Nuestra Obra De Arte 🔞 (2° Parte)

636 17 13
                                    



6 MESES DESPUÉS, VIERNES 7 AM.

- Cariño ¿estás segura que quieres volver al trabajo ya? ¿No crees que podrías quedarte más tiempo con la niña?

- ¿Cuántas veces hemos tenido esta conversación, Germán? Han pasado seis meses, necesito trabajar, y bastante estoy sacrificándome rebajándome a media jornada, tú no lo haces, así que por favor.

- Pero puedes alargarlo un poco más, un par de meses, o incluso hasta que la niña cumpla el año - Germán observaba con desasosiego e inquietud como su mujer intentaba dormir a su hija, paseándose por el salón.

- En serio, ya van cien veces, con esta ciento una - dejó escapar un largo suspiro - sólo voy a trabajar cuatro horas, deja ya el drama, al final me vas a hacer enfadar - Victoria comenzó a llorar - mierda, esto es por tu culpa, que lo sepas, estábamos muy tranquilas hasta que sacaste el tema, joder.

Alicia anduvo hacia la habitación con el bebé en brazos, meciéndola para intentar calmarla, cosa que parecía que no iba a suceder. Resopló agobiada, probó a ponerle el chupete en la boca, pero, después de succionarlo un par de veces, lo tiró al suelo, llorando todavía más fuerte.

- Mi amor, por favor, ya sé que no te gusta que levantemos la voz delante de ti, discúlpanos, a veces somos un poco cabezones los dos, pero ya está, ya pasó, tu papá lo va a entender, y luego me pedirá perdón, ya no te molestaremos más, va, duerme tranquila, pequeña.

La niña, como si hubiera entendido a su madre, comenzó a cesar su llanto poco a poco hasta que sólo se escuchaban pequeños sollozos. La pelirroja se metió en la cama mientras seguía meciéndola apaciblemente, se tumbó abrazando a su hija hasta que se durmió, y, segundos después, cayó rendida ella también.

Al cabo de unos minutos, Germán se asomó a la habitación, sin poder evitar inmortalizar lo que le pareció una obra de arte creada por los dos amores de su vida; acto seguido, se acercó a ellas y besó sus sienes. Alicia se removió un poco, pero continuó durmiendo, estaba muy cansada.

Dirigiéndose a la cocina, el hombre de la casa quiso hacerle el desayuno a su esposa, odiaba cuando discutían, y, tuviera o no la razón, siempre se sentía culpable, así que no dudó en prepararle un rico manjar, de los que sabía que le gustaban. Alzó la bandeja y, posteriormente, se dirigió a su habitación. Sobre aquella tabla de madera, se hallaban varios alimentos: una taza de café con leche, otra con zumo de naranja recién exprimido, una manzana, un trozo de bizcocho de chocolate, y, por supuesto, no podía faltar un donuts.

Abrió la puerta despacio, con cuidado para no despertar a su hija, dejó un momento la bandeja sobre un mueble y se acercó a su amada, dándole besos por su cara, descendiendo por su cuello, haciéndola estremecer; quiso seguir su camino, pero ella lo detuvo, abriendo por fin sus ojos mirándolo fijamente.

- Ni se te ocurra, estoy enfadada.

- ¿De verdad?

- Sí - contestó cortante, con la mano apoyada en su pecho con intención de separarlo de ella.

- Vamos, no quiero que te enfades conmigo, por favor.

- Pues no me des motivos.

Repentinamente, Germán agarró el rostro de su mujer, levantándole el mentón, y le robó un beso, casi salvaje, el cual correspondió encantada. La pelirroja, con su mano derecha, quiso sentir dónde se encontraba su hija, cuando la localizó, la colocó en su diminuto vientre, y, con su mano izquierda, tiró de la nuca de su marido, atrayéndolo hacia ella, y así evitar que terminara el beso todavía. Jugaban con sus lenguas, como si de una lucha se tratase, y la temperatura iba subiendo muy rápido. El moreno, depositó la mano que tenía libre en la cintura de su esposa, la introdujo por debajo de la camisa de su pijama, ascendiendo lentamente, pero ella, adivinando sus intenciones, lo detuvo, y terminaron el beso despacio, no sin antes dejarle a ella un sensual mordisco en su labio inferior, haciéndola gemir.

- Joder, de verdad que besas tan bien, que te comería entero.

- ¿Quién no besaría bien a una diosa como tú? Eres mi motivación.

- Deja de regalarme los oídos, que tenemos aquí a la niña y un poco más y no me aguanto. ¿Qué me has traído? Huele a café, y me encanta.

- Pues... - Germán recogió la bandeja y la situó sobre las piernas de su mujer - un poco de todo.

- Como me conoces.

- Después de tantos años, normal ¿no?

- Me lo voy a comer todo, tengo mucha hambre.

- Para eso te lo he preparado, y, si quieres, hay postre - la miró con una pícara sonrisa.

- Te has quedado con las ganas ¿eh? Déjame desayunar tranquila, y luego ya veremos.

Germán cogió a la niña, que comenzaba a mover sus bracitos pareciendo despertarse, y comenzó a mecerla suavemente, mientras observaba a su mujer desayunar.

- Mmm, esto está de muerte.

- Y te has dejado el donut para el final - rio divertido.

- Por supuesto, lo mejor siempre se come lo último, todo el mundo lo hace, ¿o acaso tú no?

- Sí, claro, me incluyo también.

- Deja a la niña en la cuna y ven aquí pero ya.

El agente rápidamente obedeció a su mujer, y, con un salto, se lanzó sobre ella, quien, todavía masticando su último bocado de ese rico donut, le estiró de su camiseta para atraerlo aún más, y comenzaron a besarse apasionadamente, pero tras un par de minutos, Victoria comenzó a llorar, y cada vez era más fuerte, así que dejaron lo que estaban haciendo y Germán cogió a su hija.

- ¿Qué pasa, princesa? ¿Por qué lloras?

- Está esperando a llorar cuando nos besamos o hacemos cualquier cosa, parece que lo haga aposta.

- Siempre nos corta el rollo, es verdad.

- Dámela, debe tener hambre, aún no ha comido y seguro que está llorando por eso. Ven mi amor ¿vamos a comer? Ni un ratito de placer nos dejas tú ¿eh? - añadió descubriendo ya su pecho.

- Lo estaba deseando, que tragona.

- Como la madre - ambos soltaron una carcajada.

Mientras Alicia alimentaba a su hija, su marido retiró la bandeja y abandonó la habitación. La pequeña succionaba con fuerza, y, además, había cogido como costumbre pellizcar el pecho de su madre, dejándole pequeñas marcas en éste; cuando hacía eso, y por el dolor que le provocaba, su mamá le acercaba su dedo índice a su manita, y, con sus deditos, lo rodeaba con ímpetu sin ninguna intención de soltarlo.

Más tarde, apareció Germán por la puerta, ya vestido de calle y con un perfume que le había regalado su mujer.

- Cariño, me voy ya.

- Que bien hueles, joder. Que te vaya muy bien, y vuelve pronto - respondió, todavía con Victoria enganchada a ella.

- Volveré lo más pronto posible, para estar con mis diosas.

Besó la cabecita de su hija, y, posteriormente, los labios de su esposa, regalándole un "te amo" antes de salir de casa.

Pasó el fin de semana, y el lunes Alicia volvía al trabajo, ella iría por la mañana, y su esposo por la tarde, así lo habían decidido para poder combinarlo mejor, no querían contratar a una niñera, por lo tanto iban a poder turnarse de maravilla.

- Mi amor, he dejado la leche de la niña en la nevera, si tiene hambre...

- Tranquila, cariño, sé dónde está y sé cuándo tiene hambre.

- Y los pañales están...

- Debajo del cambiador ¿por qué no te relajas? Sé perfectamente todo lo que hay que hacer, soy su padre y lo he hecho más veces, no te agobies.

- Lo siento, es que estoy pensando en separarme de ella y ya se me hace un mundo, no imaginaba que me iba a costar tanto, joder.

- Es normal, son seis meses pegada a ella, día y noche, aunque sea una hora, la vas a echar de menos, pero no sufras, que vamos a estar bien, de verdad.

- Ay - suspiró la pelirroja, besando la cabecita de su bebé, y, seguidamente, besó los labios de su marido.

- Que tengas un buen regreso.

- Gracias, seguro que así será.

Alicia se marchó de su hogar y condujo hacia la comisaría. Cuando cruzó la puerta de la entrada, no esperaba encontrarse con tal escena, un hombre apuntando con una pistola a la mayoría de policías que allí se encontraban. Con cautela, soltó su bolso en una de las mesas y se acercó sigilosamente al sujeto; faltando dos pasos para llegar a él, con su brazo derecho rodeó su cuello y a la vez, con su mano izquierda, le quitó la pistola. Los agentes y demás compañeros se apresuraron a detener a aquel hombre, poniéndole las esposas velozmente para bajarlo al calabozo, aunque éste, antes de que se lo llevaran, soltó un mensaje amenazante.

- Me las vas a pagar, pelirroja, te vas a arrepentir de lo que has hecho.

- ¿Yo? ¿Arrepentirme? Jamás, de hecho, si no lo hacía yo, lo hubiera hecho cualquiera, mira lo mal que cogías la pistola, incluso casi se te cae de las manos - el detenido se le encaró, pero los agentes lo tenían agarrado lo suficientemente fuerte como para que no se le acercara.

- Recuerda este momento, porque desearás no haberlo hecho, sólo te estoy avisando.

- Uf que cansino ¿os lo podéis llevar ya, por favor? No soporto que me amenacen, y menos este idiota.

El hombre quiso ir contra la inspectora, pero los agentes que lo sujetaban lo arrastraron hacia el calabozo. Al cabo de dos minutos, cuando estuvo todo más calmado, se acercaron a saludar a la pelirroja.

- Bienvenida de nuevo, Sierra.

- Menuda entrada ¿eh?

- Ya te echábamos de menos - eran algunos los comentarios que se escuchaban, hasta que una voz a su espalda la sobresaltó.

- Sierra.

- Tamayo.

- ¿Cómo estás? Espero que deseando volver, ya tengo trabajo para ti.

- Y yo deseando empezar, no sabe lo que me hace falta esto.

- Vamos a mi despacho, y te pongo al día.

Horas después, terminó la jornada de trabajo, y Alicia ya estaba recogiendo sus cosas, cuando vio entrar a Germán con su bebé. Tenían que hacer el cambio de turno así, para que Victoria no se quedase sola; Tamayo lo había aprobado, así que no hubo ningún problema.

- Hola, mi amor - la pelirroja besó a su marido y, posteriormente, cogió en brazos a su hija para abrazarla y llenarla de besos. Sus compañeros quisieron acercarse para conocer a la pequeña. Tras largos minutos, Alicia partió de la comisaría con la niña y condujo hasta su casa.

Los días pasaban con normalidad, y la pareja ya estaba más que acostumbrada a su nueva rutina.

Era domingo, ninguno de los dos trabajaba, y decidieron pasar el día acurrucados con su hija, ya que estaba lloviendo y la mejor opción era quedarse en casa, en el sofá, con la mantita. Estaban viendo una película, con Victoria en su cesto moisés a su lado, hasta que Germán recordó algo y no pudo evitar confesarlo.

- Me debes un striptease - habló de repente.

- ¿Yo?

- Sí, tú.

- ¿Desde cuándo?

- No cuela que hagas como que lo has olvidado, sé que lo recuerdas perfectamente.

- No sé de qué me hablas, Germán.

- Y tu forma de negarlo me dice que efectivamente sabes de qué estoy hablando.

- ¿Te crees muy listo?

- Lo soy, va, me lo debes, y te dije que yo te haría uno después.

- Eso me gusta más.

- ¿Qué te parece si aprovechamos que la niña está durmiendo? - la pelirroja echó una rápida mirada a su bebé y, tras unos segundos de pensarlo, se levantó rápido en dirección a su habitación - ¿dónde vas?

- A prepararme - se escuchó su voz a lo lejos.

Un fuego interior invadió a Germán, sólo de imaginarlo se llenó de entusiasmo, sin poder evitar mostrar una enorme sonrisa. Al cabo de varios minutos, Alicia regresó con una bata de seda color carmesí, unos zapatos de tacón con el mismo tono, labios pintados a juego con esa prenda de ropa, y el pelo suelto, como sabía que le encantaba a su esposo. Encendió la radio y, con su móvil, conectó el bluetooth para así elegir la canción adecuada. Concrete, de Tom Odell. Al sonar las primeras notas musicales, su marido ya se puso nervioso, conocía ese tema y le parecía súper sensual, no podía esperar a ver a su mujer bailarlo.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora