XVI

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Con la llegada de Gemma, Minho se sintió un poco más en casa. Tenía una personalidad digna de colorear un paisaje bastante monocromático. Enfatizando los verbos con una exageración, saltando en su lugar cuando una cosa la emocionaba o dando abrazos libremente sin preguntar. Había algo en ella que Minho siempre adoraría y apreciaría, pero no negaba que le incomodaba que su familia la hiciera sentir menos cómoda en aquellas paredes. Incluso se encontró a si mismo pensando en lo que probablemente Chris estaría pensando ahora.

—¿Por qué pareces estar saltando de nube en nube y no preparando un té aquí en la tierra? —preguntó Gemma cuando notó que Minho llevaba más de cinco minutos mezclando su taza de té sin apartar la vista de ella.

—Lo siento —musitó con una sonrisa forzada, dejando la taza a un costado. Ya estaba frío—. Tengo muchas cosas en la cabeza. Dime qué tal el viaje.

—Magnifico, no sabía que Australia era tan colorida en cuanto a la naturaleza, vi más plantas en el camino hasta aquí que en toda la ciudad. También toqué con mi guitarra en la estación de trenes y una señora se detuvo a decirme lo extravagante que era que llevará puesto pantalones, luego de eso... —Gemma continuó hablando, pero Minho volvió la vista al té y su corazón dominó cada esquina de su cabeza.

Hacía tiempo no se dejaba agotar en su cabeza, corriendo una carrera con sus sentimientos para ver cuál lo dominaba primero. El pánico, el miedo, la esperanza o la tranquilidad. Y aunque trataba de dejar que las cosas fluyeran, sabía que no podía dejar que su corazón descansara en manos equivocadas. No podía aceptar que estuvo a punto de besar a un hombre y que lo único que pasó por su cabeza en ese momento fue que si nadie veía, entonces... ¿Qué tan incorrecto era?

—Muy bien, es suficiente. —Gemma dejó el plato con la taza floreada en la mesita de descanso y se levantó de su lugar con la mirada de Minho encima de ella—. Vamos a hablar de esto y dejarás que yo cuide tus preocupaciones un rato. ¿Está bien? No me guardes nada porque sabré cuando estés mintiendo.

Gemma se arrodilló en frente de Minho y este le miró con sorpresa por esa actitud decidida. Su mirada estaba cargada de comprensión y apoyo.

—No es nada, de verdad. Estoy muy cansado, es todo. Anoche salí al pueblo y me quedé hasta tarde dando vueltas con mucho alcohol en mis venas. —Minho refregó sus ojos y Gemma tomó sus manos entre las suyas para evitar esa acción—. Lo siento, sígueme contando. Voy a escucharte.

—No hay nada más interesante e importante en este momento que tú y tus miles de emociones, Min. Vamos, dime... ¿Qué está pasando por tu cabeza?

Gemma suspiró cuando Minho simplemente bajó la mirada con inseguridad en su mirada.

—No importa que me digas, yo jamás voy a juzgarte, Min. —Gemma comenzó a sacar las flores de su cabello para colocarlas en el del mayor con ternura en su mirada—. Me salvaste un día, déjame ser tu bote salvavidas ahora. ¿Es mi presencia en esta casa lo que te angustia? ¿El casamiento de tu hermano? ¿Tu madre y su insistencia?

Minho negó suavemente, dejándose cuidar en las manos frías de la joven, quien se entretenía poniendo las flores blancas en su cabello.

—Me quedan dos opciones, en ese caso. ¿Es el arte, Min? ¿Extrañas pintar?

—Lo hago, pero no es eso. No ahora.

—Bien, entonces solo me queda tu situación de odio con el mayor de los Bang. ¿No? El chico del que me hablaste y con quién no te llevas bien. —Gemma se alejó cuando notó que el rostro de Minho se tornaba rojo y sus manos volvían a tapar sus ojos—. Oh, acabo de dar en el blanco. ¿No es así? ¿Qué pasó con él?

Puertas al cielo - [Chanho] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora