BeomGyu había nacido en una familia un tanto mal estructurada. En otras palabras podría decirse que había sido un hijo no deseado nacido de unos padres agresivos e irresponsables. Desde muy pequeño todas sus preguntas habían sido calladas, por lo que las cosas que había aprendido de buena o mala manera habían sido mérito propio. Por culpa de cosas como aquellas, el pequeño BeomGyu nunca tuvo la confianza suficiente para volver a preguntar algo, apenas siquiera con sus padres. Le daba pánico que le riñeran y apenas alzaban la voz se echaba a temblar y es por eso que llegaba a callar incluso su hambre.
Cuando iba a la escuela le era imposible concentrarse pensando en si sus padres quizá estaban peleando y a pesar de ser pequeño, se imaginaba lo peor, definitivamente algo que un niño normal no imaginaría jamás. Los profesores se dieron cuenta de esto e inmediatamente lo enviaron al pedagogo que rápidamente pudo notar el comportamiento de un niño con dificultades para desarrollarse: Detectaron una gran falta de atención, trastorno de atención inatento y ansioso y una muy baja autoestima para su edad.
Tras esto se puso en alerta a su profesora, la cual como deber, contactó con los padres del menor. El pequeño iba a salir del colegio con la incertidumbre sobre si sus padres irían aquel día a recogerle temprano o tendría que esperar mucho tiempo, pero entonces sus padres aparecieron haciendo que el rostro del menor se iluminara hasta que su madre bruscamente tomó su brazo tirando de él hacia donde la habían citado.
Tras aquella tutoría como era de esperar la preocupación por el niño solo creció por parte de los profesores, sus padres le habían castigado de la peor manera: a base de golpes y con la ley del hielo. Esto únicamente logró que el niño poco a poco se aislara más en sí mismo, que rechazara el hablar y el roce o contacto visual o físico con las demás personas, él mismo se había aislado, y lo único que lo mantenía feliz mientras creaba su propio mundo eran aquellos juguetes de motos que le había regalado su profesora en clase por portarse bien, definitivamente le debía muchísimo a esa profesora.
Sus grandes ojos miraban de manera curiosa el mundo pero al no tener respuesta a nada simplemente trataba de darle su más lógica explicación, eventualmente rídicula. Poco a poco el niño fue creciendo, siendo más consciente de las cosas, aprendiendo lo que podía de aquellos libros que lograba encontrar en la biblioteca de la escuela: no tenía amigos, apenas lograba recordar el tono de su propia voz, no sabía lo que era el contacto humano. Sin embargo aquella profesora, la cual perdería en un par de años en adelante al entrar en el instituto, era la única persona que se encargaba de que el ya más crecido chico fuera capaz de expresarse y explicarle muchas de las cosas que él no se había atrevido jamás a preguntar. Ella era la figura materna que él jamás había tenido, pero él mismo sabía que eso no duraría para siempre.
El instituto llegó y sus lágrimas corrieron por su rostro por primera vez después de tanto tiempo al tener que despedirse de su segunda madre. Sabía que los profesores en aquel lugar no tendrían aquella paciencia y que le exigirían más de lo que él era capaz de dar. El entonces ya adolescente había desarrollado una depresión que estaba carcomiéndolo al completo en su interior. A muchas chicas él le parecía interesante, pero él solo trataba de evitarlas sintiendo miedo hacia ellas, no confiaba en las mujeres, y si no confiaba en ellas menos aún en los chicos que jugaban a tirar su maleta por el pasillo como si fuera una pelota, a burlarse de su enclencle cuerpo y a tirar de su corticheado cabello el cual debía cortar él mismo.
Creció, los 16 habían llegado a él y el chico decidió dejar su cabello crecer. Jamás había tenido que lidiar de nuevo con ningún matón más desde que no pudo aguantar más aquello y se peleó con ellos. Había sido su primer y último contacto físico en el instituto y definitivamente sentía que podía acostumbrarse a aquel contacto, únicamente a aquella sensación de adrenalina que lo hacía sentir vivo.
Pronto el lider de un evento de carreras ilegales puso el ojo en él, supo perfectamente lo que necesitaba aquel niño y rápidamente lo fichó para sus carreras. Enseñó al chico a montar en moto y entonces él sintió aquella adrenalina de nuevo recorrer su cuerpo, haciéndole quedarse con aquel hombre sin pensarlo, las motos le hacían sentir seguro de una forma u otra. BeomGyu fue en bocas de todos al ser el miembro más joven de las carreras y a la vez tener tanto potencial para ganar con facilidad. El dinero fue creciendo con él y en apenas dos semanas pudo mudarse sin decirle ni una sola palabra a sus padres, los cuales ni siquiera pusieron resistencia en que se quedara o insisitencia en ir a buscarle, lo cual fue mejor para él.
Junto con las carreras llegaron también las mujeres y a pesar de que eso lo aterraba, el ver una mujer desnuda por primera vez hizo su cuerpo reaccionar de una manera tan extraña que jamás pensó sentir. Aquella chica, unos cuantos años mayor, estaba haciéndole sentir bien mediante el contacto físico, cosa que ni siquiera él mismo pudo creer, y por tanto se volvió un adicto a aquel sentimiento. Fácilmente tenía mujeres a sus pies, era un bombón y las chicas bajaban sus bragas por él con rapidez. Las tomaba sin importar lugar o momento, simplemente las usaba y luego desaparecía hasta necesitar de nuevo algo de acción. Pero no todo había sido tan vanal desde que conoció a quien se convertiría en su pilar fundamental, quien ganó su confianza con paciencia y a pulso: Choi YeonJun.
Así pasó su vida Choi BeomGyu, así hasta que la conoció a ella, que se quedó pegada en él como una pequeña mariposa buscando un lugar donde poder realizar su crisálida. Ella le había hecho sentir como aquella profesora, eso le había asustado, le daba miedo perderla pero la había perdido por haber sentido una traición en su corazón. Le daba miedo cuando le tocaba, le daba miedo cuando le besaba, le daba miedo cuando le miraba porque él siempre había temido aquello pero a pesar de lo incómodo que era para él, quería más. Por no saber cómo controlar sus sentimientos, había vuelto a perder porque el hombre siempre tropezaba con la misma piedra.
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See you later, boy.- Choi BeomGyu y tú.
FanfikceChoi BeomGyu, ¿qué decir de Choi BeomGyu que no sepamos ya? El arriesgado motorista maleante, alcohólico, celoso, peligroso y lujurioso... Pero, ¿hay algo más que pueda esconder el desagradable chico? Quizá lleve años pero _____, la chica que intent...