Capítulo 28.

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Narra Victoria.

Las calles parecen más silenciosas de lo habitual, como si el universo mismo quisiera rendir homenaje a mi dolor. Las hojas caídas en el suelo parecen llevar consigo susurros del pasado, como si la naturaleza misma compartiera mi nostalgia. Cada lugar, cada rincón de la ciudad, está imbuido de recuerdos que parecen cobrar vida en este día.

Hay días en los que todo es tristeza. Días en los que el sol parece esconderse tras un manto de nubes grises, como si quisiera dar espacio a los pensamientos sombríos que rondan mi mente. Hoy es uno de esos días. Hoy marca el aniversario de aquel adiós que sigue resonando en lo más profundo de mi ser. Es el día en que mi corazón se viste de luto para recordar a mi padre, el día en que su partida dejó una huella imborrable en mi alma.

Me es imposible no derramar lágrimas a pesar del paso de los años, pero hoy esa amargura no me invadía con la intensidad de años anteriores, hoy a mis ojos no se les permitió inundarse de lágrimas por completo y sin descanso,

— Italiana — Respondí su llamada casi por inercia. ¿Ella? Completamente ajena a mi tristeza. — Sé que es temprano aún y probablemente aún dormías, pero... me preguntaba si querías pasar el día conmigo y con mi hijo. Nada especial...sólo... — Amaba cuando comenzaba a explicarse sin necesidad alguna.

— Por supuesto. — Le dije sin pensarlo dos veces.

— Te recojo en una hora entonces, bonita. Lleva más ropa, nunca se sabe.

Algo tiene que tener su jodida voz para que sólo con escucharla, el alma sonría, se regocije en emoción, y el corazón palpite.

La niña de casa, Alexandra, entró a mi habitación con el mismo gesto de tristeza, o peor.

— Hay tantas cosas que quisiera contarle.

— Hay tantas cosas que serían diferente si él estuviera.

— Lo extraño. — Me dijo Alexa limpiando un par de lágrimas. Yo también lo extraño.

— Se sentiría muy orgulloso de la mujer que eres, Alessa. Está orgulloso donde sea que esté. — Acaricié su mejilla, la estreché en un abrazo y entré al baño a darme un ducha.

Salí de la ducha y ricé mi cabello. Puse un poco brillo en mis labios y eso fue todo, no es que sea única y diferente, es que no sé maquillarme y nunca me interesó aprender.

Tocaron a la puerta, vi al pequeño Angelo y me abrazó por la cintura de inmediato, vio a mi abuela y a mi hermana al fondo del corredor y las saludó a ambas con su mano y una sonrisa tímida.

— Nos vamos a divertir mucho hoy. — Me expresó con su mirada llena de emoción y una sonrisa que se contagiaba. — Hoy irás al lado de mamá porque quiero compartir mi puesto contigo, pero ese puesto me pertenece. — Dijo señalando el puesto de copiloto.

Abrí la puerta del auto y me encontré con la mirada que todo el tiempo quería tener ante mis ojos.

— Hola...— Me dijo sin más mirando mi cabello y yo la miraba a ella. Hoy no tenía sus ojos delineados, tenía un look más fresco y a mí me fascinaba verla así.

— Uhm... — Me percaté de que Angelo nos miraba a ambas. — ¿No vas a subirte? — Preguntó el pequeño. Me subí de inmediato y partimos.

— ¿A donde quieres ir, Angelo? — Preguntó Adele mirándolo por el retrovisor.

— ¡Al campo!

— ¿Al campo? — Indagó la rubia.

— O... ¡A la playa! ¡Sí! A la playa. Afirmó con seguridad.

Only A Girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora