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—Sashy, cariñoooo.

Marcy estiró los bracitos; habían llegado a casa muy tarde y ahora que se encontraban cruzando la puerta de entrada del hogar de la mayor, Marcy se sentía sin ninguna fuerza para seguir caminando.

Lo mejor que se le había ocurrido era aprovechar la fuerza de Sasha, su bajo peso y estatura no le harían problema.

Aunque nunca se habían comportado así de cariñosas.

Pero a la mayor no pareció importarle, porque la tomó en sus brazos luego de dejar su mochila tirada por el suelo.

Marcy se abrazó a los hombros de Sasha y enredó sus piernas en la cadera de la otra, se sentía rara pero extrañamente cómoda al estar de ese modo.

Se sentía como una niña pequeña, se sentía amada.

Sasha podía percibir la leve respiración de Marcy en su cuello, y sonrió, porque la menor era más liviana de lo que imaginaba.

Y así caminaron hasta la habitación, donde una cansada Marcy cayó en la cama para darle paso a un juego de besos en las luces apagadas.

No supieron si fue la emoción del momento, o quizá el cansancio que hizo que sus sueños se mezclaran con la realidad, pero ambas sintieron lo mismo.

El corazón de Marcy estaba hecho para el de Sasha y viceversa.

Eran casi como compañeras de alma.

La rubia aún no podía creer que parte del corazoncito de Marcy le pertenecía, era mágico.

—Mar-Mar, te amo más que a cualquier cosa en ésta vida y en la siguiente.

—Ay, Sashy. Me dueles, pero también te amo.

Entre risitas, lo que menos hicieron fue dormir aquella noche.

Entre risitas, lo que menos hicieron fue dormir aquella noche

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora