Capítulo 1.

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Como en el casino y en el amor, entrar con esperanzas, ilusiones y expectativas de una victoria fantástica es un riesgo seductor.
Apostándolo todo en un único numero o persona,
extendiendo el ego y pretendiéndote propietario único del azar, presumiendo obtener triunfos osados, temerarios, empeñando hasta el alma para conseguirlo todo o irse con nada.

Atrapada en la mesa de juego con sus cartas ante la bella vida.
A nadie le tiemblan las manos, todos están decididos a ganar y en la mirada profunda de los jugadores se encuentra la vida misma queriéndolos triunfar.
Escaparates constelados de estrellas falsas.

Los croupiers ofician.

Una barajada de póker, 52 naipes en mesa,
¿Tipo? Texas hold'em.

¿Ella? La única mujer en la mesa. Le gustaba ir al casino de vez en cuando a alimentar su ego, era buena apostando, ella no iba porque necesitara algo de suerte para ganar dinero, más bien iba por diversión, un pasatiempo.

Puso un fajo de euros sobre la mesa antes de que comenzara la partida, no era lo usual pero cada que ella estaba allí, podía hacer lo que quisiera. Era su juego, eran sus reglas.

Comenzó a dejarlos entrar en confianza, repartiendo cada euro y cuando quedaba el último sobre la mesa, descubrió sus cartas sobre la mesa dejando a todos con la mandíbula en el suelo.

— Royal Flush. — Dijo mirándolos a todos directo a los ojos y en ellos se dibujaba una sonrisa burlona. Qué acento inglés.
Era la jugada más valiosa de todas, la escalera real.

— El dinero que me corresponde, por favor. — Estiró su mano y cada jugador comenzó a poner todo su dinero sobre ella.

— No vas a conocer a nadie más ambicioso que esa mujer, cuna de oro, una empresa, la mitad de edificios de Londres a nombre de su padre y aún con todo y eso, tiene tiempo y ganas de venir a quitarle dinero a los pobres. — Dijo uno en un tono bajo, no lo suficientemente bajo para que la rubia de ojos verdes no escuchara.

— Este es el casino más costoso de la ciudad, si un pobre entra aquí hay dos opciones, tan pobre no es o ha dejado la mitad de su sueldo básico en la entrada y déjeme decirle, señor...Fontaine — Dijo leyendo su nombre bordado en su chamarra. — Que ese no es mi problema, yo aquí soy una jugadora más, no la madre Teresa de Calcuta. Si tanto le preocupan los pobres, a tres cuadras de aquí hay una fundación, abren de Lunes a Viernes en horario de oficina.

Se desplazó por el tapete velvet del casino con sus bolsillos llenos, cada hombre intentaba endulzarle el oído, por supuesto que las mujeres también querían probar suerte y a ella eso no le molestaba en lo absoluto, una de ellas le puso las manos en las caderas y la rubia se giró por instinto esperando encontrarse con una figura masculina.

— ¿Qué intentas hacer, mujer? — Le dijo deteniéndose antes de subir las escaleras.

— Lo que tú me dejes hacer. — Le dijo la mujer pasando su mano por la cintura de la rubia con fuerza, con firmeza.

La rubia, amante de los jugueteos, acarició su piel morena sin gesto alguno, no sin antes pasar su vista detallando sus ojos, su mirada.

— Necesitas dinero ¿no?

Ella rió mientras sacaba dinero de su cartera. Al notar el escote que tenía en el pecho la mujer, fue allí donde metió el dinero.

— Ten una linda noche. — Le dijo y comenzó a alejarse.

(...)

— William ¿Cómo te va?

— Muy bien, ¿Usted? ¿Se divirtió?

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora