioso. ¿Le habrá sucedido algo?

La última vez que se habían visto, fue la noche anterior, que fue el último y el tercer día de su ciclo. Steve se había portado como un caballero en todo momento.

Lo había cuidado y bañado después de las rondas de sexo.

«Todavía me siento culpable de lo que pasó al comienzo» se dijo, mordiendose la uña.

Habían demasiadas dudas en Steve. No obstante, no lo iba a presionar en que cuente sus secretos. Al parecer, el hecho de que siga siendo un Delta era más por el trauma que había vivido.

Tenía que buscar una manera de ayudarlo.

—Lo siento por la tardanza, chicos. —habló Steve llegando a la sala, junto a una persona más a su lado—. Déjenme presentarles a la Agente Carter, me la acabo de encontrar en el ascensor.

Anthony volteó a mirar al par.

«Es una Omega» pensó con fastidio. ¿Qué hacía tan cerca del Capitán? Se hacían muy notorias sus intenciones.

—Hola, es un placer conocerlos. —saludó la joven rubia—. Fury me mandó para darles unas indicaciones en la siguiente misión.

Tony dejo de prestar atención a sus palabras, cuando notó cierto nerviosismo en Steve al estar al lado de la Omega.

«¿Qué le pasa? No me digas que se enamoró de la Omega» pensó rodando los ojos.

—Voy por un café. —dijo en voz alta, levantándose de su lugar.

Estaba de mal humor.









No quería volver a entrar.

Anthony siguió jugando con el vaso descartable que había conseguido de la cafetera.

—¿Stark? —preguntaron a su atrás.

El mencionado giró el rostro, sin embargo no pudo hacer más, al sentir un rostro ocultarse en el espacio de su cuello y el hombro.

—¿Steve? —preguntó Tony sorprendido—. ¿Qué pasa? ¿Qué haces acá?

«Además, ¿no estaba muy tímido con la Omega?» pensó el castaño de brazos cruzados.

—No pude soportarlo. —dijo Steve sin moverse de dónde estaba—. Eran demasiados aromas.

—¿Qué?

—No quise comentarte, hasta que nos volvamos a ver. —continuó Steve—. Pero, desde lo que pasó en la Torre... Ha vuelto mi olfato.

Tony lo miró sorprendido.

—¿Eso significa que ahora puedes distinguir las feromonas de los demás? —preguntó curioso.

—Sí. —contestó, enterrando aún más la nariz en el cuello de Tony—. En especial, pude distinguir el aroma de la Agente Carter.

El Omega alzó una ceja, esperando a que continuará.

A casi la mayoría, las feromonas de los Omegas eran exquisitas. No había ni un Alfa que se resistiera a ello.

—Pero, creo que sigo teniendo un problema. —añadió Steve, cogiendo tímidamente la cintura del castaño—. Todos las feromonas me parecen repugnantes, excepto la tuya.

—¿Q-qué? —preguntó Tony.

Steve levantó el rostro y observó las mejillas coloradas del Omega. En verdad, lamentaba haberlo rechazado.

—Tu aroma es el único que me gusta. —dijo finalmente.

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