Un problema más

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No sabía por qué, pero no sentí que fuese una sorpresa, es como si mi cuerpo y yo lo hubiésemos sabido todo el tiempo, jamás había conocido a una persona con tanto mal estar como yo, y mucho menos a gente de mi edad, la mayoría gozaba de buena salud y energía. Sentí como me invadía una gran pena y un deseo de llorar estaba creciendo y creciendo en mi pecho, llevaba mucho tiempo sin llorar, al menos de forma consciente, incluso me cuestionaba a mí misma por qué justo en ese momento mis lágrimas sí querían liberarse, nunca había llorado frente a Florencia, ¿por qué llorar además frente a un extraño? Mi último recuerdo de mí misma desecha en el llanto era de aquellos días en los que recién estaba tratando de encontrar un lugar en el cual quedarme sin que me estafaran después de haberme ido de la casa de la señora Malley, después de eso aprendí a sobrevivir con fuerza para que nunca nadie volviese a abusar de mí; pero en ese momento frente al doctor no pude resistir, las lágrimas comenzaron a salir de mí ante la mirada preocupada de Florencia.

—No llores, todo va a estar bien, ¿no escuchaste que podría hasta descartarse? —dijo Florencia a punto de llorar conmigo.

—Solo es una probabilidad, así que manténgase tranquila, solo lo dije de manera severa para que tome cuidado de usted misma, necesita alimentarse bien e intentar elevar sus defensas a como dé lugar. Salir a tomar el sol puede ayudar bastante. Por ahora está estable, la dejaré ir a casa después de la comida de las cinco de la tarde si así lo desea, o puede irse mañana después del desayuno —intervino el doctor mientras observaba a Florencia.

—Lo sé, solo... suena difícil —respondí a sus palabras.

—Muchas cosas son difíciles, todos los días conozco a personas con diferentes patologías, muchos de ellos al principio cuando son diagnosticados piensan que es el fin del mundo, y para ser sincero... para algunos lo es, pero usted es una niña joven, estoy seguro de que algo podremos hacer, mantenga la fe y cuídese, cómo sabe si no soy un mal doctor y solo fue un mal posible diagnóstico, un milagro —dijo antes de irse.

—¿Un doctor tiene permitido hablar de milagros? —le gritó Florencia ignorando que en la sala había aproximadamente otros 5 pacientes.

Al grito de Florencia las enfermeras que se habían ido a hacer curaciones a otros pacientes miraron fijamente al doctor esperando una respuesta, mientras que él detuvo su paso y por un milisegundo se quedó mirando hacia la pared aparentemente reflexionando, y luego tranquilamente y sonriente se volvió hacia ella.

—No lo sé. Pero en mi horario de atención todos los milagros son bien recibidos, y personalmente creo en ellos —dijo, al mismo tiempo que retomaba su marcha hacia otra paciente.

Yo ya estaba dejando de llorar, de hecho, lo hice en el momento en el que me di cuenta de que Florencia probablemente estaba coqueteando.

—No puedo creer que estás coqueteando con el doctor en mi lecho de muerte —me quejé.

—Es lindo —respondió Florencia mientras ordenaba el cubrecama—, pero te equivocas, ¿que no viste cómo te miraba?

—Vamos, no te hagas la loca, sabes que no es así, y además eras la persona más coqueta de este mundo.

—Tú también.

—Pero a mí no se me nota.

Reímos juntas por un rato.

Después de juntar mis pertenencias y las compras del supermercado que a esas alturas ya estaban todas aplastadas y semiabiertas, las puse en orden con ayuda de Florencia, y ella nuevamente se sentó a mi lado a esperar que fuera la hora de comer para poder regresar juntas a casa. Las horas pasaron rápido ya que yo me dormí y ella estuvo distraída jugando en un pequeño minijuego de vehículos de carreras.

Desertores del GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora