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Marcy estaba saliendo de una exitosa primera clase de danza. La habían aceptado de inmediato y aquello hacía que su corazoncito se sintiera más feliz que nunca.

Además habían aceptado su condición diferente.

Así que todo iba bien aquel día, o al menos eso creía antes de salir del edificio.

Afuera había un hombre de edad mayor, sentado en una de las bancas del lugar.

Marcy sintió un frío horrible recorrer su espalda cuando su padre entró en su campo de visión.

Trató de pasar desapercibida para que no pudiera reconocerla, pero no funcionó.

— ¡Marcy!.

— ¿Qué quiere?.

— Necesitamos hablar, hija.

— Yo no soy su hija, usted lo sabe.

Marcy, aprovechando que el hombre estaba un poco lejos aún, marcó rápidamente el número de Sasha y guardó el móvil en su bolsillo pero sin cortar la llamada.

Sasha contestó y escuchó lo que pasaba del otro lado de la línea.

— Vamos, han pasado años, fué un error. No puedes hacerme esto, sabes que te amo por sobre todas las cosas, como a tu madre. Eres mi hija.

— Está enfermo.

El hombre la tomó del brazo.

Sasha ya iba saliendo de la casa algo agitada mientras escuchaba atenta a lo que decían.

— Suélteme, por favor. O voy a llamar a la policía.

— No serías capaz, Marcy. Éres una niña preciosa, no le harías eso a tu padre.

Por suerte, el edificio sólo quedaba a tres estaciones de la casa de Sasha, el tren llegó rápido al lugar.

Sasha preguntó a todos por el nombre del edificio, porque no tenía idea de donde estaba.

Hasta que por fin alguien le dio las indicaciones correctas.

Pudo ver a Marcy cuando iba llegando, el hombre aún la tomaba el brazo para que no se escapara.

Sasha soltó a Marcy de su agarre con un empujón para el otro, la menor se escondió en su espalda, llorando.

— Vuelve a tocar a Marcy y no voy a responder por mis actos, señor Wu.

— ¿Quién te crees, mocosa? Tengo más derecho que tú sobre ella.

— Ese derecho lo perdió cuando le hizo eso, me da asco.

— De todas formas, la toqué antes que tú.

— No pudo haber dicho peor cosa.

Sasha le dio un golpe con su puño directo en el rostro y estuvo a punto de perder el control de sus acciones si no fuera porque escuchó los sollozos y jadeos enormes de Marcy.

Otra vez, una crisis de pánico.

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora