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Pasó una semana.

La madre de Marcy se encontraba en su alcoba mientras la pequeña jugaba con el peluche de Sprig que tanto le gustaba.

— Hija, debes ser más amable con Sasha, ella pregunta por ti todos los días, y sabés que sólo quiere ser tu amiga.

— Nunca he tenido una. ¿Las amigas se dan galletas? —A la pelinegra le gustaban las galletas de fresa, esperaba que Sasha pudiera darle algunas.

— Sí, pueden compartir galletas y jugar todos los días si quisieran, sólo trata de mantenerte calmada cuando estés con ella, ¿Bueno?.

— Oki doki.

La mujer intentó acariciar la mejilla de la infante en un gesto cariñoso, pero Marcy puso una expresión de pánico y se escondió bajo la manta que tenía a su lado.

— Lo siento cariño, a veces lo olvido.

Sasha entró a la habitación con una flor en sus manos, y la mujer olvidó por un momento la tristeza que se le presentó, invitó a la de cabellos rubios más cerca de su hija.

— Las dejaré solas.

Sasha asintió y se sentó junto a Marcy pero sin llegar a hacer contacto.

— Tu pelo es divertido, me gusta, es bonito.

La de ojitos azules sonrió.

— Gracias, Mar-Mar.

Aquella tarde, las pequeñas pudieron hablar más de lo que habían intentado en los últimos días.

Sasha se fué a su casa con un peluche de Sprig.

Y Marcy tenía una flor en su mesita de noche, junto a un dibujo.

Y Marcy tenía una flor en su mesita de noche, junto a un dibujo

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora