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Yeong

Ese lunes, dos días después de la exposición, pude asistir a clase como siempre. Tae se alegró al verme aparecer a primera hora de la mañana. Nos sentamos juntos y habría jurado que volvió a la vida tras confirmar que estaba de una pieza y sin más heridas visibles que la de mi labio.

Agarró mi mano bajo la mesa y comenzó a hablarme de su fin de semana, contento.

Fue refrescante poder charlar con él porque disipó cualquier duda que hubiese tenido. Al igual que con Jungkook, también temí que Tae decidiera alejarse, sobre todo porque no estaba nada familiarizado con la gente que tuvo que manejar durante la exposición. Tampoco me había visto nunca ser maltratada, pero, pese a todo, me demostró su cariño y decisión.

Tae era diferente. Era como yo unos años antes e involucrarle en todo ese mundo de engaños y dolor no debería haber sido siquiera una opción.

Nos despedimos tras las clases. Él tenía que trabajar por la tarde y yo me dirigía hacia la librería con la esperanza de encontrar allí a mi hermano y a Jungkook. Por lo tanto, le pedí a Taehyung que no hablase con ellos aunque estuviesen desesperados por una noticia que los tranquilizara. Yo mismo iría, prueba viviente de que aún no había llegado el fin de mis días.

Además, aprovechar la misteriosa serenidad de Jae era la mejor idea que se me ocurría. No me tocó ni un pelo desde que nos marchamos del recinto donde se celebró la exposición, algo poco común, pero me decidí a tomar la oportunidad y pasar la tarde con los chicos.

Mi cuerpo no estaba en las mejores condiciones y el calor de mayo no me ayudaba en absoluto. Cuando llegué a la calle de la librería, que no quedaba muy lejos de mi facultad, pensé que me moriría de un maldito sofoco.

Resoplando y abanicándome el escote, di gracias a mi yo de primera hora de esa mañana por haber cogido una falda del armario. No acostumbraba a llevar, en especial cuando eran más cortas, puesto que mis piernas solían estar marcadas y coloreadas de golpes de diferentes colores. No me gustaba, sin embargo, aquella prenda era larga y ligera, lo que la hacía perfecta para esa oleada de calor tan poco deseada.

Empujé la puerta de la tienda mientras arrastraba un pesado suspiro. La buena temperatura que mantenía Nam logró relajar mis músculos en un abrir y cerrar de ojos.

Eché un vistazo, asegurándome de que, al ser casi la hora de comer, no había nadie en el lugar. Todavía tardarían un rato en llegar las primeras personas que habían descubierto un grato refugio en aquella librería que servía a la vez de biblioteca en una época repleta de entregas, trabajos y exámenes próximos.

Nadie salió a recibirme a pesar del fino oído de mi hermano. Siempre que alguien entraba, el suave sonido de las bisagras actuaba como una alarma automática para Namjoon, así que supuse que estaría en el almacén o en el segundo piso.

Di un paso hacia el interior y un débil sonido procedente de las últimas estanterías me indicó que no estaba completamente sola.

Tosí, haciéndome notar.

—¡Un momento! —oí cómo dejaba unas cajas a toda prisa y se encaminaba al pasillo central—. Ya estoy con usted, ¿qué quería ...?

Se estaba limpiando las manos, pero dejó de hacerlo en el instante en que quiso ponerle cara a la clienta que había aparecido a esa hora tan extraña.

Ralentizó el flujo de sus pasos al tiempo que sonreía. Suspiró, descansando después de días difíciles. Pude escucharlo aunque hubiese más de cinco metros entre nosotros, provocándome una incipiente sonrisa también.

No había palabras que describieran lo feliz que me sentía por verle. Me tocaría agradecer a Nam porque no cabía ninguna duda de que le había puesto horas extra.

answer » jungkook |+18| #1 VIRAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora