Personas es igual a problemas

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Entendí el sentido de fidelidad al museo que dirigía, pero no podía entender la poca proximidad a la situación. De poder ayudarme pudo haberlo hecho, pero aun así decidió no apostar a ello, un hecho bastante injusto, pero para mí que por configuración humana la vida me había hecho necia, prepotente, pero más que nada valiente, no era una traba.

—Lo resolveré antes, por esa misma razón no me voy a defender ni explicarle cómo llegué a la situación en la que estoy. Ahora si me lo permite, iré a integrarme en mi labor como pasante del museo.

—Claro que sí, ve tranquila —respondió con la boca curva hacia arriba como si mis palabras la hubiesen liberado de un tormento.

Me apresuré a subir las escaleras para visitar una nueva antigüedad que había llegado al museo, lo sabía porque era una fiel lectora de los artículos de la página web de la ciudad, en donde eventualmente se relataba cada nueva novedad que surgía, ocurría o simplemente llegaba, estas eran de cualquier área, pero la página estaba bastante bien organizada.
Las escaleras eran bastante anchas y altas, daban la sensación de estar recorriendo un castillo real o entrando a un parlamento, ya que a pesar de su rigidez se encontraban cubiertas por un tipo de alfombrilla roja totalmente adheridas a ellas.  

En medio de la sala estaba Sofía sosteniendo en la mano sin ningún pudor o nervio un objeto que en el mostrador tenía escrito con letras rojas y grandes la palabra "no tocar". Me miró en cuanto notó que la había mirado y desde una larga distancia lanzó sus primeras palabras directas hacia mí.

—Había escuchado que eras un poco tramposa pero jamás imagine que eras como una gata —dijo burlándose.

No quería responder a sus palabras, algo me decía que era una incitación sin sentido de la cual tarde o temprano me desharía una vez que resolviera mis problemas.

—Bueno, el silencio otorga —dijo después de unos segundos.

—¿Qué otorga el silencio? —pregunté observando los cuadros de la pared principal.

—Supongo que conoces el dicho, el silencio otorga, si no dices nada es porque debe ser verdad, y no tienes cara para negarlo.

—Bien, si eso crees es tu problema —le respondí a la vez que sacaba de mi mochila un lápiz y un cuaderno para tomar apuntes de lo que estaba antes mis ojos.

—Tú y esa tipa que se cree la última bebida del desierto son iguales, van por ahí viviendo de una manera tan vulgar sin conocer lo que es la vergüenza, ¿sabías que hay muchas personas que se esfuerzan por conseguir lo que quieren? Michael es uno de los mejores estudiantes de nuestra facultad y realmente quería estar aquí, de hecho, estaba todo listo, pero un día se le notificó que iría a hacer la práctica en una galería de autos ¿puedes creerlo?

En ese momento realmente no aguanté mi risa, la que en verdad era un reflejo de la ira que me estaba consumiendo.

—Te haré un spoiler, te vas a tragar tus palabras en algún momento, y te atiendes a una demanda por difamación —intenté calmarme—, no vayas por ahí repitiendo todo lo que lees en una plataforma sin ningún respaldo.

—¿Y cómo harás eso si no tienes dónde caerte muerta? Eres solo una...—siguió hablando.

En otras circunstancias no habría dudado en lanzar un golpe limpio a su cara por decir tonterías, pero nuevamente un dolor de cabeza estaba haciendo que me sintiera confusa, como si estuviese bajo el agua mi vista se hacía borrosa, mi cuerpo lento y a pesar de que podía escuchar con claridad todo ruido de su voz se sentía venir desde lejos.

—Déjala en paz Sofía —escuché decir claramente en el momento en que recuperé por completo la concentración—. Si no sabes todo el contexto de lo que le está pasando no puedes juzgarla así como así.

Desertores del GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora