Segundas oportunidades y limpiezas espirituales (2a parte)

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Eran las siete de la mañana, y Bastian se encontraba en la habitación de la pelirroja, más concretamente en su cama, los dos dormidos, abrazados y desnudos, aunque tapados con la sábana. En ese momento, la pequeña de la casa abrió la puerta de un golpe, como siempre, a pesar de que su madre le repetía una y otra vez cómo debía hacerlo, pero hacía oídos sordos. La niña escaló hasta subir sobre el colchón, donde comenzó a saltar.

- ¡Buenos días!

- No me jodas ¿qué hora es? - se quejó, somnolienta.

- Ya ha salido el sol, así que es hora de levantarse.

- Victoria, no puedes entrar y despertar así a la gente, no he dormido nada y ahora lo estaba consiguiendo, coño.

- ¿Por qué no has dormido? ¿Estás malita?

- No, es sólo...

- ¿Bastian no te ha dejado dormir?

- Más o menos - ladeó una sonrisa mirándolo traviesa.

- No me eches toda la culpa a mí que tú tampoco me has dejado dormir - se defendió él.

- Bueno, dejémoslo en un fifty fifty.

- ¿Estáis desnudos? - la pequeña iba a destapar, pero su madre rápidamente se lo impidió, sujetándola para que no tirara más.

- Joder, Victoria ¿puedes salir de la habitación? Ahora bajo y preparamos el desayuno, pero dame unos minutos, hazme el favor.

- Bueno, pero no estéis mucho rato dándoos besitos, que luego tengo que volver porque se os ha hecho tarde ¡Ah! Una cosita más - levantó su dedo índice en forma de reclamo - Bastian, cuando duermes aquí, mamá no me quiere dar leche, a ver si no voy a querer que te quedes.

- ¡Será posible! ¡Victoria! No amenaces, si se queda es porque yo quiero ¿te queda claro? No tienes nada que exigir, enana - agarró un pie de su hija hasta hacerla caer para hacerle cosquillas.

- ¡No! ¡Para mami, por favor!

- Pues no incordies y compórtate adecuadamente, tú no das órdenes, o me voy a comer ese dedito tieso ¿Quién manda aquí?

- ¡Ah! ¡Ayuda!

- ¡Dime! ¿Quién manda en esta casa?

- Tú.

- ¿Cómo?

- ¡Tú! ¡Tú eres la dueña de la casa!

- Pues que no te vuelva a escuchar dar órdenes a nadie ¿entendido?

- Vale.

- Ven, dame un achuchón anda - madre e hija se fundieron en un dulce abrazo durante varios segundos - te quiero mucho, mi bicho travieso.

- Yo también, mami.

- Venga tira, ahora bajamos.

La pelirroja palmeó su trasero y ésta salió corriendo.

- ¿Y si hacemos uno rapidito? - se arrimó con intención el rubio.

- Me encantaría, pero va a ser que no - lo besó - no quiero quedarme a medias, y sabes que como tardemos más de dos minutos la tenemos aquí otra vez.

- Me muero de ganas - le dio pequeños besos en el lateral de su cuello, haciéndola respirar pesadamente.

- ¿Después de las ochenta veces de esta noche? No te creo.

- Tú también quieres, confiésalo - iba bajando con sus besos cada vez más.

- No tengo nada que confesar, ah - gimió - pero no podemos ahora, Victoria no tardará en subir si no bajamos ya, está contando los segundos - elevó con la mano su rostro desde su barbilla para volver a besarlo con ganas, y después de un corto rato se separó, levantándose de la cama y poniéndose una bata, ante la atenta mirada de su amante.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora