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Ambas chicas estaban en los columpios del parque cerca del instituto.

Aunque Sasha ya había salido del último año, a Marcy aún le quedaban dos años para salir. La mayor siempre la acompañaba de regreso a casa.

Marcy estaba yendo más seguido al psicólogo por unas innumerables pesadillas que tenía por las noches, pero ahí estaba Sasha para decirle que todo estaba bien. El especialista le había dicho que eran los efectos secundarios del tratamiento, refiriéndose a las conversaciones donde Marcy debía recordar ese momento tan horrible para dejar que este se fuera de una vez de sus pensamientos.

Marcy tenía ojeras bajo sus ojitos y se veía muy pálida, pero estaba feliz de igual forma. Y para Sasha, Marcy siempre sería la chica más preciosa del mundo.

—Mar-Mar.—Sasha habló de repente, casi haciendo que Marcy se cayera del columpio por la repentina sorpresa.— ¿Sabías que puede caber todo el universo en mis manos?.

—¿Qué?.

La de cabellos rubios se puso de pie y se paró frente a Marcy, quien la miraba algo desconcertada. Tomó entre sus manos la carita de la menor y allí fue cuando lo comprendió.

—¡Ay, Sashy!.

La de cabellos negros tapó su rostro con las mangas de su polo, queriendo desaparecer por el inevitable sonrojo.

—Vamos, Mar-Mar, se hace tarde.

Marcy asintió, sin mirar a la mayor.

Aunque ésta le tomó la mano mientras caminaban lentamente.

Pero no sabían que ocurriría cuando llegarían a casa...

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora