El Violador De Vallecas

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Antes de leer, me gustaría informar que es posible que este capítulo sea un poco heavy, sólo un poco, si van a sufrir con las torturas, mejor no leer esas partes. Pero también hay algo de amor. Una de cal y otra de arena. Aviso por si acaso 😋

Este capítulo transcurre años atrás, en un día normal de trabajo de la inspectora Alicia Sierra.

Sin nada más que añadir, espero que les guste! ❤️


Noticias TV: Se encuentra en busca y captura, hombre blanco, de entre 40 y 50 años, alto y de complexión delgada, secuestra a sus víctimas, todas mujeres, torturándolas, violándolas y por último se deshace de ellas matándolas. Coincidencia o no, todas son pelirrojas.

Alicia Sierra, Raquel Murillo, Ángel, Benito Antoñanzas, Alberto Vicuña, Suárez y Germán estaban en la sala de reuniones, con el coronel Luís Tamayo al mando del operativo. Estaban viendo la televisión, justamente el caso que estaban investigando estas semanas, poniéndose al día con las noticias. El coronel empezó a hablar.

- Espero que todos estéis tomando nota, esto es de las últimas horas.

- ¿Se sabe cuál es su modus operandi?

- Por el momento no se sabe nada, Suárez, sólo que las víctimas han sido raptadas por la noche.

- Claro, no va a hacerlo a plena luz del día, tonto no es - habló la pelirroja.

- ¡Nos vamos cagando hostias! Suárez con Ángel iréis a los bares cercanos de donde secuestraron a la última mujer, Antoñanzas y Germán, patrullaréis por la zona, y Alicia y Raquel revisaréis los informes.

- ¡¿Cómo?! - la pelirroja no podía estar más enfadada - ¿Nos vas a poner a las mujeres con el papeleo? Tamayo, no me jodas, sabes perfectamente que nosotras en la calle somos más efectivas.

El coronel se quedó mirando a las dos mujeres, y después al resto del equipo.

- ¡Vamos, a trabajar! - y dando unas cuantas palmadas, su jefe dio la orden para que empezaran a trabajar.

- ¡Tamayo! - llamó Alicia a Luís cuando los hombres comenzaron a abandonar la sala - ¿Es en serio?

- ¿Acaso ves que me esté riendo? No, ¿verdad? Pues venga, a trabajar, y cuanto antes empieces, antes encontrarás pistas.

- Eres un machista de mierda, sabes perfectamente que nosotras somos mejores en la calle.

- Una falta de respeto más, y te envío a tu casa, verás lo útil que eres desde allí.

La pelirroja le sostenía la mirada, con rabia, con amenaza, hasta que entró Raquel, que estaba detrás de la puerta esperando a su compañera, cogiéndola del brazo y sacándola fuera de la sala, mientras seguía reclamando por un largo rato, hasta que la morena le invitó a un café, del bueno, y se le pasó un poco, o al menos dejó de protestar.

Así comenzaron el día, con un caso que ya llevaban varias semanas investigando, pero no encontraban ninguna pista, sea quien fuere, el sujeto era muy silencioso.

Alicia puso la radio para ver si así cambiaba un poco su humor, la música siempre alegra, pensó.

Dos horas más tarde, las dos mujeres seguían en el mismo despacho, intentando encontrar alguna pista de la que tirar. La pelirroja se levantó, con dolor de ojos, necesitando un cigarro urgente, así que salió a la calle, acompañada de su amiga.


Antes de salir, la morena apagó la radio y cerró la puerta. Iban caminando, atravesando toda la comisaría, hasta que, faltando unos pocos metros para llegar a la puerta, algo detuvo a la pelirroja. Ese nombre, el nombre que escuchó salir de la boca de su compañero Ángel, que estaba hablando con su jefe, y no pudo evitar quedar paralizada. El violador de Vallecas, lo llamaban. Claro que le sonaba ese nombre, la inspectora lo conocía bien.

- Ali, ¿qué pasa? - preguntó su compañera - ¡Alicia!

- ¿Qué?

- Que ¿qué te pasa? - la pelirroja la miró unos segundos, como si estuviera ida.

- Necesito un cigarro - y, dicho esto, se dirigió a la puerta y salió de la comisaría, seguida por la morena.

Alicia se apoyó en la pared, sacó un cigarro del paquete que tenía en su bolso, cogió el mechero y lo encendió, soltando por la boca ya el humo.

- ¿Me vas a contar qué te pasa? ¿Qué has oído o qué has visto? - su compañera sólo la miró y continuó fumando - vamos, te conozco bien, algo te pasa, y va a ser peor si no lo sacas.

Tras unos segundos reflexionando, la pelirroja decidió hablar.

- Recuerdas... el hombre que torturé, el violador de Vallecas, le prometí pudrirse en la cárcel, hice todo lo que pude para que estuviera los máximos años posibles, ese cabrón no merecía salir, ¿cómo no me di cuenta? Era él ¡es él! ¿En serio ya ha salido de la cárcel? No me lo puedo creer, esto no puede estar pasando.

- ¿Qué dices? ¿Cómo lo sabes?

- Lo escuché, ahora, antes de salir de la comisaría. Ángel se lo estaba diciendo a Tamayo.

Raquel miraba a Alicia nerviosa, pero más lo estaba la pelirroja, fumaba como si no hubiera un mañana, temblando, y moviendo su pierna sin parar.

- Ali, tranquila, si es verdad que ha salido de la cárcel, lo cogeremos, antes de que se dé cuenta volverá a estar entre rejas.

- ¿Sabes qué es lo último que me dijo, cuando se lo llevaban preso? - hizo una pausa, mientras la morena la miraba esperando su respuesta - Seré libre antes de lo que te gustaría, saldré, te buscaré, y te mataré - soltó un largo suspiro, tirando el cigarrillo al suelo y pisándolo con rabia - Lo jodí bien en los interrogatorios, vamos que lo hice sufrir, pero él solito se lo buscó, lo que les hizo a esas mujeres no tiene nombre. ¡Coño! - y dicho esto, la inspectora dio una patada al cubo de basura que tenía justo a su lado.

- Ali, vamos dentro y hablemos con Tamayo, veamos qué es lo que han averiguado.

Las dos inspectoras volvieron a entrar a comisaría y se encaminaron al despacho de Tamayo, dónde seguían Ángel y Suárez. Tres golpes hicieron sonar la puerta, y esperaron a ser recibidas. Tras unos segundos, Suárez abrió la puerta, dejando entrar a las dos mujeres. Inevitablemente, los tres hombres dirigieron su mirada a la pelirroja. El primero en hablar fue el coronel.

- Alicia...

- Ya lo sé, lo escuché, escuché a Ángel antes ¿qué habéis averiguado?

Ángel le enseñó lo que tenía en la mano, era un escorpión de origami de color negro.

- Ha confirmado su identidad, Alicia, es él.

Unos segundos de silencio inundaron la sala, la inspectora se sentía inquieta, preocupada, pero intentaba no mostrarlo, no ante sus compañeros, odiaba sentirse frágil, sobre todo ante ellos.

- Alicia, vamos a estacionar un coche con dos agentes en frente de tu casa, sabemos que eres su objetivo, por cómo acabó vuestro interrogatorio...

- ¡Me la suda cómo acabó, Tamayo, no necesito que un par de polis vengan a mi casa a vigilar, eso es justo lo que quiere!

- Ali, por favor, vives sola - agregó su compañera - si te pasa algo nadie lo sabrá. O puedes venir a mi casa, unos días, no sé...

La pelirroja no aguantó más y salió del despacho, regresando a donde estuvo minutos antes. Sacó otro cigarrillo de su bolso y lo encendió, esta vez caminando sin parar, dando vueltas, pensando, cabreada por toda la situación. En ese momento, su móvil sonó, era la notificación de que había recibido un mensaje. Cambió el cigarro a su mano izquierda, y sacó su teléfono con su derecha para revisarlo. Era un número desconocido, lo abrió y vio una foto suya, de justo ese momento. Rápidamente levantó la vista buscando a alguien que le pudiera haber hecho esa foto. Segundos después, entro corriendo a la comisaría dirigiéndose al despacho de su jefe, en el cuál seguían Raquel, Ángel y Suárez.

- ¡Tamayo! El sujeto está cerca, o lo ha estado - le enseñó la foto.

Éste dio la orden de salir a rastrear la zona. Las dos mujeres iban a salir también, pero su jefe las detuvo.

- No, vosotras no. Raquel, acompáñala a tomarse una tila o algo.

- ¡¿Cómo?! ¿Me estás vacilando? ¡No necesito ninguna tila, joder!

Pero ante la respuesta de la pelirroja, su jefe sólo miró a Raquel haciendo una señal con su cabeza para que la sacara del despacho. Las inspectoras caminaron hacia la sala donde estaban antes. Raquel se quedó de pie, mirando a su compañera, y ésta se sentó en la mesa.

- Ali...

- ¡No me digas tú también que necesito una tila, porque no respondo de mis actos, Raquel!

- Sólo te digo que estás un poco nerviosa, tu respiración va muy acelerada, cálmate, y piensa lo que te dije de venirte a casa, no sé si prefieres eso, o que estén dos escoltas ahí abajo.

- No voy a ir a tu casa, Raquel, sabes que no soporto al imbécil de tu marido.

- Es por seguridad, ¿o será que prefieres que te pongan como escolta a Germán? - dijo con una sonrisita.

- ¿Qué? ¿Qué estás diciendo, idiota? - dándole un golpe en el brazo.

- Nada, nada, sólo digo lo que veo, y lo que veo es que lo miras.

- Ah, ahora no lo puedo mirar ¿no? Somos compañeros, lo miro igual que a todos.

- No, no lo miras igual que a todos.

- No me jodas, Raquel, lo miro igual que a todos, y punto. No estoy de humor para aguantar tus tonterías.

- Él te mira, y mucho. Le gustas.

- ¿Te quieres callar? - la pelirroja estaba seria, pero intentaba esconder una sonrisa, la cual su compañera se percató.

- Vale, me callo, pero ya me lo dirás más adelante.

- Joder, que cansina eres. ¿Podemos trabajar? - de repente, se abrió la puerta, era Tamayo.

- Acabo de recibir una llamada de Ángel. Una pareja vio a un hombre encapuchado tomando una foto hacia aquí, a Alicia - añadió mirándola - y se fue a tomar por culo. Sierra, me importa una mierda si no quieres escoltas, pero voy a poner una patrulla con dos hombres para que vigilen tu casa, es fundamental, sabemos que irá directo a buscarte y no podemos correr riesgos de que estés desprotegida - la inspectora lo miró seria y pensativa, sin estar muy convencida.

- ¿Y quién van a ser mis escoltas?

- Todavía no lo he pensado, pero lo más seguro es que sean Suárez y Germán - ante el último nombre, la morena no pudo evitar soltar una risita - ¿Algún problema, Murillo?

- No, ninguno señor, sólo quería agregar que me parece perfecto, son los agentes más acertados para ese trabajo.

- Pues si no hay nada más que añadir, os vais a comer y luego volvéis con las pilas cargadas ¡Vamos!

Tamayo dio palmadas y las inspectoras abandonaron la sala.

Así transcurrió una semana, los dos agentes escoltando la casa de Alicia, sin ninguna novedad, ni por el día ni por la noche, como si hubiera desaparecido. Tampoco hubo otra víctima, seguramente porque ya tenía su próximo objetivo. Alicia Sierra.

Era media tarde, estaban Alicia y Raquel en la máquina de café, cuando se acercó Germán.

- Chicas ¿os invito a algo? - la morena miró a su compañera con una sonrisa.

- Pues yo... gracias, pero tengo que irme - dicho esto se marchó.

- Será gilipollas, si la que quería un café era ella, esta tía es tonta - protestó Alicia.

- ¿Quieres algo? Café, té...

- No, gracias - respondió metiéndose un regaliz a la boca - prefiero esto - Germán la miraba y ella le sonrió.

