Capítulo 12

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La japonesa temblaba de pies a cabeza, avergonzada y sonrojada, observando cómo la sonrisa de Sunoo desaparecía por un par de segundos por culpa de la sorpresa.

No tardó en volver a su rostro, dispuesto para seguir hablando.

—Perdona, no se me permite entregar mi número en horario de trabajo, mis  disculpas –hizo una pequeña reverencia y se fue de ahí.

La respuesta dejó a los tres paralizados, principalmente a Jake, quien ya estaba planeando la primera cita de esa pareja.

—No le gusto –le lamentó cuándo fue capaz de reaccionar, golpeando su cabeza en la barra–. Seguro lo que han hablado de mí son cosas malas, cómo que soy una acosadora o una pederasta.

—Sólo eres un año mayor que él, no te preocupes por eso –la tranquilizó el de pelo blanco, golpeando con suavidad su espalda. No había por donde consolar aquel petrificante rechazo.

—¿Le caeré mal? No creo poder volver aquí desde el día de hoy –seguía diciendo, ahora tomando el batido que Heeseung le había servido junto al trozo de pastel.

—Si le caes mal no deberías comerte tanto la cabeza, le agradas a muchas personas cómo para estar pensando en alguien que no te quiere –dijo Shim, y ella asintió intentando autoconvencerse de la situación.

—Quiero ir de compras –declaró un rato después–. Necesito ropa.

Ciertamente, odiaba ir a tiendas de ropa porque le repudiaba observarse en el espejo, y lo mejor que podía hacer para ir mejorando un poco su autoestima era comenzar a aceptar su físico, aunque eso llevara un poco de dolor a su cartera.

—¡Sí! –exclamó Sunghoon, quién lo único que hizo fue terminar de sorber su batido y dejar el dinero correspondiente de los tres pedidos en la barra, para llevar a Jake y Akane hacia el centro comercial.

La japonesa debía admitir que había pensado en dejar las compras para otro día cuándo se le ocurrió la idea. En resumen, un día que Hatsu estuviese libre. Era bien sabido que los chicos en general no se esmeraban tanto en estar a la moda, y su mejor amiga estaba actualizada de todas las tendencias del momento.

Pero no contó con que Park y Shim eran lo más parecido que existía a la patrulla de la moda.

Nada más llegar se fueron rápidamente a una barata tienda a comprar unas gafas de sol que no les costasen el ojo de la cara, y de paso aprovecharon el momento para comprar también un spray de agua, cosa que Ozawa no entendió para que lo iban a utilizar.

—Me gusta esta chaqueta, y podría quedar bien con esta camiseta, ¿no? –se aventuró a decir ella en la primera tienda que visitaron.

Ahí descubrió para que les serviría el spray.

—¡Mal! –exclamó el australiano, mientras el coreano le comenzaba a rociar agua cómo si de un gato se tratase.

—Rosa y rojo no son combinables, si quieres crear un mejor conjunto debes elegir una chaqueta azul pastel –negó Park, dramatizando su decepción.

Ahí entendió que debería la próxima pedirle a Jay que la acompañara, era un chico tranquilo y aunque no la dejaría comprar aquella abominación, no la empaparía con agua de dudosa proveniencia.

—Puedes también comprar esta falda –mostró Jake una de tablas de también un tono azulado, luego de encontrar la chaqueta perfecta.

—No –dejó rápidamente la prenda en su sitio la joven, debía admitir que lo mejor de dejar la secundaria fue no volver a usar faldas–. No usaré eso.

—Pero quedaría genial.

No sabía cómo decir que odiaba sus piernas sin recibir de nuevo el mismo trato que a un gato, por lo que comenzó a maquinar en su mente alguna idea.

—Una falda es difícil de combinar con otras cosas.

—Aún así te la vas a probar –dijo Sunghoon arrastrándola al probador, la metió a dentro a la fuerza y cerró las cortinas–. ¡Y cómo no salgas con ella puesta me encargo yo mismo de quitarte los pantalones!

—¡Eso ha sonado horrible de tu parte!

—Si lo hubiese dicho yo podrías quejarte, pero vamos, todos dudamos de la heterosexualidad de Sunghoon –aseguró el castaño tranquilamente desde afuera, y Akane no podía negar que un comentario así hecho por Park tenía de todo menos doble sentido.

Suspiró cuándo se probó la falda, dudosa todavía de salir. El conjunto era precioso, debía admitirlo, y sí, le quedaba bien, pero había algo en ella que le impedía admitirlo en voz alta, ¿y si sondaba egocéntrica diciendo algo cómo aquello?

Salió del probador y el par de amigos comenzó a aplaudir.

—¡Te queda genial! –exclamó Jake–. Cómpralo.

—No entiendo cómo no querías usar la falda, pareces incluso más alta –admitió el de pelo blanco.

Akane volvió a entrar al probador sintiéndose mejor. Se observó un par de minutos más en el espejo, ¿así era sentirse bien consigo misma? Decididamente, usaría más aquella ropa.

Mucho más feliz, compró las prendas y el trío salió alegremente de la tienda.

—Debemos hacer esto más seguido –afirmó Jake.

—Mi economía no me lo permite –negó la japonesa riendo.

Los chicos volvieron poco después de almorzar al campus de la universidad, seguramente para estudiar y descansar de una vez por todas. En cambio, Ozawa aprovechó para hacer un par de cosas, cómo sacar unos libros de la biblioteca o comprar algunos subrayadores que se le habían gastado por completo.

Cuándo se quiso dar cuenta, ya era algo tarde y los negocios comenzaban a cerrar, así que sin darle demasiada importancia, se dirigió de nuevo al campus cómo Jake y Sunghoon habían hecho pocas horas antes.

Lo que no esperaba era aquella pequeña sorpresa que se encontró en la entrada; el chico de cabellos rosas jugueteaba con las mangas de su sudadera, al parecer esperando a alguien.

Al sentir pasos, elevó su cabeza y sonrió al divisarla. Akane todavía se sentía un poco avergonzada por lo de esa mañana, por lo que habría preferido evitarlo, aunque fue imposible ya que Kim fue quién le habló.

—¡Hola, Akane! –saludó con la misma energía de siempre.

—Hola, Sunoo –le devolvió el saludo–. ¿Estás esperando a tu mejor amigo? Me contaste que también vivía aquí –le sacó una pequeña conversación, ya que el de pelo rosa parecía estar preparado para hablar aunque fuese un pequeño diálogo.

En la mente de la japonesa, que Sunoo estuviera esperando a aquel chico que no conocía era lo que más sentido tenía, ¿por qué si no estaría ahí?

—En realidad... no estoy aquí por él –dijo, volviendo a juguetear con sus manos–. Quiero darte una pequeña disculpa, realmente no te mentí cuándo dije que en el trabajo no me permitían entregar mi número, y cómo estaba el hijo del jefe delante no quería meterme en problemas, realmente necesito conservar este trabajo. Debí hacerte pasar mucha vergüenza, encima delante de tus amigos. Para eso he venido ahora, ya no estoy en horario de trabajo, así qué, ¿me podrías dar tu número? –habló, sacando con rapidez su móvil y dándole aquella dulce sonrisa.

Sunoo era cálido, dulce, algo parecido a un sol. Parecía que no podía hacerle daño a nadie, al menos a la vista de Akane. ¿Cómo iba a decirle que no?

Rápidamente apuntó su nombre y número, y el propio chico se encargó de colocarle un corazón al nombre de la joven.

Después de eso, agarró algunas de las bolsas (que no eran pocas) que traía la japonesa, acompañándola hacia dentro del campus para que no tuviera que cargar con tantas.

¿Kim Sunoo era un ángel caído del cielo que venía a hacer de sus días una maravilla? Akane no estaba segura, pero tampoco se explicaba el cómo el pelirrosa se había podido llegar a fijar en ella.

ᴋᴏɪ ɴᴏ ʏᴏᴋᴀɴ (ᴋɪᴍ ꜱᴜɴᴏᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora