XIX

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Los pies descalzos, los zapatos en la mano, la corbata desarreglada y una charla mañanera completaban el paisaje a la salida del bosque. Chris llevaba en su mano varios dientes de león que robó en el camino y Minho sacudía el color verde de su camisa blanca en la zona de sus antebrazos, pero aquella mancha de césped no iba a salir con una sacudida. Chris soltó una risita como burla al verlo.

—Te dije que te la sacaras antes de acostarte encima del altar, príncipe. —Chris sopló uno de los dientes de león en el cabello del menor, dejando sus semillas en él. Minho soltó un suspiro—. Nada que un poco de agua caliente no quite.

—No es la mancha el problema, sino que van a descubrir que estuve durmiendo en el suelo.

Minho se rindió con la camisa y Chris volvió a soplar otro diente de león en la cabeza del menor. Su cabello estaba lleno de pequeñas semillas blancas. El menor le miró con cansancio, pero Chris le sonrió inocente y este no pudo evitar sentir la necesidad de devolverle esa curvatura de labios.

—Habrá que quitarla entonces, ya no sirve.

—Christopher. —Minho rodó los ojos cuando Chris se paró en frente de él y estiró sus manos.

Una risa se escapó de sus labios cuando notó que Minho estaba sonriendo levemente. Era temprano por la mañana, pero la noche había dejado sus secuelas como recuerdos y ni siquiera la actitud infantil de Chris era molesta.

—Estás sonriendo —señaló con orgullo antes de soplar otro diente de león en su rostro.

—Eres tan molesto, quítate. —Minho cerró los ojos y lo empujó con frustración, pero Chris sostuvo sus muñecas y lo atrajo a su cuerpo para que ambos pechos chocasen con impacto.

—Sonríe para mí. —Chris tomó el rostro de Minho con una de sus manos y el menor no pudo evitar sonreír levemente nuevamente—. Volvamos a la iglesia, aquí no puedo besarte libremente.

Chris comenzó a caminar en dirección contraria al lago, pero Minho lo detuvo y lo arrastró de regreso.

—Pasamos ahí toda la noche, Chris. Volvamos a casa antes de que nuestras familias denuncien nuestra desaparición.

—Una noche no es suficiente. —Chris volvió a detener a Minho tirando de su agarre. Minho se dio la vuelta sin poner resistencia—. ¿Puedo?

El mayor miró directo a los labios de Minho y este sonrió con burla. El cuello de Chris tenía pequeñas manchas rojas que el infierno adoraría poner en la lista de pecados y sus mejillas presentaban restos de tierra que con una simple sacudida se salían, pero se veía incluso tierno siendo atrevido con ese aspecto.

—¿Me estás pidiendo permiso? —preguntó Minho.

—No, es una pregunta de preparación. Voy a besarte —avisó Chris.

El menor sintió un fuerte agarre en su cintura, arrancandole un suspiro pesado antes de que Chris le robara descaradamente un beso profundo. No escatimaba en ganas, sus besos eran firmes, sin dudar. Minho solo podía pensar en el revoltijo de emociones que le daba ese movimiento suave, pero determinado de labios.

—Volvamos a la iglesia. Un día más, quiero que los ángeles te escuchen decir mi nombre una y otra vez —murmuró el mayor entre besos cortos, mordiendo levemente el labio inferior del menor cuando este se negó con la cabeza.

—Volveremos, pero no ahora. Tenemos que darnos un baño, tienes hojas hasta adentro de tu ropa. —Minho quitó una pequeña hoja verde de adentro del cuello de la camisa desarreglada del mayor—. También debemos hablar con nuestros hermanos, aún hay un plan que debemos seguir.

Puertas al cielo - [Chanho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora