Capítulo 34.

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— Lamento decirle que la situación es más grave de lo que pensábamos. En el último mes, la enfermedad de su padre ha avanzado significativamente. Los cambios de humor tan repentinos y drásticos pueden ser un peligro para él y para todos los que viven en su casa pues con el tiempo, puede tornarse más agresivo. Además, en la caída, se lastimó la pelvis. Necesitará atención médica constante y rehabilitación. — Explicó el médico a Adele y a Teresa.

— Doctor, lo que sea necesario con tal de que él esté bien.

— Mi recomendación es que consideren internarlo en un hogar especializado en el cuidado de personas con Alzheimer. Allí podrán brindarle la atención que necesita, incluyendo supervisión constante y terapia de rehabilitación para su lesión.

Adele escuchó las palabras del médico con una mezcla de tristeza y preocupación. Sabía que el médico tenía razón en cuanto a la seguridad de su padre y la necesidad de una atención más especializada, pero la idea de separarse de su padre era desgarradora y más si era para llevarlo a un lugar donde estaría completamente solo.

— No. — Negó con contundencia. — No hay manera, debe haber alguna forma de que esa misma atención la reciba en casa, yo puedo contratar al personal que sea necesario y si tienen que vivir ahí con él, estoy dispuesta a pagar lo que sea pero mi padre no va a pasar los últimos años de su vida en un ancianato.

— Son cosas diferentes, aquí se debe pensar en el bienestar del paciente y nada más, no se trata de dinero, se trata de que estos lugares están completamente adecuados para este tipo de pacientes. Hay lugares que yo mismo puedo recomendar porque conozco de su trabajo, me tomé el atrevimiento de ordenar un par de folletos. Mírelos con calma, no tiene que elegir ahora y de hecho, es su decisión, pero piénselo. Es por seguridad y bienestar de todos.

Adele recibió los folletos y se dejó caer en una de las sillas de la sala de espera.

— ¡No, no puedo hacer eso! — exclamó Adele, las lágrimas en sus ojos — Mi padre ha estado conmigo toda la vida. No puedo enviarlo a un lugar extraño sólo porque está enfermo. ¡No lo haré!

— Adele... — Teresa puso su mano en el hombro de la rubia. Adele se percató de una venda que traía en su mano.

— ¿Qué te pasó ahí? — Preguntó sorbiendo su nariz. El silencio de ella le dijo todo lo que necesitaba saber. — Lo lamento. Gracias por haberlo traído al hospital.

— Sabes que tú y tú padre son como mi familia y siempre quiero lo mejor para ustedes.

— ¿Qué insinúas?

— El médico tiene razón, mi niña.

— Anoche cuando entré a verlo, ni siquiera me reconoció, no sabe quien soy, me duele demasiado verlo así. Siento que lo estoy abandonando si tomo la decisión de enviarlo a uno de esos lugares, pero si no lo hago, siento que soy egoísta, le estoy fallando porque él nunca me ha dejado sola, jamás.

— No es dejarlo sólo, ahora se trata de pensar más con la cabeza que con el corazón.

— Me estoy quedando sola. — Dijo Adele de repente con la mirad fija en el suelo.

Teresa abrazó a Adele de medio lado, ella no correspondió pero tampoco se negó.

— Voy a traerte algo de comer de la cafetería.

—No hace falta, no tengo apetito.

Su organismo le pedía comida, sus manos estaban más heladas de lo normal, se notaba algo pálida y estaba completamente agotada.

En Palermo,

Victoria y Chiara estaban en un lugar turístico en el corazón de Palermo, Italia. El sol de la tarde acariciaba sus rostros mientras exploraban las calles adoquinadas y se perdían en la belleza de la arquitectura histórica que los rodeaba. En cada esquina habían músicos tocando por algún dólar que los turistas quisieran dar en retribución, la morena danzaba al ritmo de cada instrumento dejando que el viento jugara con el vestido floreado que llevaba puesto. Era como si el peso de las preocupaciones se hubiera desvanecido temporalmente, Victoria sonreía genuinamente mientras admiraba la riqueza cultural de su ciudad natal. Amaba ese lugar y amaba la forma en que la sanaba.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora