Las cosas en Brisbane han marchado tan bien que parece la narración de un cuento para niños, exceptuando la parte estereotipada y tradicionalmente impuesta sobre que el príncipe se queda con la princesa. Aquí las cosas eran distintas. Gemma amaba a Holly más que al chocolate blanco (y esto era una exageración) y Minho ya había comenzado a entender las bromas de Christopher, lo cual claramente es el paso más grande que ambos tuvieron en su relación.No habían formalizado nada, no hubo una pregunta cliché en el medio, simplemente asumieron que pasar a vivir un verano juntos y dormir todas las noches bajo las mismas sábanas era lo más cercano a una relación formal. Un acuerdo físico, quizás más sentimental, pero sin la parte verbal.
Chris era un visitante turístico perfecto, seguía las guías que Gemma le regaló y compraba llaveros en cada tienda de regalos que veía, como si realmente no fuera a volver. Viajaba por las carreteras largas con la cabeza fuera del vehículo y juntaba caracoles en un balde cuando el sol bajaba en la playa. Minho le pidió un cuaderno en blanco a Holly y al tercer día ya tenía las hojas repletas de la misma sonrisa y sus consecuentes hoyuelos en aquellas mejillas que amaba.
La primera semana fue de puro turismo, playa por la mañana, almuerzo bajo el sol, tarde de visitas a la ciudad o algún helado en un puesto perdido de los parques cercanos. Y por último, cuando el viento hacía que las temperaturas bajarán levemente, Chris y Minho se iban a caminar por la playa. Las peleas de arena no faltaban y aunque Minho insistía en no saber nadar, acabó empapado más de una vez.
La noche en que Gemma le pidió matrimonio a Holly salió todo demasiado perfecto, la respuesta fue un sonoro «si» y Christopher terminó llorando más que Holly y Gemma juntas. Las cosas salieron increíbles, exceptuando cuando Minho pisó por accidente un cangrejo y Chris tuvo que cargarlo de regreso al hogar. Gemma le reprochó aquella mentira, porque realmente no le dolía el pie, pero ser cargado por Chris no fue ningún castigo.
—La próxima vez, no hace falta que mientas —comentó Chris con un cepillo de dientes en la boca, asomando su cabeza por el umbral de la puerta del baño. Minho frunció el ceño—. Si quieres que te cargue, solo pidemelo. Es incluso más atractivo cuando lo dices directamente. «Vamos, Chris. Cárgame hasta casa, eres el único que puede hacerlo».
—Tienes un serio problema con las fantasías —respondió Minho, acomodándose en la cama para dormir, pero Chris se limitó a soltar una risa sincera desde el baño.
—No te he visto quejarte de ninguna. —Chris apagó la luz del baño y se lanzó a la cama junto a Minho. Su brazo rodeó la cintura del menor y lo atrajo a su cuerpo con dominio.
—Bueno, adoptar dos pingüinos no me parece correcto.
—¿Crees que dos es mucho de golpe? Podríamos empezar por uno.
—Es ilegal tener pingüinos en casa, Christopher.
—¿Lo es? Bueno, ¿qué opinas de los cocodrilos?
Minho soltó un bufido divertido cuando Chris le dejó un suave beso en el cuello y todo su cuerpo vibró. Se dio la vuelta para enfrentar al mayor de costado. Su cabello estaba mojado por la ducha reciente y tenía restos de pasta dental en una de sus comisuras. Minho sonrió, pero Chris frunció levemente su ceño.
—¿Cuál es el problema? —preguntó el menor quitando la pasta de su boca con su pulgar.
—Tu ropa —respondió sin más. Minho la miró con una mueca.
—¿No te gusta mi pijama de abejas? Lo compré por tí, pediste el de miel y te lo dejé a tí.
—No, Minho. —Chris sonrió cuando lo escuchó decir aquello y con ambas manos empujó el pecho de Minho para hacer que su espalda vuelva a chocar el colchón. Se subió encima con la misma sonrisa y el cabello rubio goteando de manera molesta—. Me molesta que aún lo tengas puesto.
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Puertas al cielo - [Chanho] [✓]
FanfictionLos Bang y los Lee planean unir sus dinastías. Lo tienen todo específicamente organizado; los colores de la boda, la cantidad de descendientes que dejarán en el mundo y el lugar geográfico donde tendrán su final feliz. Y aunque tienen en sus manos...