Capítulo 29.

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Narra Adele

En el vasto escenario de la vida, somos meros títeres danzando al compás de sus hilos invisibles. Cada día, como marionetas en manos del destino, representamos nuestros papeles con pasión y desconcierto. ¿La existencia? Un teatro efímero.

Cada mañana es un ir y venir de pensamientos, la mente siempre va de un lugar a otro, imaginando mil opciones y escenarios, a veces se vuelve agotador, abrumador. De no darles cara, se convierten en una cruz.

Me encuentro en la sala de estar de mi casa, una pieza de Vivaldi de fondo lucha contra el silencio que inunda el resto de la casa. Y mi padre está allí, en su sillón favorito siguiendo el ritmo de la canción con sus dedos golpeando el borde del sillón. Aunque sus ojos todavía guardan vestigios de la persona que solía ser, su expresión revela la confusión que ha tomado prisionera su mente debido al Alzheimer, se trata de convivir con esa enfermedad y hasta cierto punto, tratar de ignorar su presencia pero me es imposible ignorar lo rápido que avanza. A veces está y otras veces no está. Él que ha sido mi lugar seguro en toda mi existencia, comienza a olvidar su propia esencia. Un ambiente tranquilo pero, al mismo tiempo, teñido de una profunda melancolía y esa incertidumbre de saber si hoy será la mañana en que va a dejar de recordarme.

— Hola... — Me dejé ver en su campo visual con un sonrisa bastante tímida esperando verme en sus ojos aún. Me correspondió la sonrisa con un ademán para que me sentara cerca a él y de alguna manera, descansé. — ¿Cómo estás?

— Tratando de recordar cuando descompleté mi chequera pero ya llegará el recuerdo. —Me sonrió transmitiéndome una calma inhumana.

— Si quieres puedo ayudar viendo los registros bancarios, sólo si tú quieres, claro. — Dije con duda, es difícil llevar todo este proceso y no hacer que se sienta inútil cuando solo quiero ayudar.

— No, nena, déjamelo a mí, más tarde le preguntaré a Teresa.

Mi gesto fue imposible disimularlo.

— ¿No se hablan aún, verdad? — Negué. — Acuérdate lo que te he dicho de cargar rencores.

— No es rencor, sólo me molestó lo que dijo y cómo lo dijo, no tiene por qué.

— Ella te ama como si fueras una hija.

— Y yo la amo como si fuera una madre para mí, pero hay límites, papá. — Hicimos silencio por un par de segundos y suspiré mientras lo miraba, jugaba con mis dedos dudando si decir o no lo que realmente quería.

— ¿Hay algo de lo que quieras hablar?

— Mas bien preguntar. ¿Puedo hacerlo y me prometes que me vas a responder solamente con la verdad?

— Claro, mi niña. ¿Qué pasa?

Corrí mi silla y me senté más cerca a él, sosteniendo sus manos temblorosas.

— Mira es complicado abordar el tema, no sé cómo hacerlo sin tal vez decir más o decir menos de la cuenta pero ya está, ¿no? — Aclaré mi garganta y mi padre me miraba ansioso por escuchar lo que tenía por decir. — ¿Penny me tuvo en contra de su voluntad? — Su cara cambió por completo, no sólo su gesto su lenguaje corporal también. Por un momento, su expresión se ilumina con el destello de una memoria pasada, pero luego se desvanece rápidamente.

— ¿De dónde viene esa pregunta?

— Simples cosas que me gustaría saber y entender... ¿entonces? ¿ella no quería pasar por un embarazo, verdad?

— A veces tomamos decisiones que son difíciles y nunca sabes si al final fueron correctas o no, yo hice lo que pensé que era lo mejor para todos.

— La obligaste a que lo hiciera.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora