Nuestra Obra De Arte 🔞 (1° Parte)

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Antes que nada, quería agradecer a Cam @zvrcina (tw: najwaesthetic. Ig: zvrcina) por el dibujo, me encantó, y, de hecho, me sirvió como inspiración para este capítulo, que espero que os guste ❤️



Un día cualquiera, sobre las seis de la tarde, Germán llega a su hogar, y lo primero que hace es escuchar los gritos de su esposa a lo lejos, quien iba caminando por el pasillo. Se acerca lentamente a ella y la ve, de espaldas, con esa bata de seda de estar por casa que tan bien le queda de color pastel, su barriga de casi nueve meses asomando debajo de ésta, descalza, y con el cabello suelto. Con el teléfono en su oreja derecha y su tono de voz tan elevado, no se había percatado de que su esposo había llegado.

Acababa de terminar la llamada, estaba nerviosa, con dos dedos masajeándose la frente del dolor de cabeza que le acababa de dar, cuando de repente sintió una mano en su trasero, e inmediatamente y sin pensarlo, soltó su brazo izquierdo hacia atrás, acertando de lleno con su codo en la nariz de su marido, quien cayó al suelo ipso facto.

- ¡Germán! Lo siento ¿cuánto tiempo llevabas ahí?

- El suficiente como para escucharte discutir un rato - respondió, tapándose la nariz.

- Déjame ver - añadió, cogiendo sus manos para examinar cuánto daño le había hecho - joder ¿por qué no avisas de que llegas? Me asustaste, y mira cómo te he dejado, estás hecho un cuadro, no te muevas, te sale sangre.

Alicia cogió un trozo de papel y se lo colocó debajo de la nariz, mientras seguía observando su cara por si tenía algo más.

- Joder, tu labio, te lo he reventado ¿tan fuerte te di?

- Pues sí, creo que te giraste con toda la rabia que llevabas de la llamada.

- Es posible.

- ¿Quién creías que era, si sólo te estaba tocando el culo?

- ¡Yo que sé! Ni siquiera lo pensé, y deja ya de tratarme como si fuera una bestia.

- Perdóname, era sólo una broma - se incorporó, quedando a la altura de su mujer, la cual seguía de rodillas.

- Pues no estoy para bromas, coño.

- ¿Qué ha pasado? ¿Con quién estabas hablando que te ha puesto tan furiosa?

- Con el hijo de puta de Tamayo, que me estaba diciendo que descansara lo que queda de día, y yo le decía que no, que iba a ir.

- ¿Y? ¿En qué quedó la cosa?

- En que no quería verme por allí hasta mañana.

- Pero ¿ha pasado algo? Por qué te ha mandado a casa ¿estás bien?

- Sí, estoy bien, es sólo que me siento un poco cansada hoy, pero nada más.

- Entonces hazle caso, así te doy mimos lo que resta de día - besó su abultada barriga.

- Es que me jode, se piensa que por estar embarazada no puedo hacer el mismo trabajo, me trata como si fuera una inútil, y te aseguro que puedo hacer incluso más que él.

- Tranquila, cariño, relájate - entre los dos se pusieron de pie - vamos a darnos una ducha y luego te hago un masaje, si quieres.

- No puedo ponerme boca abajo.

- Bueno, pues sentada - Alicia pisó un juguete que había por ahí tirado de Comisario, su gato, y, de no ser porque su marido la agarró del brazo, seguramente se hubiera caído al suelo.

- ¡Ah au! - la pelirroja se tocó esa zona con dolor.

- ¿Qué pasa? Tampoco te he cogido tan fuerte ¿o sí?

- No, es que... no es nada, ha sido el susto - seguía acariciando su brazo, pero empezó a caminar para irse.

- Espera - Germán volvió a tocar su brazo, y ella se quejó de nuevo - ¿qué tienes? - le bajó la bata por su hombro, la cual estaba abierta, para observar su extremidad superior, dejando ver un hematoma - ¿Esto qué es? ¿Alicia?

- Pues creo que es bastante obvio, engañarte no puedo.

- No sé cómo puedes bromear con esto ¿cómo te lo hiciste? Porque es bastante grande.

- No es para tanto, ya sabes que mi piel es delicada y enseguida me salen morados.

- Ali, te lo volveré a preguntar ¿quién te ha hecho eso? - ella sólo rodó los ojos resignándose.

- Tamayo.

- ¿Cómo? ¿Tu jefe te ha hecho esto?

- Ya te he dicho que no es para tanto, tuvimos una discusión y me agarró del brazo, nada más.

Germán comenzó a dar vueltas por el pasillo, un tanto preocupado, pero con una rabia incontrolable, cuando se trataba de su mujer no podía evitar sentirse así, y más si lo podía evitar. Cogió de nuevo sus llaves y se encaminó hacia la entrada.

- Mi amor ¿qué haces? Ni se te ocurra hacer lo que estás pensando.

- Sólo necesito ir a buscar algo que me olvidé, enseguida vuelvo.

- ¡Germán! No te creo ni una sola palabra, así que no te atrevas a... - pero la puerta se cerró, su marido ya había salido de casa - ¡puta madre!

La pelirroja cogió sus llaves y salió también de casa, siguiendo los pasos más adelantados de su esposo. Cada uno en su coche, ella iba persiguiendo el de él, quien no se había percatado si quiera que su mujer lo estaba siguiendo, sumergido en sus pensamientos, queriendo llegar lo más rápido posible. El agente detuvo el coche en cualquier lugar cercano del banco de España, en su mente no estaba el dejarlo bien estacionado, así que salió de su automóvil dirigiéndose directamente al interior de la carpa. Lo primero que hizo al entrar fue analizar el lugar para llegar a su objetivo, hasta que dio con él, a lo lejos, y se acercó furioso, mientras los hombres que había en la entrada de la carpa intentaban alcanzarlo para evitar que se adentrara más.

- ¡Tamayo!

- Hombre, pero mirad quién tenemos aquí.

- No intentes hacerte el gracioso porque estoy muy enfadado ¿cómo se te ocurre hacerle semejante hematoma en el brazo a mi mujer, cabrón?

- ¿Qué estás diciendo? Yo no le he hecho nada, simplemente la agarré porque se estaba volviendo loca con sus sádicas ideas, eso es todo - el agente agarró del cuello de la camisa al coronel, con la mirada de los demás trabajadores puesta en ellos dos.

- ¡Germán! ¡Basta! - gritó la pelirroja que acababa de ingresar a la carpa y corría como podía hacia ellos dos, pero su marido la ignoró por completo.

- Como me entere de que le vuelves a poner una mano encima a mi mujer, te las verás conmigo, desgraciado, te lo digo muy enserio.

- Suéltame, gilipollas, que no le he hecho nada - pero Germán, furioso, observó que Alicia estaba justo a su lado, así que, sin importarle en enseñar la ropa que llevaba su mujer, abrió su gabardina, luego su bata, y mostró su brazo.

- ¡Esto es lo que le has hecho, animal!

- Germán, cálmate, por favor, estoy bien - interrumpió la pelirroja, poniéndole una mano en su hombro, intentando tranquilizarlo.

- Como vuelvas a tocarla lo más mínimo, te denuncio ¿me has oído? - el agente cogió la mano de su mujer - Vámonos, cariño.

La pareja, cogida de la mano, salió de la carpa en dirección a sus coches, dejando al coronel allí, acomodándose el cuello de su camisa. Cuando llegaron al de Germán, la inspectora lo detuvo.

- Oye, mi amor, no vuelvas a hacer eso, te has pasado.

- No podía quedarme de brazos cruzados sabiendo lo que te hizo ese cabrón.

- Lo sé, cariño - acarició su cara con una mano, mientras él estaba apoyado en el lateral de su coche - pero sabes de sobras que puedo defenderme sola, no hace falta que me ayudes ¿me oyes? - él asintió - ¿aunque sabes una cosa?

- ¿Qué?

- Que me pone demasiado que lo hagas, te lo juro, fue verte ahí y casi me derrito.

- ¿En serio?

La pelirroja asintió, acercándose lentamente a su marido, dejando sólo un par de centímetros entre sus rostros, y, aprovechando esa cercanía, Germán coló una mano dentro de su gabardina y su bata, hasta que la adentró por su entrepierna, haciéndola soltar un gemido que hizo temblar su cuerpo; subió un poco más su mano por debajo de la falda de su camisón hasta que llegó a su intimidad, acarició sus bragas mientras mantenía la mirada a esos ojos que tanto le gustaban. Otro gemido salió de los labios de Alicia, hasta que ella no pudo más y lo besó apasionadamente, sin importarles donde estaban, realmente ni siquiera se acordaban que estaban allí, en público. Segundos después, se separaron, volviendo a la realidad.

- Joder, me has metido mano delante de la gente tío.

- No parecía importarte hace unos segundos, mi amor.

- Me transportas a otro mundo, olvido por completo dónde estoy.

- ¿Nos vamos? Podemos continuar en casa - una sonrisa pícara salió de sus labios.

- Por supuesto, te mato si ibas a dejarme así.

- ¿Así cómo?

- Caliente, excitada, cachonda ¿quieres más?

Cada uno se volvió a montar en su coche, dirigiéndose velozmente a su hogar. Una vez allí, aparcaron sus vehículos y corrieron al interior de su casa. Tras cerrar la puerta, Alicia se apoyó en ésta y su esposo la acorraló con su cuerpo, sin poder resistirse a besarla. Mientras lo hacía, éste bajó lentamente su gabardina hasta que cayó al suelo; inmediatamente hizo lo mismo con la bata de estar por casa, y con la cual había salido a la calle sin darse cuenta, dejándola sólo en su camisón de tirantes de seda.

- Hay... que preparar... - resollaba la pelirroja - la cena ¡Ah!

- Tranquila, tenemos tiempo para eso - descendió sus besos hasta el lateral del cuello de su mujer, acción que la hacía gemir incontrolablemente.

- Joder, me vuelves loca - la inspectora sacó la chaqueta de Germán y volvió a atacar sus labios, mientras iba desabotonando uno a uno su camisa.

- Y tú a mí más - jadeaba notoriamente.

Se quitaron el calzado rápidamente con los mismos pies, y, enseguida, las manos del agente fueron directas al trasero de Alicia, por debajo de su camisón, y, después de acariciarlo un rato, comenzó a bajar sus bragas lentamente, mientras ella, que ya había terminado de liberarlo de su camisa tirándola a cualquier lugar, continuó desabrochando el cinturón, luego el botón y la cremallera del pantalón, hasta que éste cayó al suelo. La pelirroja posó una mano encima de los calzoncillos, palpando la evidente erección de su marido, a la vez que levantaba un pie y luego el otro, para acabar de desprenderse de sus bragas. Germán imitó su acción, y, en un visto y no visto, se deshizo del pantalón.

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora