Irlanda.

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Victoria.

Zulú, la chica morena del servicio, se había quedado conmigo. Había demostrado ser una gran mujer. Me preparó un té, ese que solía darle su abuela cuando se sentía mal. 

Me ayudó a bañarme, me arropó y me abrazó tanto como necesité.  Cuando quisieron llevársela, pedí que la dejaran y agradecí el haber tenido un boleto de clase alta porque de otra forma, estando sola, sentía que me moriría. 

-Mamá fue vendida a un hombre blanco.-Comenzó su relato.-Mi padre la vendió y junto a ella, nosotras dos. 

Mi mente quedó en blanco. Un terror enorme y un asco abrumador. Mis pensamientos se sintieron como una ráfaga combinada entre actos inhumanos y salvajes. 

-El hombre que compró a mi mamá la usaba para sus necesidades físicas, la verdad no recuerdo tanto de esa época porque Johari, mi hermana mayor, me llevaba al jardín gran parte del día.  

Tomé su mano y aunque ella no se veía conmovida por sus propias palabras quería estar ahí para ella. 

-Los maltratos terminaron, fue tan pronto que no recuerdo cuando pasamos de estar en un cuartito pequeño a tener una recámara cada una. El hombre se enamoró de mamá y comenzó a tratarla como una esposa.-Suspiró.-Mamá quedó embarazada poco tiempo después, existió mucha alegría en la casa. 

Sus ojos empezaron a cristalizarse. 

--Era bueno tener esa figura paterna y cariño de su parte.--Las lágrimas la rebasaron y comenzaron a salir rápido.--Él dejó de sentir cariño por nosotras y el rechazo llegó al mismo tiempo que Ashanti lo hizo, ella era su hija y nosotras no. 

El hombre comenzó a querer sacarlas de su casa. Johari y Zulú, ya no eran bienvenidas.

Su madre, decidió irse con ellas. El hombre quería quedarse a su hija, Ashanti, pero la mujer lo convenció de que lo mejor era seguir estando disponible para una buena mujer. Al parecer el amor que le profesaba a la mujer africana no era tan grande como para pelear quedarse con ellas. 

Él murió unos días antes de que las Owusu se fueran. La madre tomó dinero del hombre y algunas pertenencias valiosas que la ayudarán a conseguir dinero y a mantener a sus hijas. Para cuando la familia del hombre llegó a reclamar las cosas, ellas ya estaban en un pueblito al sur. 

El dinero no fue eterno, Johari y Zulú tuvieron que trabajar desde muy jóvenes. Mientras no cuidaban a su hermanita, trabajaban para conseguir dinero.

Johari se casó hace algunos meses. Su esposo Lord Bell, había aceptado a toda la familia de la joven, pero Zulú no quería ser una carga o volver a causar un desastre como con el primer hombre, no quería que volvieran a ser despreciadas y que las desalojaron, así que no se quedó con ellos y en cambio empezó a trabajar en aquella embarcación, limpiando y asistiendo, ganando lo suficiente para mantenerse. 

Para cuando la embarcación llegó a nuevas tierras, ambas se sentían tan unidas, ya sabían lo suficiente la una de la otra como para creer que habían crecido juntas. 

--Te voy a buscar, de mí no te vas a salvar.--Habló Victoria mientras se despedía de Zulú. 

Se abrazaron una vez más. 

Un papel con su nombre y la dirección de su hermana eran las garantías de que ambas jóvenes volverían a encontrarse. 

Cuando salió del embarcadero se encontró con un joven parado frente a una carrosa y poco después de presentarse, ya se encontraba rumbo a la casa de los Wembley. 

Cuando arribaron, una joven en uniforme la esperaba, fue muy amable al momento de guiarla a la entrada. 

--Los Wembley esperan que haya tenido un buen viaje, ellos no están en casa pero estarán aquí por la mañana.--Una chica de uniforme también habló. 

A Victoria le pareció de lo más alegante su ropa roja, sus uniformes eran muy diferente a todos los que la joven había visto alguna vez. Rojo y dorado, se veían con tanto poder, era como si ellos mismo fueran dueños de aquella enorme casa. 

Su cuarto era una pasada, todos los muebles tenían decorados en dorado y tantos cajones que no parecía ser un cuarto de visitas. El techo se alzaba tan alto que a la señorita Lamprou le entró la curiosidad por saber cuanto mediría, ahí mismo, en medio del techo un dibujo de flores resaltaba. 

Su cuarto incluso tenía un baño propio y a Victoria le pareció superdiferente, muy raro a ciencia cierta pero, también agradecía tenerlo. 

Lamprou, era consciente que tenía que refinarse y ser un poco más modosita con los Wembley, los vestidos que había tomado del armario de su madre le asentaban las caderas y, a Victoria, le daba la sensación de verse más alta con ellos. 

El día de hoy había usado uno color lila, era sencillo y cómodo, lo cual le gustaba mucho.

Era curioso, de eso no había duda y tal como la joven le había comentado, podía conocer la casa. Así que eso hizo, recorrió algunos cuartos que estaban vacíos pero, que tenían cuadros y tapices muy bonitos. Después encontró el cuarto para los bebés era blanco, todo era blanco y a Victoria no le gusto. Existiendo tantos colores ¿El blanco les había parecido buena idea?

Recorrió una terraza grande, que conectaba el cuarto de los niños con otro. Cuando llegó a ese otro, se dio cuenta de que era el principal. El tamaño y la cantidad de espacio ya era ridícula, pero Victoria se dejó encantar por la inmensidad. 

El cuarto tenía muchas cosas doradas, muchos cuatros, muchas ventanas que estaban entre abiertas. Con nada de vergüenza llegó a los vestidores y se adentró al de la señora, por alguna razón entrar al del señor si le daría pena. 

Vestidos largos, con piedras, con tejidos y de todos los colores yacían frente a ella, ¡Estaba fascinada!

De repente una envidia la invadió, ¿Por qué ella no tenía vestidos costosos y una servidumbre detrás de ella? ¿Por qué no había sido educada por su madre?

No tardó en arrepentirse de las palabras que habían llegado a su mente, ella no era así y nunca necesito de esas cosas para ser feliz. Su padre había hecho lo mejor que había podido y no podía ser así de egoísta y malagradecida. 







I'm truly yours. - Benedict BridgertonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora