Infiltrados 👩🏽‍❤️‍💋‍👨🏽 (1° Parte)

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Un día cualquiera en la comisaría, Alicia estaba medio agachada para coger el café que acababa de salir de esa anticuada máquina. Fue a levantarse y su espalda se quedó clavada, como paralizada.

- No puede ser - dijo mirando a todos lados con la esperanza de que nadie la haya visto - joder no, ahora no.

Intentó ponerse recta, pero no podía. Se dirigió al cuarto de baño como pudo y cerró la puerta detrás de ella. Se apoyó en el lavabo y se miró al espejo, tocándose la zona afectada. De repente entró Raquel, que, al parecer, vio todo lo sucedido desde su asiento.

- Toma Alicia, tu café, te lo has dejado en la máquina.

- Gracias - dijo intentando disimular el dolor. Su compañera la observaba.

- ¿Por qué te escondes?

- ¿Cómo dices?

- ¿Que por qué te escondes? Es obvio que te has hecho daño, te duele, se te nota en la cara.

- Raquel, para, no quiero escuchar nada de lo que me tengas que decir, estoy perfectamente - dijo la pelirroja ya un poco más derecha.

- Sí claro, se ve de lejos que estás perfectamente - dijo la morena imitando su tono de voz.

- ¿Me puedes dejar sola, por favor? - estaba empezando a enfadarse.

- Claro, pero si necesitas algo...

- ¡Que sí, pesada! - interrumpiendo a su amiga antes de que terminara la frase.

- Cuando te pones borde no hay quien te aguante, no quiero imaginar el día que te eches novio.

- ¡Basta! ¡Fuera de aquí! No me hace ni puta gracia.

Raquel salió del cuarto de baño, dejando a Alicia sola. Ésta poco a poco se fue enderezando, le costó, pero lo consiguió, entonces comenzó a caminar lentamente hacia la puerta, deslizó su mano derecha hacia el pomo y salió. A paso lento se dirigió a su despacho. Cuando estaba a punto de llegar, uno de los policías que andaba por allí, le dio una palmada en la espalda y, aunque no fue fuerte, a ella le dolió como si casi la hubiera matado.

- ¿Qué pasa, tortuga?

- ¡Ahh! ¡Me cago en tu puta vida, desgraciado!

El chico joven se fue riendo y Alicia se metió en su despacho, no tenía ganas de discutir. Cerró la puerta y se acercó a la mesa, apoyando las manos en ella, parada, pensando. Cerró los ojos y suspiró tan fuerte, espirando todo el aire que le cabía en los pulmones, que todos los papeles que tenía sobre la mesa cayeron al suelo. Mierda, pensó. En ese momento tres golpes se escucharon en su puerta. ¿Quién coño será ahora? Se preguntó la pelirroja, quería estar sola un rato, pero por lo visto no la dejaban.

- ¿Quién es?

- Soy yo, Germán ¿puedo pasar?

- Joder - dijo entre dientes - ¡Adelante!

El hombre moreno entró y cerró la puerta detrás de él.

- ¿Qué ha pasado? - dijo la pelirroja, que quería ir directa al grano.

- Verás yo... es que te vi caminando hace un rato, y bueno, es obvio que...

- Otro, estoy perfectamente ¿no lo ves? - dijo interrumpiendo al hombre.

- La verdad no, no lo parece. Sólo te quería comentar que te puedo quitar un poco el dolor, sé hacer masajes, y creo que realmente te vendría bien uno ahora mismo.

- Estás de coña, ¿no?

- Para nada, sólo serán diez minutos, déjame echarle un vistazo, te prometo que podrás caminar mejor, y no se lo contaré a nadie, si así lo deseas.

Alicia se lo quedó mirando un momento, lo observó bien de arriba a abajo, y finalmente se decidió.

- Está bien, de todas maneras, peor no me voy a sentir, y más te vale que sea verdad que sabes hacer masajes, y no sea una excusa para venir a tocarme el culo. ¿Cómo me pongo?

- Aquí mismo si quieres, estírate boca abajo.

La pelirroja se dirigió hacia allí, no sin antes cerrar las cortinas de sus ventanas. Germán, ante este gesto, sonrió.

- ¿De qué te ríes? Sólo faltaba que me vea el culo media comisaría.

- No me he reído - dijo él, siendo observado por la mujer que lo miraba achinando sus ojos - bájate un poco el pantalón cuando estés lista.

Germán ayudó a Alicia a estirarse en el sofá. Cuando estuvo preparada, se bajó el pantalón un poco y se dejó hacer. Sólo poner las manos justo en la zona que le dolía, la pelirroja se puso tensa y se agarró disimuladamente al sofá para intentar aguantar mejor el dolor.

- Alicia, intenta relajarte, sino me será más difícil.

- Estoy relajada.

- No lo estás. Mira, sinceramente, te va a doler, pero no es algo insoportable, va, son cinco minutos.

- Lo intentaré, pero no prometo nada.

Germán procedió a intentar desbloquear esa parte que, de lejos, se veía que estaba afectada. Empezó por la parte de arriba de esa zona, y poco a poco fue descendiendo. Mientras iba haciendo, iba susurrando.

- Vale, el glúteo mayor, el ligamento sacrotuberoso, el nervio ciático y los rotadores cortos, bueno, no está mal.

- ¿Me estás vacilando? Haz el favor de traducírmelo - dijo con un hilo de voz y un tono de bastante dolor que, aunque quería evitar que él se diera cuenta, no podía, aun así, sonó demasiado borde.

- Pues traducido es que tienes toda la musculatura lumbar hecha una mierda, pero más la zona derecha. Déjame un momento por si hubiera algo más - ante esto, le bajó un poco más el pantalón y Alicia, desde su posición, alargó la mano y cogió su muñeca.

- ¡Quieto, ya te estás aprovechando demasiado!

- Alicia por favor, sino lo hago no puedo acabar de examinarte, ya voy a terminar, te lo prometo.

La pelirroja le soltó la mano y dejó que continuara. Unos minutos más, acabó de masajear toda la zona y se levantó.

- Ya está, ¿a que no ha sido tan grave?

- Como te gusta eh, me has metido mano.

- No puedo hacerlo sin tocarte.

- Vale, cállate, ¿me ayudas a levantarme?

- Por supuesto - Germán le dio una mano y con la otra la ayudó poniéndola en su espalda.

- Joder, bastante mejor - dijo sorprendida.

- Y eso que sólo fueron diez minutos, necesitas una hora para arreglarte bien.

- ¿Qué soy ahora, un coche desmontado para que digas "arreglarme"?

- Es una forma de hablar, no aguantas una broma.

- Ya, y entonces que quieres volver a tocarme el culo una hora ¿no?

- Realmente lo necesitas, y si es hoy, mejor.

- ¿Me estás pidiendo una cita? - dijo con una leve sonrisa, viendo como su compañero se ponía nervioso.

- Como lo quieras llamar - el moreno no pudo evitar sonreír, se notaba que estaba colado por la pelirroja, pero intentaba disimularlo.

- Bueno, entonces nos vemos esta noche en mi casa, si te va bien.

- Mejor en la mía, tengo una camilla que será más cómoda para el masaje.

- Encima exigente, eh. Está bien, me pasas tu dirección ¿sobre las 21h. está bien?

- Perfecto. Ven con ropa cómoda, así será más fácil y...

- Claro, no te preocupes por eso. Y gracias, de nuevo - mostrando una sonrisa sincera en sus labios, cosa que no solía hacer en esa comisaría.

- De nada, cualquier cosa que necesites, me avisas... - Germán echó un vistazo a los papeles que estaban en el suelo, los que había tirado Alicia anteriormente sin querer, y se agachó para cogerlos, dejándolos bien ordenados sobre su mesa - ...como para recoger tus informes, me imagino que no podías agacharte.

- No, gracias - dijo tímidamente la pelirroja con una voz más relajada.

Germán miraba a Alicia, y Alicia a Germán. Unos segundos más hasta que él decidió cortar ese momento.

- Yo... me voy, luego nos vemos.

Y dicho esto, salió aquel despacho. Ella se quedó mirando la puerta, pensativa. No era normal su actitud, ella no se comportaba así con sus compañeros de trabajo. Lo sabía porque "la borde" era lo más agradable que escuchaba de ella en esa comisaría, y se había comportado demasiado "amable" para ser ella, o eso pensaba.

Fuera de ese despacho, Germán salía con una amplia sonrisa, la cual no pasó desapercibida por Raquel. Su compañera chistó para llamar su atención, pero, al ver que ni siquiera la miró, lo intentó otra vez. Esta vez el moreno se giró para ver de dónde venía el llamado. Entonces la vio, mirándolo.

- ¿Qué pasa? - dijo él haciéndose el interesante.

- ¿Cómo que qué pasa? Yo te animé a entrar a ese despacho del cual has salido con esa enorme sonrisa, así que ven aquí y cuéntamelo todo - Germán se quedó mirándola unos segundos, entonces se sentó a su lado.

- Pero si viene alguien les dices que me pediste ayuda para hacer cualquier cosa, te lo inventas, que no me vean aquí sin hacer nada.

- Que siiiiii, venga, al grano, quiero saber todos los detalles - se impacientaba la mujer.

El hombre le contó lo que había vivido hacía escasos minutos con la inspectora Sierra en su despacho, mientras Raquel lo escuchaba emocionada.

- Bueno, muy bien ¿no? - él sólo sonrió - ya te puedes currar la cena, porque me imagino que, si va a ir esta noche a TU casa a las 21h - dijo enfatizando esa palabra - cenaréis también ¿o me equivoco tal vez?

- No te equivocas, le haré una cena que se chupará los dedos.

- Tú quieres que mejor chupe otra cosa...

- ¡Raquel por dios, aquí no!

Ante la respuesta inesperada de la inspectora, el tímido hombre no pudo evitar ponerse colorado, y, a raíz de esto, su compañera no paraba de reír.

- Vale vale ya me callo, pero una cosa te voy a decir - Germán sólo podía poner sus ojos en blanco esperando que terminara de hablar - ¿Sabes que a una mujer se la conquista con la comida? Amor con hambre no dura, así que ya sabes, sorpréndela con esos artes culinarios tuyos, que son muchos, a las mujeres nos encantan los hombres que saben cocinar, es sexy. ¡Ánimo machote! - dándole un par de palmadas en la espalda.

- Ya vale Raquel, nos está mirando toda la comisaría.

- Perdón, perdón, ha sido la emoción, a ver si consigues quitarle esa amargura en el cuerpo que tiene aquí mi amiga. Fóllatela tío, hace mucho que no le echan un buen polvo, y yo creo que pone bastante interés en ti - su compañero, rodando los ojos, se levantó y se dirigió a su mesa - ¡Cobarde!

El día transcurrió muy rápido, menos para Alicia, había decidido que lo mejor era quedarse en su despacho sin hacer movimientos bruscos, pero si se movía un poquito, le daba pinchazos en la espalda, así que se dedicó al papeleo que tenía acumulado de hace una semana. Cuando ya estaba recogiendo las cosas para marcharse a casa, abrió la puerta y se topó con su compañero Antoñanzas.

- Inspectora ¿cómo se encuentra?

- Un poco jodida, no sé ni cómo voy a llevar el coche hasta mi casa.

- Si no le sabe mal, puedo acompañarla, yo conduzco, de todas maneras, vine andando esta mañana.

- Pues mira, acepto tu propuesta, de lo contrario no llegaré a casa ni mañana - iban caminando hacia el aparcamiento.

- Debería ir al médico, inspectora, no la veo muy católica.

- Antoñanzas, no insistas, no voy a ir al médico, además no estoy tan mal - su compañero abrió el coche con las llaves que anteriormente le prestó la dueña de éste, y, antes de montarse él, observó como la pelirroja tenía problemas para subir, puesto que sólo levantar la pierna para introducirla en el interior del coche, ya le dolía horrores la espalda.

- Sí, me doy cuenta de que no está tan mal.

- ¡Antoñanzas, no me toques los cojones y mucho menos te rías de mí, o ya te estás largando! - añadió elevando de más el tono de voz.

- Perdón, inspectora.

- Anda, ven y ayúdame.

El agente ayudó a su compañera a meterse en el coche y luego lo hizo él. Condujo hasta su casa mientras la inspectora sacaba una bolsa de chucherías de su bolso y se las iba comiendo por el camino. Llegaron en poco tiempo, puesto que no estaba tan lejos. A pesar de que ella no quería que la ayudara a subir hasta su piso, acabó agradeciéndole que la haya acompañado, de lo contrario hubiera tardado el triple.

Alicia entró en su casa, se dio una ducha y dejó preparada la ropa con la que se vestiría en lo alto de la cama. Como aún quedaba una hora para la "cita", se quedó en ropa interior, se tumbó en la cama y se colocó una esterilla en la zona lumbar, y se relajó un rato, o lo que pudo.

Germán ya tenía prácticamente toda la cena preparada, sólo faltaba esperar a que su compañera llegara. Cinco minutos después, el timbre sonó. Se quitó el delantal que se había puesto para no manchar su ropa y se dirigió a la puerta.

Se había vestido con un pantalón marrón oscuro y una camisa de manga corta de color azul celeste muy clara, y unos zapatos negros. Cuando abrió la puerta y la vio allí de pie, tan elegante, casi se le corta la respiración. Iba vestida con una falda plisada larga de color verde con flores blancas, con una camiseta de tirantes blanca de satén con un escote en V, su característica coleta y optó por unas sandalias planas por el bien de su espalda.

- Buenas noches señorita, como cambia usted vestida de civil - seguía mirándola de arriba a abajo.

- Usted también cambia mucho - lo examinó con su mirada felina - estás muy guapo - se saludaron dándose dos besos, luego él se apartó de la puerta para dejarla entrar.

- Espero que estés preparada para el masaje.

- ¿Qué quieres decir con eso? Ya me estás intimidando o qué, sabes que no me gusta esta situación, odio sentirme débil, prácticamente nunca me pongo enferma, por eso estar así y aquí es como si estuviera desnuda delante de ti, me siento indefensa.

- Bueno, ahora te vas a desnudar.

- Imbécil, ya sabes a lo que me refiero.

- Perdona, era una broma, para relajar el ambiente, no era mi intención molestarte.

- No, perdóname tú, cuando me siento mal estoy más irritable, y lo pago con cualquiera, soy insoportable.

- No será para tanto, vamos pasa, aquí tengo mi sala de masajes, espero que esté a tu gusto.

Alicia entró a la habitación que estaba decorada con velas y música de ambiente relajante, con la camilla en medio y una toalla que había dejado preparada.

- Que bien huele, me encanta. Tienes esto montado como si fueras todo un profesional.

- En parte lo soy. Puedes dejar el bolso aquí colgado, te quitas la ropa y te tumbas boca abajo, te he dejado una toalla para que te la pongas por encima. Cuando estés lista me das un grito.

- Está bien ¿me quito todo? ¿O sea la falda también? ¿Y el sujetador?

- Eh, sí, la falda sí, porque si tengo que ir bajando, molestará, y el sujetador, creo que no hace falta, en cualquier caso, te lo puedo desabrochar yo en un momento.

La pelirroja asintió. Germán salió de la habitación mientras ella se acomodaba. Pocos minutos después escuchó su llamado, y entonces entró.

- Perdón si he tardado, fui a cambiarme la camiseta, la camisa no me iba a dejar maniobrar bien.

- Tranquilo, como te sientas mejor. Procura no hacerme mucho daño, por favor.

- Alicia, un masaje relajante no es, sólo te puedo asegurar que cuando termine te sentirás mucho mejor.

El hombre escuchó resoplar a su compañera, pero no hizo caso. La pelirroja se había tapado con la toalla cubriéndose toda la espalda y parte de sus piernas, pero Germán la fue deslizando hasta llegar al borde de sus bragas, donde la remetió y la movió hacia abajo un poco más. Su corazón se aceleró, nervioso, se quedó embelesado cuando vio aquella lencería azul marino de encaje que llevaba puesta. Contempló la espalda desnuda de la mujer, tenía varios lunares esparcidos, no podía dejar de mirarlos, estaba como hechizado.

- ¿Ocurre algo? - soltó de repente la inspectora.

- Eh, no, sólo que me falta coger el aceite de masaje - disimuló - ¿Estás preparada?

- Yo sí.

- Voy a empezar, si sientes en algún punto algún dolor que creas que no puedas soportar, dímelo y aflojo un poco, no quiero que me odies ya el primer día - la pelirroja sólo se rio.

Germán empezó a hacerle el masaje con cuidado, iniciando en la zona media de la espalda descendiendo por su zona afectada. Su paciente iba emitiendo gemidos según el dolor, algunos más fuertes que otros, pero si no le decía nada, él seguía, era mejor si aguantaba un poco.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora