No logro entender cómo fue que de un momento a otro me encontré en este punto entre lo real y lo fantástico, así que esta noche solo voy a culpar a mi mente por no estar a mi favor.
Estoy cansada de correr. Me duelen los pies hasta la fatiga, ¿la causa? las irregulares piedras que no consigo ver con claridad, pero que sé que están golpeando la planta de mis pies en este extenso mar de niebla. Hace horas perdí el sentido de la orientación así que tampoco sé a dónde estoy yendo, claro, si es que realmente lo estoy haciendo. Incluso en el confinamiento de mi lastimosa perdición existe algo que me insta a no parar, no sé si es solo la idiotez o realmente habrá un final menos agrio para mi dolor; de hecho, me siento ilógica, despechada, e irreversiblemente llena de odio. Estoy vacía, totalmente vacía, aun así, una leve sonrisa acompaña mi rostro de la forma más incoherente posible en honor a los cientos de recuerdos que me invaden la mente, trayendo consigo los escenarios que me ponen en este insoportable contexto.
—No me importa qué, cómo, cuándo, dónde, llegaré a ti; no importa cuántos infiernos deba atravesar, arderá el Gehenna y con él todo lo que me impida encontrarte —profetizo mientras corro a un inevitable Big Bang.
Corro, sí, siento mi rostro arder ante el roce del viento, a la vez que solo... revivo en mi cabeza lo que fue.
En el pasado en muchas ocasiones me había preguntado cuáles eran las cosas que convierten un día corriente en un escenario extravagante que por fin engancha la desdicha de la existencia a un profundo y desesperante deseo por vivir. La primera vez que indagué en tan grande filosofía fue en aquellos años en los que aún era una niñita atrevida de nueve años con ganas de conocer todo aquello que la rodeaba. Por suerte para mí había tenido una madre tan sorprendente que se esforzaba por intentar dar respuestas a todas mis interrogantes, las que nacían producto de conversaciones que había escuchado de clientes adultos (con o sin querer) en el café del que ella era propietaria y también única administradora.
Una noche de otoño con aroma a humedad la observé como se observaba a la heroína de un cómic excepcional, estaba a las afueras del local intentando bajar la cortina metálica para engancharla a la clavija curva del piso y poder asegurarla con el candado. A esa hora aún era agradable el clima, sin embargo, no habían muchos transeúntes como otros días. De vez en cuando alguna persona se compadecía de su dedicación y amablemente se ofrecía a ayudarla cuando notaba que era una mujer sola acompañada de una niña pequeña, pero no corrió con esa suerte aquel día. A pesar de que quería ayudarla no tenía la altura ni la fuerza suficiente para aportar ni un décimo de progreso, por lo que lo único que podía hacer era hacerle saber que no estaba sola; interrumpí el silencio como era de costumbre y me atreví finalmente a realizarle aquella pregunta sobre la vida, por supuesto que en ese entonces no tenía para nada en claro el real peso de la cuestión, pero cada ocasión de intentar dejarla sin respuestas me emocionaba, ya que era una posición en la que no la había visto muchas veces.
—Mamá ¿por qué la señora Malley dijo que la vida no tiene sentido y que le gustaría que el mundo no existiera? Eso es terrible, si ya no hay mundo moriré yo también, ¿ella está molesta con la gente? —pregunté.
—¿Dónde escuchaste eso? te he dicho un montón de veces que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas Dayanne —dijo mientras aseguraba los candados ya mohosos en la abertura.
—Pero yo no la quise escuchar a propósito mamá. Yo estaba dibujando en las boletas viejas justo al lado de la caja registradora mientras ella hablaba con una señora que no había visto antes en el local.
—De acuerdo, entonces supongo que no es tu culpa —agregó sonriendo mientras finalmente emprendimos la caminata nocturna hasta la casa—, de igual forma evita poner mucha atención en conversaciones de otros, eres solo una niña, no vaya a ser que termines escuchando algo poco adecuado para tu edad.
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Desertores del Gehenna
FantasyAún cuando el mundo de Dayanne se viene abajo una y otra vez desde su niñez al crecer en un entorno lleno de gente hipócrita y cruel logra mantener la cordura y cumplir con sus objetivos. Al convertirse en una mujer pronto a terminar sus estudios, e...