- ¿Cómo vas con el caso? ¿Estás durmiendo bien?

- La verdad, no lo suficiente, me despierto muy seguido, creo que veo todas las horas pasar.

- Desearía que siga entre rejas ese desgraciado, y sobretodo, que no fueras tú su objetivo.

- No te preocupes, no va a poder conmigo, estaré bien, y lo cogeremos antes de que se le ocurra tramar cualquier plan - la pareja se sonrió tímidamente.

- Si necesitas cualquier cosa, puedes contar conmigo, de verdad.

- Gracias, Germán - la pelirroja acarició su brazo a modo de agradecimiento, y, después de esto, salió de la comisaría. Necesitaba un cigarro.

Esa semana Alicia había notado que estaba fumando más de lo normal, seguramente por los nervios. Sacó un cigarrillo y el mechero, y se lo encendió. Dio una calada, y enseguida sintió a alguien a su lado. Ella miró de reojo.

- Raquel ¿por qué te has ido corriendo hace unos minutos? Querías un café con urgencia.

- Sí, lo sé, pero es que no me apetecía un café de la máquina, prefería uno que al menos sepa a café.

- ¿Por qué no lo sueltas ya? Lo estás deseando.

- Bueno, es que fue un momento bonito entre vosotros, ¿no crees?

- ¡¿Pero qué momento bonito?! ¡Sólo somos compañeros! Estás viendo más allá de lo que no hay, Raquel, y yo no tengo ninguna intención de hacer con él nada de lo que se te está pasando por la cabeza, así que deja ya el temita, por favor te lo pido.

- Vale fiera, ya me callo. Menudo polvo te hace falta, mujer, estás amargada.

La morena volvió a la comisaría, dejando sola a Alicia, terminándose el cigarrillo.

Pasaron un par de horas más y todos terminaron su turno, así que decidieron ir a casa. Y, como siempre, la pelirroja subió a su coche, seguida por el coche patrulla en el que iban Suárez y Germán, encaminándose a casa de la inspectora.

Se comunicaban por walkie talkie, así era más rápido si tenían que decirse algo al momento. Minutos más tarde, habló Germán por el comunicador.

- Alicia, ¿ya estás en casa?

- Sí, acabo de entrar, todo bien. Buenas noches, chicos.

- Buenas noches - respondieron al unísono.

- Descansa - añadió Germán, que fue mirado por su compañero.

- ¿Qué ha sido eso? ¿Te gusta la pelirroja? - pero no respondió, sólo dejó asomar una pequeña sonrisa - Joder Germán ¿en serio? Por eso deseabas tanto ser su escolta, y por eso te preocupas tanto por ella.

- No es nada, tío, además no tengo ninguna posibilidad.

- ¿Por qué no? Creo que, de toda la comisaría, eres el único al que no le habla a gritos. Por intentarlo...

- ¿Y por qué tanto interés en que lo intente?

- Así estaría más tranquilita, siempre va gritando a todo el mundo, amargada, y eso la relajaría, o un buen polvo quizás.

- ¡Basta tío! Ya vale, te estás pasando. Deja el tema.

Mientras tanto, la inspectora llegó tan cansada que lo único que le apetecía era darse un baño, así que abrió el grifo y empezó a llenar la bañera. Simultáneamente, cogió una manzana y la mordió, alcanzando también la bolsa de chucherías que nunca le faltaba. Preparó su albornoz para después del baño y lo acercó para que, al salir, no mojara todo el suelo. Encendió la radio, con música blues, perfecta para esa ocasión, pensó. Cuando terminó de comerse la fruta, cerró el grifo, se fue quitando la ropa y, cuando lo hizo, metió un pie y luego el otro, dejándose caer en la bañera llena de sales relajantes que había echado hace unos minutos. Cuando se sentó allí dentro, se quitó su característica coleta y apoyó su cabeza en el borde, mirando hacia arriba, y segundos después, cerró sus ojos. Dejó escapar un largo suspiro, le encantaban esos momentos, no lo hacía mucho, sólo en ocasiones en los que realmente lo necesitaba, y ésta era una de ellas. Estaba tan tranquila y relajada, olvidando por unos minutos todo lo que estaba pasando durante la semana, que no se dio cuenta que unos ojos la observaban desde la puerta.

Pasó aproximadamente una hora, ya sentía su delicada piel arrugada, así que sacó el tapón y dejó que el desagüe succionara toda el agua. Se dio una ducha rápida, lavando su larga melena con champú, y luego su cuerpo, y enseguida se aclaró el jabón y salió de la bañera poniéndose su albornoz y enrollando su cabello en una toalla. Cepilló sus dientes y se dirigió a su habitación, donde tenía preparado su camisón de tirantes de seda, de color blanco, el cual no llegaba a la mitad de los muslos. Le gustaba dormir cómoda. Se lo puso y después tendió sus toallas. Se colocó en frente del espejo del baño y comenzó a cepillar su cabellera mojada. Cuando terminó, apagó la radio y fue directa a dormir, ni siquiera se había secado el pelo, sólo le apetecía descansar, tenía demasiado sueño acumulado, así que se tumbó en su cama y a los pocos minutos cayó en los brazos de Morfeo.

Sobre las 03:30h. de la madrugada, los agentes estaban entretenidos para hacer de la noche más amena.

- Oye tío, necesito mear, voy un momento a ese árbol de allí y vuelvo enseguida - dijo Suárez.

- ¿No puedes aguantarte?

- Joder, aún quedan más de 3 horas, no creo que pueda aguantar tanto. No tardo.

Y, dicho esto, Suárez salió del coche y fue al árbol más cercano. De repente, sintió un pinchazo en el brazo, lo miró y tenía clavado un dardo tranquilizante, se lo sacó y, antes de darse cuenta, tenía otro clavado en el cuello. Cuando quiso reaccionar, cayó al suelo. Habían disparado a varios metros de distancia unos dardos que tenían la potencia para dormir a un elefante. Pasaron un par de minutos y Germán se extrañó, ya debería estar de vuelta. Antes de salir del coche, miró a sus alrededores y, aparentemente, no veía nada raro. Salió con el walkie en su mano izquierda y la pistola en la derecha. Vio a su compañero en el suelo, y, mientras se acercaba corriendo, intentó comunicarse con la pelirroja.

- ¡Ali! ¡Ali despierta! ¡Vamos, responde! Por favor.

Pero antes de que pudiera dar otro paso más, sintió dos pinchazos, los dos en el cuello, por lo que cayó inmediatamente anestesiado como su compañero.

- Vía libre para tu pelirroja, estos dos no se levantarán en horas.

Y, asimismo, el sujeto más buscado recibió el mensaje de su compinche. Cuando lo leyó, puso en marcha su plan. Primero de todo se colocó una máscara antigás, y, acto seguido, dejó escapar halotano, un narcótico que duerme en 10 segundos. El asesino estaba escondido en la habitación de al lado, así que no tardó mucho en quedarse KO. Aunque ya estaba dormida hacía rato, ni se dio cuenta de la pérdida de sensibilidad y conciencia. El sujeto cogió en brazos a la pelirroja y se la llevó. La metió en su coche y condujo hasta un polígono industrial abandonado, a una media hora de allí. Entró en una sala enorme, con un montón de camillas separadas por cortinas, donde retenía a sus anteriores víctimas. Había una cama de 180 x 190 cm. Dejó allí a su tan ansiado objetivo, atándole con unas cadenas las manos, una en cada esquina del cabezal de la cama. Alicia seguía dormida, anestesiada, más bien.

Al cabo de dos horas, la pelirroja empezó a reaccionar. Abrió sus ojos con dificultad, a pesar de que no había mucha luz. Miró a su alrededor, no sabía dónde estaba, observando sus brazos sujetos por esas enormes cadenas. Intentó soltarse, pero fue en vano. Siguió contemplando la realidad, su cuerpo le dolía, especialmente sus partes íntimas, gimió, cerrando las piernas todo lo que pudo. Una lágrima de rabia cayó por su mejilla.

- Volvemos a encontrarnos, mi amor - escuchó una voz a lo lejos, acercándose poco a poco.

- Primero, no te atrevas a llamarme mi amor, es asqueroso, y segundo, no has perdido el tiempo en lo que despertaba ¿verdad? Violador de mierda - mirándolo con rabia.

- Me lo has puesto muy fácil, además estabas muy receptiva - respondió soltando una carcajada acercándose lentamente a la cama - bueno, en realidad no tanto, tuve que empujar fuerte hasta el fondo. Pero tengo que decir que me pones mucho con ese camisón tan...

- ¿Quieres más? ¿Por qué no te acercas? Vamos valiente.

El hombre se subió a la cama, y, cuando la inspectora tuvo la oportunidad, levantó su pierna derecha dando una patada, lo más fuerte que pudo, acertando de lleno contra el aparato reproductor de su secuestrador. Segundos después, y, aprovechando su despiste por el dolor que estaba sintiendo, se atrevió a volver a levantar su pierna, dándole otra patada, esta vez en la cara. Fue tan fuerte que salió disparado, cayendo al suelo.

- ¡Aahhh! ¡Hija de puta!

- Si te piensas que te lo voy a poner tan fácil, estás muy equivocado, desgraciado.

Como pudo, se levantó, dolorido, se sacó el cinturón de su pantalón tejano, y comenzó a darle todos los azotes que se le antojó, por las piernas, abdomen y brazos, mientras ella intentaba no quejarse, no quería que viera el sufrimiento al que estaba sometida. Cuando consideró que tenía bastante, volvió a ponerse el accesorio en el pantalón y observó el cuerpo de la pelirroja, lleno de marcas, incluso alguna con algo de sangre. Se acercó a su cara y, agarrándole la mandíbula con fuerza, le susurró.

- Podíamos haber evitado esto, pero te lo has ganado tú solita. A la próxima te portarás mejor - cogió más cadenas y amarró sus tobillos, uno a cada lado de los pies de la cama - Me obligas a ser malo.

- Sí, claro, el santo, inocente eres ¿verdad? - tal cual habló la inspectora, le soltó un bofetón, que hizo sangrar su labio inferior.

- ¡Cállate! Me estás poniendo de los nervios.

Estaba amaneciendo, ya eran las siete en punto, Raquel estaba intentando comunicarse con Germán, luego con Suárez, ni rastro de ellos. Por último, lo intentó con su compañera, tenía el móvil apagado. Decidió llamar por teléfono a su jefe para comunicarle que no podía localizar a ninguno de los tres. Tamayo mandó una patrulla urgente hacia la dirección de Sierra, pero la morena ya estaba saliendo hacia allí igualmente.

La primera en llegar fue Raquel, observó el coche, abierto, pero nadie dentro, alzó la mirada y allí los vio, acomodados contra el árbol, como si se hubieran quedado allí dormidos de verdad. La inspectora acercó sus dedos índice y medio al cuello de cada uno, cerciorándose de su estado, pero sintió sus latidos muy despacio, débiles. Rápidamente llamó a la ambulancia, la cual vino enseguida, al igual que sus compañeros.

- Raquel ¿qué ha pasado? - preguntó Ángel.

- Yo cada mañana sobre las 7h escribo a Germán, para saber cómo ha ido la noche, pero hoy no me respondió, probé con Suárez, tampoco, y por último llamé a Alicia, tiene el móvil apagado.

- ¿Está en su casa? ¿Alguien lo ha comprobado? Hay que entrar, Raquel.

Mientras tanto, en el polígono, Simón, que así se llamaba el apodado violador de Vallecas, apareció con una máquina de gran tamaño, la arrastraba con sus ruedas hacia la cama donde se encontraba la inspectora, la cual la miraba con el ceño fruncido, sin reconocer qué tipo de tortura debía realizar ese aparato, porque siendo él, tenía que ser para torturar. La dejó al lado de la cama y se acercó a la cara de la pelirroja.

- ¿Sabes qué, mi amor?

Entretenidos Relatos <Alicia Sierra> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora