Capítulo 24.

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Narra Victoria.

Me encontraba en mi habitación, inmersa en el mundo de mi creatividad. Lo necesitaba luego de haber discutido con mi madre por su comportamiento con Adele, a veces pareciera que odiara todo lo que a mí me hace feliz. Estando sentada frente a mi mesa de dibujo, sostenía un lápiz entre mis dedos mientras observaba la punta, perdida en mis pensamientos. Un tabaco descansaba en un cenicero cercano, emanando sutiles volutas de humo que se mezclaban con la luz que entraba por la ventana abierta.

Con cada calada, el humo envolvía mi rostro y creaba una especie de velo en mi visión. Parecía que el acto de fumar era inherente a mí, aunque ahora no lo hago en presencia suya porque sé que le molesta. La Luna, radiante en el cielo nocturno, brillaba a través de la ventana, iluminando mi rostro con su suave resplandor.

La hoja de papel blanco esperaba pacientemente sobre la mesa, lista para recibir mis trazos. Sin pensar, dejo que mi mano guíe el lápiz, dejando que cada línea y cada sombra tomaran forma en el papel. Mi mente se deslizaba por un camino desconocido, mientras mi inconsciente trabajaba sin descanso, culpamos al mismo veneno que me estoy fumando .

Con cada trazo, comencé a notar una silueta familiar emergiendo del papel. Esos rasgos, se plasmaban en la hoja con una precisión que me sorprendía. Sus ojos, grandes y expresivos, reflejaban un brillo especial. Eran de un color verde profundo, como la selva serena, enigmática y cautivadora. Mi mente se perdió en ese dibujo de la misma forma que yo me perdí en ella.

Una sonrisa me apareció en el rostro al darme cuenta de lo que estaba sucediendo. Era un sentimiento que trascendía las palabras y se manifestaba a través del arte, de mi arte.

A medida que terminaba la primera parte del dibujo, me quedé mirando el retrato con detenimiento. Cada línea, cada sombra, parecía capturar la esencia misma de Adele.

Con el lápiz en la mano y la luna como testigo, decidí seguir dibujándola, permití que mi mente y mi corazón se sincronizaran en cada trazo. Porque a través de mi arte, podía expresar lo que las palabras no podían transmitir. Era mi manera de revelarme a ella y al mundo, aunque solo fuera a través de las líneas de un dibujo, un dibujo que sólo vería yo.

Cada trazo se convertía en una manera de inmortalizar la belleza de Adele en mi arte y, al mismo tiempo, en mi corazón.

— ¿Puedes ver la Luna desde donde estás, Victoria?

Recordé y miré la luna de nuevo. Al mirarla a mi cuerpo lo recorrió la sensación de tenerla cerca y la calidez de sus labios, su olor, su piel, todo de ella me abrazó en ese momento y me produjo escalofrío.

En el silente susurro de mis pensamientos, se despierta un sentimiento desconocido, y en el enigma de mi propio ser, descubro que el amor no sigue un camino prevenido. Y por primera vez me permito siquiera pensar esa palabra, amor.

Siempre han sido mujeres las musas en mis dibujos, pero ella, ella se ha convertido en la musa de mis sueños, sus ojos reflejan destellos de mil universos, universos que cualquier artista se moría por dibujar como se lo dije aquella vez y yo tuve el placer.

"Espero que estés viendo la Luna desde tu ventana, la vi y me hizo pensar en ti, Adkins". Le dije por mensaje de texto. Terminé de fumarme mi tabaco acostada en mi cama hasta que el sueño me invadió.

Narra Adele.

Lavé mi cara con agua helada, quité hasta la última gota de maquillaje y me miré al espejo. Detallé todo en mí, desde mis pecas hasta mi alma.

¿Qué van a decir?

Como si mi padre no me hubiera visto ya besarme con mujeres en las fiestas que hacía cuando era una adolescente.
Como si a mi hijo no lo estuviera criando yo.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora