Tomé una ducha tibia con tranquilidad al fin ya que mi problema estaba resuelto. Cuando terminé de quitarme el jabón del cuerpo colgué la llave del agua en su soporte con los ojos cerrados, y comencé a buscar la toalla que había dejado enganchada al colgador; extendí mis manos, pero no lograba alcanzarla o adivinar si estaba a mi alcance, así que entre la desesperación que me generaba la necesidad de abrir pronto los ojos decidí restregármelos con las manos aún un poco enjabonadas, provocándome un ardor desagradable que volvió mi vista borrosa, pero al menos podía identificar la toalla.
Me sequé con prisa porque predominaba el frío por la noche, y solo quería dormir, pero claro, no antes de ir a por un poco de espinacas con maíz.
Estando ya en mi habitación lista para dormir llegó a mi mente como un flechazo los extraños acontecimientos que había vivido en el museo por la mañana, de algún modo ya no me resultaba tan espantoso como antes, asumí que era solo a causa del estrés que me había generado el escándalo en el que me había visto envuelta, pero como un mal destino la voz nuevamente se instaló en mi cabeza.
—No puedes escapar, nunca lo harás —dijo claramente.
—¡Ya basta! —grité—. No te voy a hacer caso, las personas como yo que están solas no tienen derecho a enfermarse.
—¿Por qué? —preguntó.
—¿Cómo te atreves a responderme? Estás dentro de mi cabeza, ¿no ves que me aterras cuando haces eso? ¡ya cállate! —volví a gritar llevando mis dos manos a los oídos.
—No estás loca, solo... averígualo.
—¿Qué cosa? —pregunté aterrada y sin recibir una respuesta— ¡Y ahora desapareces dejándome así!
Realmente no tenía ni idea de lo que tenía que averiguar, pero recordé que había dicho eso en el museo para que pusiera atención a las letras que se dejaban ver en el cuadro.
No quería ceder a la voz, pero la curiosidad me estaba matando, así que decidí hacer un último intento para averiguar si realmente estaba loca y debía tomar medidas serias.
Busqué en mi bolso y tomé el cuaderno tipo libreta en el que había escrito las palabras que vi en el cuadro del museo y comencé a traspasarlas a el traductor del celular con paciencia para no cometer errores.
Si no hubiese sido porque me estaba acostumbrando a las cosas extrañas poco a poco me hubiese desmayado ahí mismo sin que Florencia lo notara. Yo estaba segura y podía firmar que los únicos idiomas que manejaba era el español y el inglés, era totalmente imposible para mí haber inventado o memorizado palabras en latín, fue una completa locura. La traducción decía:
¡Qué juego tan extraño! No sé en qué parte del mundo estás, pero créeme, te busco hasta en mis rincones más profundos. Te amo, te amo irreparablemente. Incluso apareciendo en mi sueño, cuando todavía estoy despierto, tantas veces como te recuerdo, morirás como una ilusión ante mí. No tengas miedo, vengo a ti.
Era un texto demasiado exorbitante y metafórico a mi parecer, no era capaz de encontrarle un sentido. Yo sabía que no conocía las palabras de antemano así que me sentía anonadada y todos los sinónimos que se pudiesen comparar a la palabra.
—Bien, no hay forma de que yo me haya inventado esto, pero si soy racional y se lo digo a alguien nadie me creerá, y tampoco conozco el origen o autor de este texto, así que... no, no hay forma, debo encontrar alguna respuesta —me dije en voz alta a mí misma.
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Desertores del Gehenna
FantasyAún cuando el mundo de Dayanne se viene abajo una y otra vez desde su niñez al crecer en un entorno lleno de gente hipócrita y cruel logra mantener la cordura y cumplir con sus objetivos. Al convertirse en una mujer pronto a terminar sus estudios, e...