Capítulo 8

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—En Japón también limpiábamos las aulas al salir de clase, aunque era demasiado aburrido –admitió Akane dándole un mordisco a su trozo de pastel, manteniendo una conversación con Sunoo, quién había dejado de atender la barra y ahora se sentaba a su lado.

—Es cierto que es muy pesado, preferiría volver a casa y no estar más de media hora extra en el colegio –concordó él.

Habían comenzado hablando de cualquier tema, pero la japonesa ya ni era capaz de identificar cuánto tiempo llevaba hablando con el menor, hundida en la conversación dentro de la ya solitaria cafetería.

—Pensé que era una costumbre únicamente de Japón, siempre nos decían que si no lo hacíamos llegaría un fantasma que estaba en uno de los baños... el tercero de la planta 3 –recordó aquella historia, debía admitir que sí que le daba miedo en esas épocas.

—¿Cómo la del videojuego de Yokai? –preguntó Sunoo intentando recordar alguna referencia de aquello, viniéndosele a la mente el segundo videojuego de Yokai-Watch dónde aparecía un Yokai en los baños.

—¡Sí! El Yokai estaba basado en ella. Ahora que soy más mayor sospecho que sólo nos lo decían para meternos miedo, pero por suerte en la universidad no tenemos que limpiar las aulas –explicó entretenidamente.

—Una pregunta, ¿por qué decidiste venir a vivir a Corea para estudiar?

Akane tuvo que meditar esa respuesta, no podía simplemente decirle a un desconocido que se mudó del país prácticamente obligada por Hatsu para tener un gran cambio de aires, ya que luego de muchos años no había sido capaz de superar a su ex, aferrándose a la idea de que algún día volvería a hablarle y se casarían para tener 5 gatos y 4 perros.

Así que tuvo que estudiar mucho hasta poder conseguir la beca y estar ahora ahí, en Corea, conociendo a Sunoo y prácticamente habiéndose olvidado de la existencia de Ni-ki, al menos por unos días.

—Asuntos personales –cambió de tema lo antes posible, recibiendo una mirada confusa del menor, pero poco después una alarma sonó en su móvil.

—Ya podremos hablar de eso otro día, tengo que cerrar –explicó, mientras se levantaba de su sitio.

—Entonces debería irme ya, me ha encantado estar contigo –aseguró sin dejar de observarlo, ¿cómo un chico podía ser tan adorable?

—¡No! No te vayas, salgamos juntos, espera.

Luego de unos minutos, Sunoo le tendió un tupped lleno de galletas, mientras Akane le dirigía una extraña mirada.

—Todo lo que sobre se debe tirar al finalizar el día, y prefiero que te lo quedes tú a tirarlo –sonrió y Ozawa tuvo que evitar el impulso de llenar sus mejillas de besos, debido a que ahí no habitaba la suficiente confianza para poder hacerlo. 

Aceptó las galletas asintiendo, para minutos después salir junto con él de la ya cerrada cafetería. 

—¿Qué te gustaría estudiar cuándo entres a la universidad, Sunoo? –pregunto con curiosidad en la búsqueda de sacar algún tema de conversación. 

—Debo admitir que no me lo he planteado demasiado, sólo sé que estoy ahorrando para ello. 

—¿Tu familia no puede pagar la universidad? –cuestionó, aunque igual no era la pregunta apropiada al acabar de conocerse. 

—Si puedes pero es... complicado, no es importante. Creo que estudiaré alguna rama de artes, aunque siempre puedo cambiar. 

No parecía muy cómodo hablando del tema, y la japonesa lo interpretó cómo una pedida de cambio de conversación, comenzando a mirar las calles con curiosidad.

—¿Y conoces a alguien que estudie en mi universidad? 

—¡De hecho sí! –exclamó contento por dejar el otro tema atrás– Mi mejor amigo va a esa universidad, aunque va a un curso superior y no debe ir a tu mismo edificio, pero creo que su novia si tiene tu edad. 

—Vaya, entonces es algo mayor que tú tu mejor amigo, ¿cómo os conocisteis? 

—No es coreano e iba tan perdido cómo tú por la calle, entró a la cafetería por conocer un nuevo lugar, aunque el lugar no es su estilo. 

Akane se sorprendió, Sunoo era prácticamente un sinónimo de esa cafetería, ¿cómo podían ser mejores amigos si a aquel chico no le gustaba la vibra del lugar? 

—En eso si nos diferenciamos, a mí si me gusta la cafetería, es tierna. 

—Tú y él sois... diferentes –admitió sin intentar sonar muy grosero.

—¿Es un insulto o un cumplido? –se atrevió a preguntar Akane.

—Ninguna de las dos, no sé, te puede gustar el dulce y el salado al mismo tiempo siendo totalmente diferente –dijo y ella asintió, no quería ponerlo en un apuro–. Vivo aquí.

Se detuvo frente a un edificio, no era demasiado lujoso pero se podía considerar un lugar dónde las personas de clase media habitaban.

—Quizás no deberías decirle a una desconocida dónde vives –bromeó metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón, esperando a que Sunoo entrara.

—No creo que te considere ya una desconocida.

—A tus padres de todas formas no les hará gracia que una chica un año mayor de dudable procedencia, a la que sólo conoces por el trabajo te acompañe a casa.

—Ellos no tiene porqué enterarse –rió, y aunque dudó unos instantes, antes de irse dejó un suave beso en su mejilla.

Petrificada y con su estómago sintiendo esas leves mariposas que caracterizan los nervios, se dio cuenta de dónde se había metido.

Se estaba volviendo a enamorar, y bien sabía que no podía llevarse otra decepción amorosa sin salir extremadamente lastimada.

Ella misma se estaba llevando a la boca del lobo, un lobo muy adorable, cabía recalcar.

ᴋᴏɪ ɴᴏ ʏᴏᴋᴀɴ (ᴋɪᴍ ꜱᴜɴᴏᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora