Filipinas

537 21 14
                                    


Islas Dinágat, Filipinas, año 2025...

Es un 17 de febrero. Alicia Sierra y la pequeña Victoria vivían en una casita en frente del mar. Ésta tenía un enorme salón con todo lo típico, sofá, mesa, sillas, etc., unido a éste estaba la cocina, una cocina americana que le encantaba, porque así vigilaba mejor a su niña mientras cocinaba. Seguido estaba el cuarto de baño, muy espacioso también, en el cuál cabía, a parte del inodoro, el bidé, un armario y su espejo, una ducha con un panel de hidromasaje, además de un par de sillitas incorporadas, una bañera del tamaño como para dos, y un jacuzzi con capacidad de hasta 8 personas.

En la parte de arriba, después de las escaleras, había un par de habitaciones de invitados, al lado la habitación de la pequeña de la casa, con su cama, su tocador, el cuál siempre le hizo ilusión tener para guardar sus cositas, un enorme armario con un montón de ropa, y un inmenso escritorio con su sillita de Frozen. Y, junto a ésta, al fondo del pasillo, se encontraba la habitación de la dueña de la casa, con su cama de 200 x 200 cm, su armario, su zapatero, su escritorio, su tocador y un sillón seguido de una televisión de 85 pulgadas, sólo un poco más pequeña que la del salón. Atravesando los enormes ventanales que tenía esa habitación, disfrutaba de un pequeño balcón, con una mesita y dos sillas a juego.

Y todavía había una parte más arriba, la buhardilla. Generalmente la mayoría de la gente lo utiliza como trastero, acumulando lo que no necesitan a diario, pero ellas no, tenían ese espacio muy bien ordenado y bien aprovechado, con un lindo telescopio, un largo sillón, un profundo baúl en el cuál se encontraba un montón de juegos y juguetes, una mesa con dos sillas, un equipo de música, unos cuantos farolillos colgados con esas velas que creaban un ambiente tan agradable cuando empezaba a oscurecer, y debajo de todo esto se hallaba una preciosa alfombra persa con un diseño que le encantaba y adornaba tan bien ese altillo. Y, por último, en la entrada, había un enorme jardín, en el cuál la pequeña de la casa se podía pasar horas jugando, ya que tenía un tobogán, unos columpios y demás juegos.

Era un sábado por la mañana, Alicia estaba en el jardín de su casa trasplantando unos cáctus que tenía. Llevaba un vestido de tirantes de color azul celeste, no muy largo, le llegaba hasta las rodillas, y se había hecho una trenza que dejaba caer hacia delante por su hombro izquierdo. De repente escuchó ruidos dentro de casa, y fue a asomarse por la ventana que daba justo al comedor desde esa zona del jardín. Lo que vio le causó tanta ternura, que no pudo evitar mostrar una gran sonrisa. Desde ahí podía ver a Victoria, ya con casi 4 añitos, sentada en el sofá, todavía en pijama, su pelo del mismo color al de su madre, despeinada, tapada con una mantita, su osito de peluche azul entre sus brazos y su dedo pulgar dentro de su boca, chupándolo como si aún fuera un bebé, y a su lado Comisario, su gatito. Había encendido la televisión para ver sus dibujos favoritos, y ahí estaba, tan tranquila. La pelirroja observó a su hija durante unos minutos más, hasta que decidió entrar en casa, quitándose antes esos guantes que se había puesto para arreglar sus cáctus, y se acercó a su pequeña.

- Pero bueno, parece que la princesa de la casa ya se ha despertado - se agachó delante de ella - ¿y mi beso de buenos días?

- ¡Mamiii! - respondió Victoria abrazando a su madre y dejándole varios besos en su mejilla - ¡Buenos días!

- Buenos días, mi vida. ¿Qué haces?

- Viendo mis dibujos con el señor Bobo.

- Nunca entenderé por qué le pusiste ese nombre a tu osito de peluche.

- Porque se deja hacer todo lo que yo quiero - respondió abriendo sus bracitos como si la respuesta fuera obvia. Su madre intentaba esconder la risa, pero lo que acabó mostrando fue sus ojos rodando hacia arriba.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora