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El siguiente domingo familiar no tardó en hacer presencia. Otra vez, la marcada diferencia entre ambas familias era un entretenimiento para los mayores en los hijos de ambas dinastías. Minho ocultó una pequeña y muy leve sonrisa en la palma de su mano cuando vio como su madre trataba de espantar una abeja con un simple abanico, mientras el señor Bang le explicaba que no iba a picarla si no la molestaba. Chris, por su lado, solo podía pensar en lo hermoso que era el insecto y el problema innecesario que estaba haciendo una mujer madura y grande por el mismo.

—No va a atacarla, Jiyu. Ella le tiene miedo a usted. —Anthony parecía estar aguantando una risa, pero Chris estaba a punto de tomar a esa mujer y lanzarla al agua; ya no la soportaba.

—¡Por favor, quiten este insecto de mi! ¡Koung! —La mujer movía el objeto de aire con maniobras inconclusas. Estaba nerviosa, el resto solo podía divertirse ante eso.

—Tranquila, señora Lee, la abeja tampoco quiere que usted la golpee. —Chris no perdió el tiempo, pero si la paciencia. Minho le miró con la sonrisa de labios cerrados que tanto llamaba la atención del rubio.

—¿No eres tú un experto en abejas? —inquirió el castaño, cruzando sus brazos en el pecho.

—Lo sabes perfectamente, de hecho, me llegó un regalo a mi casa que afirma que al final, si me tienes aprecio en el fondo.

Chris sonrió cuando Minho borró su sonrisa. Por detrás, la señora Lee todavía trataba de siquiera dañar a la pobre abeja.

—Ayuda a mi madre, ¿si?

—Solo si me sonríes de nuevo. —Minho le miró sorprendido ante la petición—. Es una simple curvatura de labios, te ves más simpático así.

Minho negó con la cabeza ante esa petición, pero se limitó a sonreírle de una manera forzada. Chris le devolvió la sonrisa, y Minho dejó de forzar la suya, pues cuando el rubio le dio aquella respuesta física, las ganas de sonreír lo invadieron por lo extraña que podía ser aquella relación que tenían dos personas que simplemente no pegaban. Se dio la vuelta satisfecho, pero un calor se instaló en sus mejillas.

—Esto es ridículo, mamá. —Jeongin se reía sin miedo de ser regañado. Seungmin, a su lado, también había sacado una sonrisa a relucir por lo extraña que era la situación.

Y antes de que aquella mujer muriera de un infarto por un indefenso insecto, unos brazos sujetando un frasco de mermelada vacío atraparon a la abeja de una rápida maniobra. Todos miraron con asombro como Chris cerraba el frasco y con uno de los cuchillos del picnic hacia agujeros en su tapa sin borrar su linda sonrisa.

Minho no lo iba a negar, pensó en como sería escucharlo hablar un par de horas sobre todo lo que sabía de la abejas. Simplemente, porque sabía lo mágico que era oír a una persona entablar un tema de conversación entero de aquello que más ama en el mundo. Chris se veía feliz entre abejas, flores silvestres y árboles que triplicaban su tamaño. Minho sabía admirar el brillo que una persona desprende ante la comodidad de una mente que suele estar nublada.

—Oh, es realmente hermosa —soltó Jeongin, mirando con ternura el frasco que el mayor tenía en sus manos. Chris sonrió y le entregó el mismo al menor—. ¿Por qué me lo da?

—Para que la cuides —sentenció el rubio.

—Jeongin, suelta a ese animal enseguida. —Su madre miró con horror el frasco. Chris se ahorró aclararle que ni un gracias pudo decirle.

—Gracias, joven Bang. —Jeongin hizo una reverencia que le pareció hasta tierna al mayor, ignorando por completo los reproches de su madre.

Chris metió las manos en sus bolsillos cuando notó que tanto Minho cómo Changbin lo miraban con agradecimiento y diversión. Al menos a nadie en aquel lugar parecía agradarle del todo la señora Lee.

Puertas al cielo - [Chanho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora