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Marcy y Sasha caminaron por la oscuridad de la noche tomadas de la mano, como antes.

A pesar de que la baja quería que Sasha le contara todo lo que había hecho mientras estaba de viaje, prefirió dejarlo para otro momento.

Le gustaba sentir la presencia de la mayor.

Ese día, Marcy volvió a casa con una sonrisa boba en los labios.

Había invitado a la rubia a una de sus clases, sólo para mostrarle lo mucho que se esforzaba.

Sasha, por supuesto, no había evitado mostrar lo emocionada que estaba. Quería ver como aquella chica que cuando la conoció a penas era capaz de salir de su habitación, ahora podía hacerse valer por sí misma.

Marcy tenía una paciencia enorme con los pequeños que iban a sus clases, y les enseñaba como vencer su timidez a base de buenos consejos.

—No, no. Mira, debes hacerlo así, con pasitos cortitos, como los pingüinos. —Marcy le mostró al niño como hacer el movimiento de la coreografía correctamente.

¿Hace falta decir lo emocionada que se sintió Sasha cuando escuchó eso?.

Sintió como su corazón volvía a acelerarse como hace tiempo no lo hacía.

Y más cuando Marcy bailó una pequeña canción cuando todos ya se habían ido y estaban solas. Se enamoró no una, si no mil millones de veces más de la pelinegra.

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Pasitos de Pingüino | SasharcyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora