Capítulo 4

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Las dudas y temores paralizaban a Patito, y el peso de guardarlos solo para sí misma los hacía aún más abrumadores. Los nervios la invadían una vez más, provocando temblores y sollozos incontrolables. Bruno, su mejor amigo, no sabía si abrazarla o golpear a alguien, y ese "alguien" no le agradaba mucho en ese momento.

—Patito, por favor. Necesito que me digas qué pasa, no puedo hacer nada sin saber qué te sucede —suplicaba Bruno, con preocupación en sus ojos.


Ella lo miró con los ojos enrojecidos y llenos de lágrimas, y un leve puchero escapó de sus labios antes de romper en llanto, buscando refugio en los brazos de Bruno y su cálido abrazo. Habían pasado unas horas desde lo sucedido. Esa noche le había hablado a Bruno y había salido de la casa de los hermanos a altas horas de la madrugada, dejando una nota a José diciéndole que su mamá la necesitaba en casa.Bruno, lo primero que hizo, fue abrazarla con fuerza, tratando de calmar su llanto. Caminaron en silencio, abrazados, hacia la casa de Bruno. Ella no quería ir a la suya y preocupar a sus padres con ese drama. Su familia ya había pasado por suficiente como para lidiar con el corazón roto de una chica.

Él estuvo a su lado durante toda la noche, incluso se quedaron dormidos juntos en el sofá de su casa. Al despertar, sintió una cierta calma, pero pronto los recuerdos de la noche anterior provocaron náuseas y un torrente de lágrimas nuevamente.

Y así estaba ahora, llorando en los brazos de su mejor amigo, quien pacientemente la cuidaba y consolaba.

—Lo siento, Bruno, lo siento —sollozó entre lágrimas, mirándolo a los ojos. Él le dedicó una sonrisa reconfortante.

—Patito, no te disculpes... Solo dime, ¿qué te tiene tan angustiada? —le acarició el cabello, ahora desordenado, mientras limpiaba sus lágrimas.

En silencio, ella se limpió las lágrimas que seguían cayendo y trató de encontrar las palabras adecuadas.

—Soy una idiota, Bruno, ¡una idiota! —soltó las palabras sin pensar, mirándolo a los ojos.

Su amigo se quedó en silencio, observándola con cuidado. Con una débil sonrisa, tomó su rostro entre sus manos y secó sus lágrimas.

—Patito... —dijo con voz ronca. —Te haré una pregunta y necesito que me respondas con sinceridad, ¿de acuerdo?

Ella asintió con la cabeza, nerviosa por lo que vendría a continuación.

—¿Matías te obligó... te obligó a corresponderle de esa manera? —preguntó, y tosió antes de continuar. —Dime la verdad.

Sin poder contenerlo, ella volvió a llorar y se alejó ligeramente de Bruno. Él soltó un suspiro contenido, se pasó la mano bruscamente por el cabello y se levantó del sofá, caminando de un lado a otro. Ella simplemente se dejó llevar por las lágrimas, sintiéndose como si hubiera retrocedido a sus once años.

—¡Lo voy a matar! —exclamó Bruno de repente, deteniéndose en seco. Ella lo miró con sorpresa y desesperación.

—¡Bruno! —lo reprendió, intentando calmarlo.

—¿Qué? —respondió, aún lleno de furia. —¡No me digas que no le haga nada, porque te juro, Patito, que no se lo merece!

—Pero Bruno, él no hizo nada... Quiero decir, el problema soy yo —explicó entre sollozos.

—¿Qué? —Bruno la tomó de la mano y la guió hacia su lado. Se sentó sin apartar la vista de ella.

—Bruno, necesito decirle esto a alguien, y siento que ese alguien eres tú, porque confío en ti —le dijo con voz temblorosa.

Imposible no enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora