Capítulo 25

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Patito y Bruno caminaban de la mano por la tranquila plaza, sus pasos acompasados al ritmo de sus pensamientos. El atardecer teñía el cielo de tonos cálidos y anaranjados, creando un ambiente nostálgico que reflejaba a la perfección los sentimientos que ambos compartían en ese momento.

- Es la última competencia que vamos a tener como grupo... ¿No te parece increíble? Ha pasado tanto tiempo y parece algo irreal pensar que ya nada será igual -suspiró Patito con un dejo de melancolía en su voz.

Bruno la escuchaba con atención, su expresión seria mientras contemplaba el horizonte. Comprendía perfectamente lo que Patito quería decir. Habían compartido tantas experiencias juntos, habían crecido como personas y como artistas en aquellos grupos, y ahora, el final de esa etapa estaba a la vuelta de la esquina.

Patito estaba sumergida en sus pensamientos, incapaz de dimensionar la cantidad de años que habían transcurrido desde que llegó al colegio a la edad de doce o trece años. La idea de que Bruno y los demás chicos estaban por graduarse y que los grupos se iban a disolverse la llenaba de tristeza. A ella aún le quedaba un año en ese colegio, mientras que sus amigos ya debían comenzar a pensar en qué harían con sus vidas.

Por su parte, Bruno también estaba perdido en sus pensamientos. No tenía una idea clara de qué quería hacer en el futuro ni cómo iba a sobrellevar la vida adulta que se acercaba rápidamente.

- ¿Te sientes triste por eso? -preguntó Bruno, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.

- Algo así... -se quejó Patito con sinceridad-. Todos ustedes se van y yo me quedo... los voy a extrañar todos los días. No será lo mismo sin ustedes.

Bruno apretó suavemente la mano de Patito en señal de apoyo, comprendiendo el peso de sus palabras.

- Pero nos veremos muy seguido, tú y yo -dijo Bruno con una sonrisa sincera-. Prometo venir a buscarte todos los días de tu último año.

Patito levantó la mirada y se encontró con los ojos amorosos de Bruno. Sin decir una palabra, se abrazaron con fuerza, como si ese gesto pudiera encapsular todos los sentimientos que compartían. Su relación había recorrido un largo camino, desde el momento en que Patito decidió preguntarle directamente a Bruno si quería ser su pareja. Fue una sorpresa para él, ya que había planeado un momento más romántico para hacerlo, pero Patito parecía ansiosa por conocer la respuesta y lo hizo durante un recreo mientras hablaban sobre su proceso de conocerse mutuamente.

Desde ese día, Bruno no se había separado de su novia. La acompañaba a todas partes, y en más de una ocasión habían compartido noches juntos en el garaje, abrazados y disfrutando de su compañía. Su relación no solo era de amor, sino también de amistad; eran los mejores amigos el uno del otro.

La relación entre Bruno y Matías había mejorado con el tiempo, aunque aún no eran los más cercanos. Se limitaban a saludarse y, ocasionalmente, a intercambiar algunas palabras. En el caso de Antonella, siguió persiguiendo su sueño de convertirse en una gran cantante y, en el camino, conoció a un atractivo actor de una telenovela juvenil. Ambos sintieron un flechazo de amor a primera vista, y la personalidad de Antonella se volvió más dócil en ciertos aspectos.

Patito, por su parte, continuaba persiguiendo su sueño de convertirse en una gran artista, pero había enfrentado una serie de fracasos y desafíos que habían sacudido su confianza. A pesar de los obstáculos, Bruno seguía a su lado, brindándole un apoyo inquebrantable.

En el presente, los grupos de comedia musical se preparaban para enfrentarse en una competencia con otros colegios. Para Patito, esta competencia tenía un significado especial, ya que sería uno de los últimos recuerdos compartidos antes de que todos sus amigos se fueran por diferentes caminos.

- ¿Se van a reunir en la casa de José? -preguntó Bruno mientras acariciaba un mechón de cabello de Patito de manera tierna.

Patito asintió con la cabeza.

- Sí, todos estarán allí... ¿Y tú vas a la casa de Antonella?

Bruno asintió con cierta melancolía. No tenía muchas ganas de ir, pero tampoco quería dejar a su grupo en un mal lugar.

- Te voy a dejar en casa de José y luego me voy a casa de Antonella... - Bruno comenzó a decir, pero Patito lo interrumpió.

- Bruno, puedes irte, no te preocupes por mí. Puedo llegar sola.

- Pero... ¿Estás segura? Podría decirles que tuve un problema y...

- No, estoy segura. Ve allá. Seguramente los chicos te están esperando para ensayar, y ya te he robado suficiente tiempo estando aquí contigo y escuchando mis dramas.

Bruno sonrió tiernamente.

- Te escucharía toda la vida, Patito.

El corazón de Patricia comenzó a latir con fuerza, y sin previo aviso, Bruno robó un tierno beso a la rubia justo en ese momento. Patito sintió cosquillas recorriendo su cuerpo, y se dio cuenta de que solo Bruno, con su ternura y cariño, podía tener ese efecto en ella.

El beso comenzó suavemente, con los labios de Bruno rozando los de Patito con delicadeza. Era un beso cargado de amor, un beso que expresaba todo lo que sentían el uno por el otro. Bruno acarició suavemente la mejilla de Patito con el pulgar mientras mantenía el beso, haciéndola sentir aún más especial.

Patito se entregó al beso por completo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado en su pecho. Sus brazos rodearon el cuello de Bruno, acercándolo aún más a ella. Los dos se fundieron en ese momento, olvidando todo a su alrededor.

Fue un beso tierno pero apasionado, un beso que sellaba su amor y su complicidad. Cuando finalmente se separaron, ambos tenían sonrisas radiantes en sus rostros.

- Te amo, Patito -susurró Bruno, con la voz cargada de emoción.

- Y yo a ti, Bruno -respondió Patito, sintiendo que su corazón estaba a punto de salirse de su pecho.

Se miraron profundamente a los ojos, como si quisieran grabar ese momento en sus almas para siempre. Bruno le dio un último beso en la frente antes de separarse, y juntos continuaron su camino hacia las casas de sus amigos, con el amor irradiando en sus corazones.

Patito y Bruno caminaban juntos por la plaza, sus pasos resonaban en el suelo mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. La brisa suave acariciaba sus rostros, y en ese momento, parecía que el mundo entero se había detenido para darles un espacio en el tiempo. Estaban a punto de vivir un momento que cambiaría sus vidas y afectaría a todos aquellos que habían sido testigos de la evolución de esa niña rubia que solía ser tan insegura acerca de sus capacidades y talentos.

La joven rubia, que en un tiempo había luchado con inseguridades sobre sus propias capacidades y habilidades, había experimentado un cambio drástico en su vida. Antes, había imaginado un futuro que se entrelazaba con la vida de Matías, creyendo que su historia de amor sería eterna y que vivirían felices para siempre. Sin embargo, el amor, ese sentimiento indomable, no se rige por reglas preestablecidas ni sigue planes trazados. El corazón no obedece a las órdenes de la mente; simplemente, se entrega.

Y en ese momento, Patito había entregado su corazón a Bruno, el joven apasionado y tierno que ahora caminaba a su lado. Juntos, se dispusieron a descubrir el mundo que se extendía ante ellos. Para Patito, no importaba que tan misterioso pudiera ser el futuro; lo único que tenía claro era que quería a Bruno a su lado durante todo ese viaje que tenían por delante. Deseaba experimentar el amor en todas sus formas: el amor que hacía latir su corazón con pasión, el amor que la hacía llorar de emoción, el amor que la hacía reír a carcajadas, incluso el amor que a veces les haría sufrir. Porque sabía que esas eran las etapas necesarias para crecer, para convertirse en la persona que querían ser.

Mientras caminaban juntos hacia su destino, el sol se puso en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos cálidos y dorados cubriendo aquel cielo azulado, como si el universo mismo estuviera celebrando su amor. Patito y Bruno estaban listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara en el camino, sabiendo que, mientras estuvieran juntos, no habría dificultades que no pudieran superar. Su historia de amor estaba recién comenzando, y estaban emocionados por vivirlo; cada paso, cada beso, cada risa, cada lágrima... porque entendían que el amor verdadero era un regalo sin fin, una melodía eterna que resonaba en sus corazones.

Fin.

Imposible no enamorarseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora