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Nueve días después del rescate de Sunghoon

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Nueve días después del rescate de Sunghoon.

Los cortes habían sanado y la piel abierta por fín había cerrado. Hubieron dos operaciones, la primera en su mano y la segunda en su torso donde tras una radiografía descrubieron que en su costado izquierdo tenía enterrado un pedazo de cuchillo. Por otra parte, debido a las heridas profundas y el riesgo a que estas se infecten, nadie entró durante la primera semana a la habitación. Al quinto día, los golpes en su cara habían dejado ese horrible color morado para convertirse en verde, algunos cortes habían desaparecido y unas costras tomaron su lugar.

Para el séptimo día, la ingesta de anestesia se redujo. En el noveno, Sunghoon abrió sus ojos. Lo primero que pasó por su mente fue que había muerto. El enfermero en guardia lo tomó por sorpresa, una linterna se posó en sus ojos. El hombre le hablaba pero Sunghoon oía muy bajo, de ahí desapareció de su vista para después encontrar a un doctor. Sunghoon recuerda alguna vez haberlo visto. No recordaba su nombre. Quizo abrir la boca pero la sentía muy seca, quería hablar pero su lengua no se movia y sus labios los sentía de cartón. El enfermero remojó sus labios con un algodón, el agua se sintío tan refrescante. El médico nuevamente abrió su boca.

- Alteza, ¿Me oye? - pero Sunghoon solo veía borrozo el mover de sus labios. - Alteza, necesito que me diga si siente dolor.

Sunghoon no entendía, un dolor punzante se instaló en su cabeza. De repente, como si su pecho tuviera vida empezó a toser, sentía como sus pulmones se apretaban. Quiso moverse pero un ardor en su costado le impedía. El médico lo sostuvo.

- No se mueva, alteza.

- No puedo respirar. - dijo mientras sentía como más y más sus pulmones se hundían. El enfermero corrio hacia un respirador que al momento coloco en la nariz de Sunghoon. Park sintió como poco a poco la opresión se iba. Sus ojos le pesaban, quería dormir. No escuchaba nada, se sentía tan cansado y desorientado que temía que este sea un sueño y en realidad estaba muerto.

- No hable. - el enfermo dijo tranquilizándolo. - Está convaleciente y es normal que tenga dolores musculares o de cabeza.

- Descansé alteza. - el médico lo miraba con pena. - Aquí está a salvo.

Sunghoon no quería dormir, pero sus ojos se cerraban por sí solos. No quería que lo golpearan. Solo quería ver a Jake, a su padre y quizas abrazar a su hijo. No quería morir.

 No quería morir

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El Último Rey. Sungjake Donde viven las historias. Descúbrelo ahora