Capítulo 11

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No se molestó en ningún momento en averiguar cómo llegó aquel sábado por la mañana a su casa. Imaginaba que en su estado de ebriedad (por el cuál perdió los recuerdos poco después de aquella conversación con Jake y Sunghoon) consiguió volver a su habitación.

Agradecía internamente que su compañera no era una persona que protestase por cosas como aquella.

Eunbi pasaba muy poco tiempo en la habitación en realidad, dormía allí solo la mitad de las noches, y el resto estaba al parecer con su novio.

Tampoco sabía mucho sobre su pareja, simplemente que pasaban mucho tiempo juntos y llevaban ya varios años.

Aún así, para el poco tiempo que pasaba la coreana ahí, era agradable y no se quejaba. Tampoco tenían un trato cercano, Akane y ella no eran esas típicas personas que encajasen por su personalidad, pero podían llevar un relación cordial sin ningún problema.

Cuando despertó, que fue por culpa de su par de amigos, Eunbi ya estaba despierta. Debía ser quien les había abierto, y sólo reía al ver la cara de la japonesa mientras era aplastada por los universitarios.

—Vamos a conocer al chico de la cafetería –ordenó el australiano, llevándose una mirada extrañada de la coreana.

—¿El chico de la cafetería? Akane tienen novio~ –rió con una sonrisa en sus labios.

—¡No tengo novio! –negó algo avergonzada por la situación, no quería tener a alguien más que le recordase su situación–. Simplemente es un chico que se me have adorable.

—Los adorables son los mejores –afirmó–. Le pediría a mi novio que fuera adorable, pero estoy segura que me tiraría un mando de play a la cara.

Poco después, la chica decidió levantarse y no luchar contra su penoso destino y llevar a Jake y Sunghoon a conocer a Sunoo.

Los tres se encaminaron a la cafetería, y como era de esperar, arrugaron su nariz algo molestos al ver el lugar.

—Cuándo dijiste adorable, no me esperaba algo tan... adorable –mencionó Shim mientras Park a sentía, la japonesa únicamente negó y los arrastró a dentro del lugar.

Se notaba que era fin de semana, el lugar tenía a muchas más personas. Eso explicaba el porqué tanto Sunoo cómo Jungwon trabajaban los sábados.

De todas formas, una cara que no era capaz de identificar se encontraba detrás de la barra. Era mayor que los otros dos, y aunque daba su intento de conpenetrar con el lugar, no se le daba demasiado bien.

—¿Heeseung? –dijo el patinador de hielo nada más entrar, hacia el rostro que Akane desconocía.

El joven se giró observando atentamente a los dos chicos, con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Jake! ¡Sunghoon! –exclamó alegremente, moviendo su mano en forma de saludo–. ¿Qué hacéis aquí?

Ozawa recordaba levemente el nombre de aquel chico. Lee Heeseung había sido mencionado un par de veces en sus conversaciones, principalmente cuando Jay estaba con ellos dos.

Era un antiguo amigo de la secundaria, con el cual acabaron perdiendo el contacto con el paso de los años, al fin y al cabo, algo natural y triste.

El reencuentro parecía haber puesto feliz a los tres, hasta el punto de que el camarero saliese de su puesto para abrazarlos.

—Vinimos a ver al chico que le gusta a nuestra amiga –explicó el de pelo castaño sin algún tipo de pelos en la lengua.

—¡Jake! –le miró acusadorsmente, mientras él reía junto a Sunghoon y Heeseung.

—¿Jungwon o Sunoo? –preguntó, señalando a sus lados dónde se encontraban ambos sirviendo o preparando bebidas.

—Sunoo –murmuró cabizbaja, intentando disimular el diminuto sonrojo que se había extendido por sus mejillas.

—Oh, ¿eres Akane? –cuestionó, y entonces ella levantó su cabeza totalmente sorprendida–. Eres la nueva comidilla entre el personal.

—El personal se compone de tres personas –recalcó el chico de pelo blanco y Heeseung asintió dejando que su pelo rojo se moviera desenfrenadamente.

—Al menos somos más que antes.

—¿Cómo has acabado aquí? Entre todos los lugares, nunca te imagine trabajando en este –dijo Jake, y los tres se sentaron cerca de la barra para que pudiera continuar con su trabajo.

—Mi padre es el dueño de este lugar –suspiró rodando levemente los ojos–. Desde que perdí mi último trabajo me ha obligado a trabajar aquí, solo llevo unos pocos días.

—Tu padre es un genio por inventar este lugar –aseguró la japonesa, mientras le señalaba lo que iba a pedir.

—Me sorprende que haya gente que le gusta –bromeó Lee–. No estoy aquí por voluntad propia –aclaró, aunque ya había dejado eso claro desde antes.

Se dispuso a preparar las bebidas mientras Sunghoon le hacia fotos a todo el lugar, alegando que quedaría genial en sus redes sociales que las chicas imaginarán que era el típico novio tierno que las llevaría a un lugar así.

Era sarcástico el pensar como el encantaba gustarle a las chicas, cuando en la vida real prácticamente huía de ellas. Cosas de ser Park Sunghoon, no había otra explicación.

—¿Lo has oído? –preguntó Jake hacia la chica–. Al parecer Sunoo también habla de ti, ¿le vas a pedir una cita?

—Se supone que son los chicos quienes se encargan de eso.

—Anticuada —rodó los ojos, pero rápidamente sonrió maliciosamente, Akane supo que eso no iba a acabar muy bien–. Por cierto, ¿tienes su número?

—No quiero responder a esa pregunta.

—Me lo tomaré cómo un no –supuso–. ¡Perdone, camarero! –levantó el brazo en dirección a Kim, quién, se giró y al ver a la ya conocida chica, decidió acercarse.

—No hagas ninguna tontería –intentó detenerlo algo nerviosa, pero este no parecía querer pararse.

—¿Qué ocurre? Por cierto, hola, Akane –la saludó con una enorme sonrisa que hacía notar sus abultadas y bonitas mejillas.

—Mi amiga Akane quiere pedirte una cita pero me da algo de vergüenza, ¿podrías darle tu número? –cuestionó traviesamente, teniéndole el teléfono de la joven, la cual no recordaba habérselo dado en ningún momento.

La tontería ya estaba hecha.

ᴋᴏɪ ɴᴏ ʏᴏᴋᴀɴ (ᴋɪᴍ ꜱᴜɴᴏᴏ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora