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—Entonces... ¿Estamos como siempre?.

Sasha no sabía si había formulado bien la pregunta, sólo podía concentrar su mente en que Marcy se encontraba acostada con la cabeza en sus piernas, mirando el gran ventanal frente a la cama de la menor.

Afuera corría mucho viento, era obvio que el invierno caía otra vez en la ciudad y con él la nieve.

Sasha pasó una sus manos por el cabello de Marcy, tratando de darle mimos como había extrañado hacerlo.

Y es que quizá algún día le diría que la extrañó desde que se subió al avión, que no podía concentrarse en ningún ensayo, que había quedado en blanco en las dos primeras funciones o que incluso había llorado casi cada noche del primer año que estuvieron separadas. Por eso después no había podido seguir llamando o escribiendo mensajes, o no habría salido de la tristeza y no habría podido hacer que Marcy se sintiera orgullosa de ella.

—Creo que sí, ¿Aún me amas?.

—Por supuesto que sí, Marcy. Siempre te amaré.

La de cabellos negros se sintió estúpidamente feliz. Mentiría si dijera que en algún momento no había pensado que la mayor había conocido a alguien más... Pero ahora sabía que su corazón era totalmente suyo y de nadie más.

La nieve comenzó a caer en divertidos copos rápidos y pequeños, visibles desde la ventana frente a la que estaban.

Marcy se levantó sólo para sentarse bien, ante la sorpresa de Sasha, no hizo nada más que tirarse a los brazos de la otra y besar sus labios como se había estado aguantando desde que llegó.

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora