Justicia

283 11 6
                                    


Ocho y media de la noche.

- No has dicho ni una palabra en todo el trayecto ¿me puedes decir qué te pasa? - reclamaba la pelirroja a su marido mientras empezaba a cenar la rica sopa que había preparado, aunque imaginaba su preocupación, quería que fuera él quien se lo confesara.

- ¿En serio me lo preguntas?

- Pues sí, en serio te lo pregunto - respondió, elevando un poco su tono de voz mientras lo miraba a los ojos - ¡Responde!

- ¡Pues me pasa que no quiero que te involucres en ese caso, y menos hacer de "cebo"! ¿Qué pasa? ¿No hay más policías mujeres que tienes que hacerlo tú?

- Torpes, todas son torpes - contestó tan tranquila mientras se metía una cucharada a la boca.

- ¿Y Raquel? ¿También le parece bien? Tiene una niña pequeña.

- Somos policías, estamos para estas cosas ¿no?

- ¡Estás embarazada de tres meses, Alicia! Por favor, no quiero que os pase nada - su voz se fue quebrando ante esas últimas palabras, mientras agachaba su cabeza.

- Mi amor - se levantó y fue hacia él, obligándolo a levantarse de la silla mientras agarraba su rostro con sus dos manos - no me va a pasar nada ¿por qué piensas eso? ¿acaso no soy la mejor inspectora? Además, va a estar todo el equipo infiltrado, no te preocupes, está todo controlado - besó a su esposo.

- No quiero que tengas que besar a Raquel.

- Ah, que es eso - rodó los ojos - tranquilo, que yo tampoco quiero, sólo lo haré si lo considero totalmente necesario - intentaba tranquilizarlo, acariciando sus mejillas con sus pulgares.

- Pero tienes que hacerlo, sois el cebo, sino, no llamaréis su atención.

- No sólo se puede atraer con besos, hay más formas, y deja de preocuparte, tenemos protección, todo saldrá bien ¿me oyes? - él sólo asintió - Pues dame un beso y vamos a cenar, que se enfría la sopa.

Germán besó apasionadamente a su mujer, y, posteriormente, se sentaron a cenar.

- Joder, nadie me va a besar nunca como tú, ni siquiera Raquel - ladeó sus labios en una sonrisa pícara para fastidiar a su marido, a lo que él la miró achinando sus ojos, mostrándose molesto ante ese comentario, pero ella sólo pudo soltar una carcajada - Eres tan ingenuo, de verdad ¿no ves que estoy bromeando?

- Pues para ya con eso, sabes lo sensible que estoy con el tema.

- Lo siento, pero si sabes de sobra que estoy de coña, tantos años a mi lado y todavía no conoces mis bromas - negaba con la cabeza mientras aún sonreía.

- Calla y cena, ya basta.

- A mí no me mandes callar ¿eh? Además, puedo hacer dos cosas a la vez, soy mujer.

Germán, resignándose, se concentró en cenar.

Media hora después, la inspectora se dirigió a su habitación, posicionándose delante del armario, y, cuando abrió las puertas, dejó caer la bata que llevaba puesta, quedando completamente desnuda. Todavía tenía el pelo mojado de la larga ducha que se había dado antes de cenar; puso los brazos en jarra para examinar su ropa, pensando con qué vestirse para el operativo en el cual tenía que infiltrarse en exactamente una hora. En ese momento, apareció su marido silenciosamente tras su espalda, y la abrazó tiernamente, apoyando su barbilla en el hombro izquierdo de ella, y acomodando sus manos en el vientre un poco abultado de su amor.

- Me encanta que hagas eso - confesó la pelirroja.

- ¿Hacer qué?

- Abrazarme así, y acariciar a nuestro bebé, se siente tan agradable - giró su cabeza y besó su mejilla.

- Y yo siento un gusto con ello, podría estar así horas.

- Pero hoy no es el día, machote, así que ayúdame a buscar algún vestido, estoy indecisa - se soltó de su agarre y comenzó a buscar, moviendo todas las perchas, algo que le llamara la atención, pero nada le convencía, y resopló, angustiada.

- Déjame ver, que las prisas no son buenas para nadie - Alicia se colocó a un lado y su esposo rebuscó para encontrar el vestido más adecuado para la ocasión- Este, cariño ¿qué te parece?

- Me sirve, gracias mi refunfuñón.

- Yo no soy... - la inspectora lo interrumpió con un beso en los labios.

- Sí, sí lo eres - respondió cogiendo el vestido ajustado de color gris oscuro, con una línea traslúcida inclinada que atravesaba desde el torso hasta la cintura, con una sola manga larga y hasta la mitad de los muslos.

- Sólo me preocupo, porque te quiero demasiado.

- Y yo te quiero más, me tienes que aguantar durante muchos años más, nadie lo hace como tú, de hecho.

Alicia se estaba colocando el vestido, pero cuando llegó a la zona de su vientre, tuvo que hacer más esfuerzo de lo normal, ya que su barriga de tres meses no estaba ahí cuando se compró esa prenda.

- Joder, no me baja, ayúdame - su marido hizo lo que ella le pidió, consiguiéndolo de manera muy fácil.

- Listo - él la observó embobado de arriba a abajo - madre mía, te queda mucho mejor ahora.

- Se me nota la barriga, estoy gorda.

- Sólo un poquito.

- ¿Te gusta, entonces? ¿O me cambio?

- Sólo te diré que es una pena que no te hayas vestido así para mí esta noche.

- Lo atraparemos rápido, y a la vuelta, no te libras de una noche movidita, así que ves preparándote.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora