Cuentas pendientes

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Eran las dos de la madrugada, Germán se volteó en su cama de dos metros por ciento sesenta, alargó su mano buscando a su esposa, pero no estaba allí. Abrió los ojos, se incorporó, bostezó y salió de la habitación, dirigiéndose al "cuarto de trabajo". Allí la encontró, dormida sobre el escritorio, sus manos apoyadas en éste y su cabeza encima, ladeada en dirección a la puerta, con las gafas torcidas a causa de esa incómoda posición. Él no pudo evitar fotografiarla, le pareció lo más tierno del mundo, además cuando se soltaba el pelo y vestía con su bata de color rosa pastel, se le caía la baba. Se aproximó a ella y besó su cabeza.


- Ali, cariño, despierta, te has vuelto a quedar dormida trabajando.


- Mm, yo no... no estaba dormida, estaba...


- Va, deja eso y vamos a dormir - ella se incorporó crujiendo y estirando su espalda.


- Uf, mis cervicales, me duele todo.


- ¿Llevabas mucho rato durmiendo?


- Yo que sé ¿Qué hora es?


- Son las dos de la madrugada.


- Joder, la última vez que vi el reloj eran las doce y cuarto, pensando en acabar esto e ir a dormir, pero no aguanté, que mal.


- Estás muy cansada, deberías ir a la cama antes, o nuestro bebé saldrá hiperactivo como tú.


- Oye, yo no lo soy.


- Sí lo eres.


- Germán...


- Dejémoslo en empate.


- Esto es para callarme la boca ¿no? Como siempre.


- Claro que sí.


- ¿Y tienes el descaro de reconocerlo? Eres un idiota.


- Te la puedo callar de otra manera, si quieres.


- ¿Ah sí? ¿Qué manera?


- Pues, para empezar... - la hizo levantar de su asiento y, con una mano en su mejilla y la otra en su cintura, la besó tan ardiente y sensual que se estaban deshaciendo en él.


- Dios mío, se me ha ido todo el sueño ¿Y cómo continúa?


- Antes dime si tu cuerpo está caliente, si no, no sigo.


- ¿Estás de coña? ¿Crees que no lo estoy? Caliente es poco.


- ¿Ah sí? ¿Y cómo está?


- ¿Por qué no mejor lo compruebas tú mismo? - le sugirió, agarrando su mano y llevándola a su entrepierna.


- Madre mía, como me gusta - acarició un poco más su zona íntima, haciéndola gemir - entonces esto sigue así.


Germán la alzó en brazos mientras la besaba, caminando hacia su habitación. Cuando llegaron, la dejó caer suavemente sobre el colchón, sin separarse ni un segundo, se sentían excitados. De repente, la pelirroja lo detuvo.


- ¡Ah! Para, para un momento.


- ¿Qué pasa?


- Ah, tengo un dolor muy fuerte en el vientre ¡Ah, coño!


- Joder - dirigió la mano a su miembro, intentando calmarlo, pero por ahora no podía.


- Lo siento, sé que estás muy excitado, pero sabes que yo no me quejo nunca.

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⏰ Última actualización: Jul 01 ⏰

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