Capítulo 1

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Quizás ella no había sido perfecta a lo largo de su vida. Había pasado por muchos cambios en su personalidad, desde ser la niña más buena y tímida que siempre lloraba en los rincones, esperando que alguien la salvara, hasta el punto en que experimentó celos drásticos y armó un espectáculo por la amiguita de Matías, Linda. Y para defenderse, esos celos resultaron estar justificados porque al final terminaron teniendo algo.

Y así, el tiempo pasó. Matías y ella volvieron luego de muchas idas y venidas, y desde entonces todo cambió. Al final, ella lo quería mucho, demasiado, pero había algo ahí que la hacía sentir incómoda. ¿Qué era? No lo sabía con exactitud.

José estaba feliz con esa reconciliación entre Matías y ella. Celebraba más que su propia relación, y las demás chicas estaban felices y les deseaban lo mejor. Matías, galantemente, decía frente a todos los chicos: "Estoy completamente enamorado de ella, no puedo perderla".

Todo iba relativamente bien hasta hace un mes, cuando Matías se volvió un poco más intenso. Estaban en la casa de Santiago con las demás chicas, y todos soltaban unos tiernos "aw..." por algo que Matías decía sobre ella. Ella simplemente sonreía y bebía un poco del jugo que tenía frente a ella. Matías la observaba y ella lo miraba de reojo, él le quitó el vaso y la besó frente a todos, provocando un bullicio tremendo.

—Ya era hora —dijo Sol, sonriendo—. Sinceramente, siempre creí que eres un tarado, Matías. ¡Pero bueno! Ustedes son la segunda pareja más linda de aquí, después de mí y mi bebé...

Ella se rió. Las gemelas eran divertidas. Todas las chicas empezaron a hablar de sus relaciones: José con Guido, Tamy con Facundo y así. Observó a Anto que hablaba felizmente con Bruno. Ambos se veían lindos, al igual que Maty y ella cuando tuvieron sus idas y venidas. Ellos no eran la excepción al juego. Sin querer, soltó un suspiro reprimido mientras ciertos ojos curiosos la veían. Le mostró la lengua y él hizo lo mismo. Eran los mejores amigos.

—Patito... —susurró Matías en su oído—. Me gustaría ir a caminar por ahí. ¿Me acompañas?

—No lo sé —respondió ella—. Aquí está cálido y afuera hace un poco de frío, pero si quieres ir a caminar, díselo a uno de los chicos. Seguro que estarían encantados de acompañarte.

Matías la observó de manera seria y volvió a hablar.

—No me entiendes lo que quiero decir.

—Claro que te entiendo, pero hace frío.

—No, no entiendes... seré más directo. —volvió a susurrar, más cerca de su oreja, y eso extrañamente le provocó un escalofrío que antes no había sentido—. Quiero estar a solas contigo, Patito.

Ella abrió los ojos, apenas disimuladamente. Maty seguía mirándola, esperando una respuesta, pero su pregunta la dejó en blanco. Observó cómo todos hablaban felices entre ellos, creando un ambiente bastante agradable, mientras procesaba información sin contexto. Sintió las manos de Matías tomar las suyas y jalarla hacia él. Los chicos las miraron y ella no sabía qué decir.

—¿Ya se van? —preguntó José.

—¡Eh! ¡Chicos! No pueden irse aún, es muy temprano —se quejó Alan al lado de Catherina.

—Lo siento, pero Patito ya debe regresar a casa y la iré a dejar.

Quería decir algo, les juraba que quería decir algo, pero su cerebro no estaba en su mejor momento.

—Ah, Matías —sus ojos cayeron en Bruno e intentó mandarle una señal de auxilio.

—¿Sí?

—Patito todavía no puede irse. Le dije a sus padres que yo iría a dejarla en casa a las once, y aún son las diez.

Imposible no enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora