Isla Canguro ¿Alguien Familiar?

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Era un diecisiete de diciembre, Alicia y Victoria, que ya tenía cinco añitos, estaban paseando por las calles de Filipinas, mientras disfrutaban de un rico helado y el hermoso atardecer.

La mayor llevaba su típica cola de caballo, un vestido de encaje blanco de tirantes, hasta la rodilla, y unas sandalias color marrón con unas tiras que iban atadas alrededor de sus gemelos. Las mismas llevaba su hija, pero con un vestidito rosa de tirantes, y dos trenzas cayéndole hacia delante.

- Victoria ¿qué te parece si nos vamos una semana de vacaciones a algún sitio? Y hacemos unas navidades diferentes.

- ¡Siii! Pero se puede venir Comisario también ¿no?

- Claro cariño, buscaremos un lugar donde nos dejen llevarlo ¿qué te parece?

- ¡Me parece maravilloso!

La niña empezó a dar saltos de alegría, aún con su helado de chocolate en la mano, y, de la emoción, ensució su vestido, que había estrenado justo ese día. Bajó la mirada a su pecho, donde tenía la mancha, haciendo un puchero.

- No pasa nada, mi amor, es sólo una mancha, la limpiaremos ¿de acuerdo? - la pelirroja sacó unas toallitas de su bolso junto con un spray, el cual pulverizó directo en el vestido, esperó unos segundos y pasó la toallita para limpiarlo - ya está, como nuevo.

- ¡Halaaa! ¡Has hecho magia!

- Sí, porque soy una bruja que con esta poción lo soluciono todo ¿has visto? A ver, déjame ver esa boca tan sucia que te has puesto, pareces un payaso - le pasaba la toallita por la cara a su hija, pero ésta apartaba su cabeza todo el rato, no se dejaba - Victoria, por favor, estate quieta - la niña seguía con su rebeldía - ¡Victoria! ¿Me vas a hacer levantar la voz? - Alicia sujetó la cabeza de su hija a la fuerza y con la otra mano acabó de limpiarle toda la cara llena de chocolate, mientras ella se quejaba - sabes que lo voy a hacer, son ganas de llamar la atención.

La pequeña comenzó a llorar y, de la rabia, tiró su helado al suelo, y restregaba sus puñitos en sus ojos.

- No me lo puedo creer, luego me pides otro helado, te lo va a comprar quien yo te diga - la pelirroja la miraba con los brazos en jarra, apoyando sus manos en la cintura, esperando a que acabara de llorar - ¿ya has acabado con el drama?

Victoria ahora lloraba más fuerte, cosa que irritó más a su madre, haciéndola enfadar. Ésta puso su mano derecha tapando sus ojos con un gesto de desesperación, no soportaba cuando se ponía a hacer escándalo por la calle.

- ¡Va, ya está bien! Nos vamos a casa, contigo no se puede salir, te portas muy mal.

- ¡Nooo! ¡A casa no! Me voy a portar bien, te lo prometo - cesando su llanto poco a poco, se limpiaba los ojos con sus manitas, a la vez que su madre se agachaba frente a ella para observarla.

- ¿Te vas a portar bien de verdad?

- Sí, de verdad.

- ¿Qué es lo primero que tienes que hacer ahora?

- Disculparme, perdona mami, yo no quería tirar el helado, no lo haré más, te lo prometo - la pequeña hablaba con su cabeza agachada. Su madre puso su mano en su barbilla y le levantó la cabecita, haciendo que la mire a la cara.

- Ahora lo repites mirándome, que diciéndoselo al suelo yo no me entero, quiero que me lo digas a mí - la niña obedeció a su madre - ahora sí, te perdono mi amor, espero que no se vuelva a repetir. ¿Me das un abrazo?

Victoria se abalanzó tan fuerte sobre su madre, que ésta perdió el equilibrio, cayendo las dos al suelo, pero a pesar de todo, no se soltaban la una a la otra, abrazadas, tiradas en el suelo, en medio de la gente, cosa que no les importaba.

Sobre las ocho de la noche, cambiaron el rumbo y tomaron el camino hacia su casa. Se bañaron juntas en su enorme bañera, y la mayor encargó una pizza para cenar. Al terminar, se sentaron en el sofá a ver cualquier cosa en la televisión, mientras que la pequeña se acurrucaba en las piernas de su madre.

- Vic ¿te apetece que elijamos los destinos para el viaje?

- Vale mami - la pequeña se incorporó mientras su madre encendía la tablet.

- ¿Estás bien, cariño? - preguntaba a la vez que acariciaba su larga melena, la cual le llegaba a la cintura.

- Sí, aunque tengo un poquito de sueño.

- Bueno, en ese caso, lo haremos rápido.

Alicia empezó a buscar lugares para ver dónde pasar al menos una semana y salir a despejarse. A los cinco minutos, sintió un peso en sus piernas de nuevo, dirigió la mirada hacia su pequeña, y poco le faltaba para roncar, se había quedado dormida. Con una enorme sonrisa, cerró la tablet y la dejó a un lado del sofá.

- Igualita a tu padre eres, ni cinco minutos y ya estaba roncando, joder.

Cogió a su hija en brazos y la llevó a su habitación, dejándola lentamente en su cama y acomodándola para que estuviera lo más a gusto posible. La observó unos segundos y salió de la habitación.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora