Atormentando al extraterrestre

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Con frustración avancé hacia la segunda puerta, ¿qué podría haber al lado de un baño? De seguro una lavandería, ninguna cocina estaría al lado del baño, sería extraño, pero bueno, otro planeta es igual a otras reglas. Sin más abrí la puerta y me encontré con una biblioteca, pero... diferente. No lucía como una biblioteca a la que cualquiera persona pudiese tener acceso o la de la sala principal, las cubiertas de los libros en general eran tan detalladas, que era obvio que se les había dedicado mucho tiempo a su fabricación.

Me olvidé del hambre por un momento y me tenté a entrar. Ingresé a la habitación y cerré la puerta con suavidad para no ser descubierta.

Comencé a tomar y ojear los libros confirmando lo evidente a la vista, aquellas cubiertas tenían relieves y texturas; algunos estaban en idiomas que no podía identificar, otros en lenguas más conocidas, como español, francés, chino, inglés, latín, y muchos más de conocidos escritores de mi planeta, incluso había poesía de Baudelaire, me preguntaba si Keyban había usado pelos de Gunny para obtenerlos también.

Estaba por irme cuando levanté la mirada, creí haber escuchado un ruido cuando visualicé unos libros pequeños apilados uno sobre el otro, estaban tan altos que no me era posible alcanzarlo, así que pidiendo perdón al Dios de la literatura y todo lo poético si es que existía tomé otra pila de obras anchas y las usé como banco para alcanzar los otros libros.

Al abrirlos me di cuenta de que no eran libros como tal, sino que manuscritos escritos a mano, y en latín, ya era capaz de reconocerlo más no entenderlo. En sus páginas había algunas manchas de tinta, y otras tenían la tinta corrida como si agua hubiesen salpicado sobre las planas. Ante la idea de que alguien pudo haber llorado al escribir esos manuscritos sentí un deseo inexplicable de saber qué decía, ¿fue quizás la pérdida de un familiar?, ¿un mal amor?, ¿una tragedia?, ¿una nota de suicidio? Realmente quería saberlo, pero no entendía nada. 

Tomé los cinco pequeños cuadernos y volví a ponerlos tal cual estaban, al igual que los que puse en el piso, los limpié con mis manos y me aseguré de que no quedara ninguna huella.

Asomé la cabeza por la puerta para asegurarme de que nadie me viera, y luego salí por completo.

Solo quedaba una puerta, así que llena de esperanzas la abrí y pues fue otra decepción, en ese lugar no estaba la cocina, era una salida al patio trasero de la casa. Sentía que el hambre me haría desmayar de un momento a otro, y solo unos segundos después de sentimiento pasó a realidad. Mis piernas dejaron de responder, sentía un frío en las extremidades que no me permitía tener control de mí misma y mi visión se tornaba cada vez más borrosa, al igual que mi mente, la me prohibió pensar con claridad, solo me sentí caer, me dejé caer... pero... no fue como en otras ocasiones, fue... cálido.

Desperté.

Cuando retomé mi conciencia no quería abrir los ojos, me preguntaba constantemente si todo había sido un sueño, no quería perder lo que había vivido durante ese día, a pesar de que el ambiente era un poco tenso no tenía ningún interés en volver a la tierra, quería mucho a Florencia, pero quería darme un poco más de tiempo.

Mientras seguía con los ojos cerrados puse toda mi atención en mis oídos, y a lo lejos sentí hablar a Keyban, por lo que de impulso abrí los ojos y supe que, aunque le detestaba, estaba feliz de verlo.

—No tardaste tanto en despertar como en la tierra —dijo él viniendo hacia mí con actitud.

—Deberías saber que esto no hubiese pasado si no fuera por ti.

En silencio se puso en cuclillas a la altura del sillón de la sala en el que me encontraba recostada.

—¿Mi culpa? Ayer te ofrecí cenar conmigo y solo te fuiste a acostar, eso es completamente tu responsabilidad. El doctor te dijo que debías comer bien ¿no recuerdas?

Desertores del GehennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora